RAÚL CARRANCÁ
"Honestidad, Justicia y Amor"
Qué difícil es ser objetivo cuando uno es un "subjeto" (subjetivo), como decía Unamuno, y respeta la opinión ajena, sobre todo si es emitida por figuras prominentes. Sin embargo, trataré de ceñirme al objeto de mi crítica. La próxima visita del Papa es evidentemente un hecho político (cosa que sucede) aparte de su carácter pastoral (cualidad propia de una cosa o persona). En tal virtud, llama poderosamente la atención, por lo menos, que se diga que sólo es "coincidencia" el hecho de que la visita coincida precisamente con el arranque de las campañas formales. Yo me pregunto, al efecto, si esa clase de coincidencia no debió ser prudentemente ponderada, medida, por las más altas autoridades de la Iglesia Católica para que la visita pastoral de Benedicto XVI fuera exactamente esto, sin el menor tinte de cuestión política. Además, ¿son acaso las fechas electorales las únicas propicias para esa visita? Desde luego doy por descontado que aquella "coincidencia", que no casualidad, la favoreció el Gobierno o, mejor, le cayó de perlas. Por lo tanto, quedan debidamente separados el hecho en sí y su naturaleza o carácter.
Ahora bien, me parece desentonado si no ingenuo decir que se debe evitar a como dé lugar que algunos quieran aprovecharse de la visita papal para sus propios fines electorales. ¿Cómo evitarlo? ¿Tapen el pozo por el peligro de que alguien se ahogue en él? Además, en la especie hay aprovechamiento directo e indirecto, y sin duda es indirecto, por ejemplo, que sabiendo el PAN las propuestas y directrices de la Iglesia en lo tocante a la vida, al aborto, al laicismo y a la libertad de creencias, manifieste su simpatía por la visita del Sumo Pontífice. ¿Y es coincidencia que el episcopado nacional aconseje votar por el partido que está a favor de la vida y de la libertad de creencias y en contra del aborto y del laicismo constitucional? Una cosa es que la Iglesia no sea ajena a la terrible realidad de México y otra muy distinta que sobrepase el espacio de sus feligreses, emitiendo un mensaje a nivel nacional. Se sostiene que el Papa no anda en las nubes sino en la tierra para que nos inflamemos en amor de unos a otros, palabras éstas que seguramente comparte el PAN pero... que coinciden con la República Amorosa de López Obrador. ¿El PRI tendrá también su amor oculto? Por otra parte, un político no puede ni debe dejar de ser un hombre de creencias. Sin embargo, el político representa una corriente ideológica, un pensamiento obviamente político. En este sentido, el político Calderón es Presidente de una República con un Estado laico (Artículo 3º constitucional), con libertad de creencias (Artículo 24 constitucional) y con una manifiesta separación del Estado y las iglesias, lo cual la Constitución reconoce como un "principio histórico" en su Artículo 130. En consecuencia y puesto que el presidente Calderón protestó guardar y hacer guardar la Constitución en los términos de su Artículo 89, deberá tener el mayor cuidado en no profanarla ni violarla. El Papa es jefe de Estado y Calderón lo es. Hasta allí. Lo demás queda en el ámbito sagrado de la conciencia de cada quien. Ojalá, pues, las reuniones entre ellos (hay una prevista en Guanajuato, en la Casa del Conde Rul) sean marcadamente republicanas y ojalá, si es que desea recibir la sagrada comunión de las manos del Papa, lo haga en privado y no con la investidura de Presidente de la República, la que le guste o no es hoy por hoy inherente a su persona. Por último, yo no veo ninguna relación, como se ha sugerido, entre la visita que en 2005 le hizo al Papa el embajador mexicano en el Vaticano y la que en marzo le hará el Papa a México, ya que en la segunda "viene" el Sumo Pontífice a nuestro país en plena campaña electoral, y en la primera el embajador "fue". Así las cosas, deseamos de todo corazón, por el bien de México, que el Presidente de la República guarde la compostura que corresponde a su alto cargo, que candidatos y partidos (en especial el PAN) tengan moderación y comedimiento y que el Papa sepa distinguir, con absoluta claridad apostólica, entre Dios y el César.
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