RAÚL CARRANCÁ Y RIVAS
Ya hay tres claras opciones políticas y electorales para elegir: la izquierda, el centro y la derecha. Lo que pasa es que salvo la izquierda, bien definida en su posición ideológica, el centro no es totalmente centro ni tampoco la derecha totalmente derecha. El PRI maneja "grosso modo" una especie de política de flujo y reflujo de la marea social, y el PAN es por su parte la derecha intermedia -valga la redundancia- y la ultra derecha que se vuelve yunque donde los martillazos son implacables. Son en su mayoría señoritingos y señoritingas perfumados. Es el conservadurismo llevado a la obsesión retórica y al fanatismo sin tregua ni transacción alguna. Toda proporción guardada le ha pasado al PAN lo mismo que al PRI, o sea, que entre su destacado origen y lo que es en la actualidad hay una distancia imposible de recorrer sin sorpresa ni asombro. Ya no corresponde al proyecto original de Manuel Gómez Morín, su eminente fundador. En tal virtud y al margen de los tropiezos propios de la condición humana el PRD le ofrece al elector, y me refiero a su cuadro de ideas o ideología, un panorama concreto, específico, de programas y principios progresistas, indiscutiblemente liberales y a favor de las libertades públicas.
Ahora bien, hoy como nunca el voto deberá ser histórico en el sentido, más que de ocasión relevante e incluso trascendente, de toma de conciencia del devenir precisamente histórico de México. Somos un país con una historia perfectamente definida, aparte de los avatares de los que nada ni nadie escapa. Desde los primeros clamores de independencia, pasando por la Reforma y la Revolución, México ha desafiado los más grandes peligros con la voluntad inquebrantable de ser liberal y laico, lo que tiene relación directa con la llamada Conquista y con la Colonia. Me explico. De España recibimos una herencia milenaria en la que el cristianismo se volvió un catolicismo duro, opresor, salvo grandes excepciones que llenaron con su luz amplios espacios de nuestra historia. Alguien ha dicho en pulcra y elocuente frase que "la Conquista fue una espada con una cruz en la empuñadura". Es verdad. Por ejemplo, Fray Bartolomé de las Casas, Fray Junípero Serra, Vasco de Quiroga ("Tata Vasco"), oidor de la Audiencia de México, fueron la encarnación del compromiso liberal de la Conquista y esgrimieron las razones de un "laicismo cristiano", como dijera Antonio Caso. Y qué decir de Morelos y de Hidalgo que pagaron con sus vidas terrenales y con la excomunión la osadía de enfrentarse a la sombra oscura de la Iglesia. En suma, la izquierda mexicana es la que hoy por hoy representa esa tradición. Desde luego México es en la actualidad un conjunto abigarrado de gente en la que confluyen distintos mestizajes, con predominio indiscutible del primero que se dio a partir de la Conquista. O sea, que somos una Nación con diversas tendencias ideológicas, espirituales y morales. Sin embargo, lo importante es que sigamos siendo una Nación con homogeneidad histórica donde quepan aquellas tendencias, que no transijamos con lo ajeno a nuestra raíz liberal y laica. Y no hay que confundir las cosas, la opción política y electoral de la izquierda no implica negación de los valores espirituales y morales sino al contrario, su confirmación. A mi juicio es lo que a su modo define López Obrador como "República Amorosa", opuesta radicalmente a República tendenciosa o religiosa. La izquierda progresista no le quita nada a nadie porque reconoce en cada quien lo suyo. El espacio de la conciencia es sagrado, pero también el espacio público a donde cada quien lleva su propia conciencia. Laicismo es libertad y no compromiso condicionado. Lo grave al respecto es que los enemigos del laicismo han llenado sus arcas, hasta el tope, con las ideas emanadas del gran capital, del malo, del que va de acuerdo con un libérrimo mercado en el que las reglas las impone el más fuerte a costa, quiérase que no, del más débil. Y lo que el pueblo reclama no son dádivas ni tampoco una especie de premio de consolación.
Por lo mismo, analicemos las tres opciones que se nos ofrecen. Que sea el nuestro un voto razonado e histórico.
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