JENARO VILLAMIL
Hace seis años exactamente, mayo 2006, Enrique Peña Nieto demostró la mano dura detrás de su gobierno de “compromisos cumplidos”. Ordenó la represión al movimiento de San Salvador Atenco, opositor a la construcción del aeropuerto en Texcoco, gran negocio de su tío Arturo Montiel. En esa jornada de protestas, el estudiante Alexis Benhumea murió tras un granadazo de los mismos policías que catearon y abusaron de decenas de mujeres de Atenco.
Recuerdo el dolor y la rabia contenida de decenas de compañeros de Alexis que acudieron a su funeral, en la colonia Roma. Eran estudiantes de la Iberoamericana, de la UNAM, compañeros de danza de Benhumea, activistas jóvenes, familiares. La impunidad selló aquel episodio. Pero los compañeros de Alexis no olvidaron. Tampoco los familiares de las mujeres que fueron víctimas del abuso policiaco consentido desde la Casa de Gobierno de Toluca.
Un sexenio después, el viernes 11 de mayo, cuando Peña Nieto finalmente visitó el recinto de la Universidad Iberoamericana, en Santa Fe, quienes no olvidaron recordaron el episodio de Atenco. La universidad de tradición jesuita siempre ha tenido un compromiso con la defensa de los derechos humanos, con la crítica a los abusos de poder, a pesar de ser un centro académico para jóvenes de mayor poder adquisitivo que el promedio.
Casi al finalizar su intervención, en un auditorio “sembrado” convenientemente de @ectivistas, los integrantes del acarreo digital del peñismo, los jóvenes de la Ibero increparon al mexiquense sobre la represión en Atenco. Peña Nieto finalmente respondió:
“Tomé la decisión de emplear el uso de la fuerza pública para restablecer el orden y la paz y que en el tema (sic) lamentablemente hubo incidentes que fueron debidamente sancionados y que los responsables de los hechos fueron consignados ante el Poder Judicial. Pero reitero, reitero, fue una acción determinada personalmente, que asumo personalmente, para restablecer el orden y la paz en el legítimo derecho que tiene el Estado mexicano de hacer uso de la fuerza pública como además, debo decir, fue validado por la Suprema Corte de Justicia de la Nación”.
Tras estas palabras, el enojo de decenas, quizás cientos, de universitarios de la Iberoamericana se transformó en furia. De ahí los gritos de “asesino, asesino” y de “fuera, fuera” que lo acompañaron en uno de los episodios más reveladores del verdadero rostro de la campaña peñista. Los videos subidos a Youtube por los universitarios documentaron la incapacidad de un político para enfrentar esa crítica. Y la mirada de Peña Nieto de pánico, odio y miedo –esas emociones que afloran cuando no hay un spot de por medio- quedaron grabadas en la red digital. Fueron consultadas por más de 100 mil personas en menos de dos días.
¿Esperaban algo menos? ¿Creían, acaso, los organizadores de la visita a la Ibero que los jóvenes iban a formar parte del coro griego de adhesiones, sin reaccionar al desplante autoritario por lo de Atenco? La respuesta de los voceros priistas frente al repudio estudiantil fue peor que los gritos de protesta. Lamentable el discurso de Pedro Joaquín Coldwell, quien imaginó un complot de infiltrados. Los reflejos de un discurso diazordacista asomaron en los primeros minutos de aquel “viernes negro”. “Intolerantes”, “entrenados desde afuera”, “porros” y una serie de descalificaciones convenientemente reproducidas en aquellos medios que confunden la información con la denostación.
El intento de “borrar” lo que todo mundo vio en Youtube (no en las pantallas de la televisión abierta) resultó contraproducente. Peña Nieto lanzó un mensaje en Twitter tan poco creíble como su sonrisa congelada al despedirse de la Ibero. Los @ectivistas y las redes de call center digitales al servicio del candidato presidencial priista decidieron maquillar este evento. Subieron testimonios de los simpatizantes. La maquinaria de ByPower –la productora estelar de EPNtv- y otros asesores inventaron un spot para revertir el efecto negativo. Los medios impresos afines al candidato, destacadamente los de Mario Vázquez Raña y la Organización Editorial Mexicana, decidieron jugarle al mundo al revés. Adorado, aplaudido, “gran estadista”, tolerante a la crítica, demostración de que sí acude a escenarios “no controlados” –frase de Luis Videgaray- fueron, entre otras las frases lanzadas para defender a Peña Nieto, tras el episodio de la Ibero.
El lunes 14 de mayo, con una webcam, 131 estudiantes de la Ibero decidieron confrontar a esa maquinaria. Dieron la cara, grabaron su rostro, junto con su credencial de la universidad para decirle a Peña Nieto y, sobre todo, al Big Brother mediático: “no somos porros ni acarreados”, mucho menos “entrenados” desde afuera por oscuras fuerzas ligadas al lópezobradorismo.
“Estimados Pedro Joaquín Coldwell, Arturo Escobar y Emilio Gamboa, así como medios de comunicación de dudosa neutralidad: usamos nuestro derecho de réplica para desmentirlos”. Con esta frase inicia el video de 11 minutos, subido a Youtube y a todas las redes sociales. Se volvió Trending Topic internacional en Twitter.
Esta es la expresión más clara del elemento distintivo de la campaña del 2012: el candidato construido por el poderoso aparato de medios analógicos (la televisión, la radio y las encuestas que lo acompañan) se enfrenta al contraste de una generación de nuevos ciudadanos, estudiantes, electores que ya no son las mismas audiencias pasivas o silenciadas por la pantalla. La simultaneidad e inmediatez de las redes sociales rompen el cerco de manipulación mediática. Por más bots, trolles, sofisticadas páginas online, videos a modo y acarreo digital que quieran hacer, el PRI, Televisa y Peña Nieto difícilmente lograrán revertir este fenómeno.
¿Por qué les extraña que en el Tec de Monterrey, en la Ibero o en las universidades de Querétaro, Coahuila o Guadalajara los estudiantes estén molestos? ¿Ya se olvidaron que el PRI de Peña Nieto ha avalado el desastroso gobierno de Rodrigo Medina en Nuevo León? ¿Pretenden engañar con Quadri que no existe un pacto entre Elba Esther Gordillo y Peña Nieto para restablecer el consenso autoritario?
Hace un mes y medio, con estudiantes del Tec de Monterrey, críticos, ávidos de información, analizamos que la Primavera Árabe no fue una simple entelequia, que existían las condiciones en México para que esta irrupción ciudadana a través de las redes sociales se generara por tres factores fundamentales: la rígida censura en los medios masivos a todo lo que estuviera fuera del consenso peñista; el malestar acumulado por 12 años de decepción ante la alternancia panista; y el uso creciente de los medios digitales para expresar la inconformidad.
Por más que pretendan animalizar a los usuarios de estas redes, criminalizar la protesta o revivir argumentos de 1968, la Primavera mexicana llegó. Hay que aprender a leer sus signos.
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