martes, 5 de marzo de 2013

SEÑALES DE PODER*


MARÍA AMPARO CASAR

Es cierto que los cambios sustanciales en el país están todavía por venir. Que la transformación que anuncia la prensa extranjera y de la que buena parte del círculo rojo hace eco es todavía más una aspiración que una realidad: México, la Nueva China; México, el Tigre Asiático, México emerge de la sombra de Brasil para convertirse en la nueva querida de los inversionistas; México, de nuevo en el juego. Nada de esto es todavía realidad. No puede pedírsele al nuevo gobierno que a 100 días de haber asumido la Presidencia los indicadores de crecimiento, de pobreza y desigualdad, de violencia o de corrupción hayan cambiado.

Lo que sí se ha alterado es la percepción -más entre la élite que entre la población- de que ello puede ocurrir. Y esto ni es poca cosa ni sucede gratuitamente. Desde que Peña Nieto asumió el poder se ha encargado de encarnar la esperanza del cambio sin volver al autoritarismo. Las dos cosas juntas. La reversión en el juicio negativo y en las expectativas de un mejor futuro no es producto únicamente de la natural esperanza que produce la alternancia ni de la muy difundida idea de que el PRI podrá ser corrupto pero eficiente. Tampoco -aunque ayuda- es producto de la decepción que provocaron dos gobiernos sucesivos del PAN.

Se ha logrado a través de la combinación de un discurso no ayuno de retórica, de señales políticas inteligentes y de gran habilidad y operación políticas.

La perspectiva de cambio se ha alimentado de los muchos anuncios que ha hecho el PRI en materia de programas sociales y de las promesas de reformas que previsiblemente llevarían a México a un estadio de prosperidad. La esperanza de llevar a cabo el cambio no solo respetando la pluralidad sino sirviéndose de ella se nutrió de la concertación del Pacto por México aunque sea un pliego de compromisos de difícil concreción.

Peña Nieto sabe que el bono de credibilidad no es eterno, que tiene que renovarse de manera constante y que sin resultados tangibles terminará por diluirse y acabarse.

Sabe que hasta el momento la única promesa cumplida es la de la reforma educativa y que para hacerse realidad tiene que transitar por una ley secundaria y por la difícil fase de implementación que no dará resultados hasta el mediano plazo.

Sabe que lo más difícil está por venir -las reformas en telecomunicaciones, competencia, energética y fiscal- y que resulta indispensable mandar señales de que tiene proyecto, de que va en serio y de que quiere y puede.

Esas señales también las está dando. La primera fue la detención de Elba Esther Gordillo que ha servido a diversos propósitos. Su detención dice, entre muchas otras cosas, que no se prestará al chantaje, que si algún actor se interpone ante una política pública de su preferencia está dispuesto a removerlo, que más vale negociar que atravesarse, que sabe operar, que para algo sirve el poder de la Presidencia. Puede argumentarse que el blanco era relativamente fácil: del PRI había desertado, el desprestigio que se había labrado era universal, el terreno estaba abonado por la demanda social de un cambio en la política educativa, los excesos de poder que habían cometido eran ya intolerables. Puede ser, pero todas esas condiciones estuvieron presentes en el sexenio anterior y no sólo se le toleró sino que se le alentó.

La segunda señal es igualmente importante. El presidente Peña Nieto manda en el país y manda sobre su partido.

El resultado de la XXI Asamblea Nacional del PRI no deja lugar a dudas. El partido proclama su respaldo sin titubeos. La disparatada "sana distancia" entre el Presidente y su partido queda jubilada. Como lo dijo César Camacho, Peña Nieto reivindica su derecho político a ser militante del partido y a formar parte de los órganos de decisión. A partir de ahora encabezará la Comisión Política y el Consejo Político Nacional.

Por añadidura desaparecieron los candados que se habían autoimpuesto los priistas para protegerse: desaparecen o acotan las camisas de fuerza estatutarias que prohibían apoyar la inversión privada en Pemex y la adopción del IVA. Una señal más de que va en serio con las reformas.

Por ahora Peña Nieto se ha anotado una chuza: afianzó su poder sobre la Presidencia, afianzó su poder sobre los poderes fácticos y afianzó su poder sobre el partido.

Pero con ello también ha levantado el listón de esperanza y de exigencia. De aquí en adelante no podrá argüir que quiso y no pudo. Si flaquea ante otras reformas, ante otros poderes fácticos o ante ciertos grupos de su partido, el aplauso se convertirá en abucheo. El arrojo, la determinación y habilidad con que enfrentó al liderazgo del SNTE y con que operó la Asamblea del PRI serán los parámetros con los que será juzgado en adelante.

*Reforma 05-03-13

No hay comentarios: