viernes, 3 de febrero de 2012

LA VIDA PRIVADA DE LOS PRESIDENCIABLES

RAÚL CARRANCÁ

Es lamentable en mi concepto, suponiendo que las encuestas no engañen, que al grueso de la población no importe la vida privada, distinta de la íntima, de los aspirantes a la Presidencia de la República. Yo no digo que seamos como la población puritana de los Estados Unidos, quisquillosa, que se fija en menudencias que son caldo de cultivo para el escándalo y la descalificación política. Pero hay cosas que no se deben pasar por alto, a menos que se suponga que la democracia, incluido el voto, es un quehacer meramente mecánico que se deja a la decisión de la suerte. ¿O acaso se vota porque sí, sin analizar todo el perfil completo del candidato? Yo distingo entre la vida privada y la íntima. La primera es la particular y personal de cada individuo, que se lleva a cabo en presencia de muy pocos, sin testigos. La segunda es lo más interior o interno de la persona y que pertenece a la intimidad, o sea, a la zona espiritual y reservada, generalmente de una familia, donde nadie debe entrar porque es una especie de claustro lejos de lo social. El puritano, por ejemplo, en su juicio malsano y muy a menudo llevado por la pasión que perturba el ánimo, entremezcla y confunde ambas vidas. Calumnia, difama, penetra con soberbia en el espacio insondable de la conciencia. Por lo mismo no hay que ser puritanos ni tampoco engreídos y con una gastada moral a cuestas. Pero algo muy distinto es atenerse a las características de la personalidad social de un candidato, es decir, a eso que lo define como hombre, como individuo. En este sentido la vida privada de los presidenciables es fundamental en la selección que de ellos se haga. Se vota por las ideas, por los programas, por el partido político, pero principalmente se vota, se debe votar, por el ser humano que aspira a un cargo. Yo creo que es una mala tendencia, equivocada, votar exclusivamente por el "animal político" ya que entonces se corre el riesgo de votar sólo por el animal.
Ahora bien, Carlos Fuentes acaba de declarar en Bogotá que la situación política de México se va a complicar porque "los problemas son muy grandes" y los aspirantes a suceder al Presidente Calderón "muy pequeños", salvo "López Obrador asesorado por gente buena". Problemas grandes, enormes, gigantescos, y candidatos pequeños. Para colmo, según ciertas encuestas, su vida privada (deslices, devaneos, estupideces, frivolidades, inconsistencias) no disminuye ni mengua las preferencias electorales. ¿Será verdad o se trata de averiguaciones y pesquisas manipuladas? Yo me niego a pensar que el pueblo de México, testigo presencial de la grave situación que se vive en el país, juzgue tan a la ligera a sus aspirantes presidenciales. Uno no vive aislado de la realidad nacional, al otro lado de las encuestas, y la opinión general coincide con el ilustre escritor. Esto lo escuchamos, lo oímos todos los días, al margen de aquellas preferencias electorales que se emiten sin fuerza, sin coraje, un poco a la estira y afloja, al amparo de intereses, componendas y acuerdos previos. Y son pequeños esos candidatos porque lo que pasa, si los vemos con atención, es que se disfrazan, actúan, excepto López Obrador (en lo que coincido con Carlos Fuentes). Mírelos usted, los hombres que usaban chaqueta y corbata ahora se las quitan en los mítines y se remangan, para demostrar que son gente del pueblo. No hay en ellos espontaneidad, los ha maquillado la mercadotecnia electoral. Su mensaje es repetitivo, calculado, para que no piensen y lo reciten las masas. Tal parece que la que se busca y quiere es una democracia sin razonamiento. Y por eso, precisamente por eso, es que se pasa por alto la vida privada de los presidenciables, cual si formara parte de un escenario preconcebido. Sin embargo no es así, se trata de un serio asunto político puesto que no debe gobernar a México un individuo a medias, sin valores morales. Y en la calificación política, en el voto, el ciudadano ha de reflexionar muy seriamente sobre la condición moral del candidato a la Presidencia de la República.

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