JESÚS CANTÚ ESCALANTE
Lo más probable es que este domingo 5 de febrero ya no haya ninguna duda sobre los candidatos presidenciales: Josefina Vázquez Mota por el PAN; Andrés Manuel López Obrador por la coalición Movimiento Progresista, y por el PRI y la coalición Compromiso por México, Enrique Peña Nieto, quien, justamente como se pronosticó, tendría su mayor nivel de preferencia electoral tras dejar la gubernatura (encuestas de octubre de 2011) y, a partir de ese momento, iniciaría su declive paulatino, al punto de que hasta ahora ha perdido casi ocho puntos porcentuales.
No hay ninguna razón objetiva para suponer que no se confirme la postulación de Josefina Vázquez Mota, pues aunque la legisladora con licencia no inició la contienda interna a la cabeza de las preferencias (como sí lo hicieron los otros dos candidatos), desde marzo del año pasado arrancó con un crecimiento sostenido, obtuvo la primera posición en agosto y ahora supera en todas las encuestas a los otros dos precandidatos con una relación de casi dos a uno (sumando las preferencias de Santiago Creel y Ernesto Cordero).
Todas las encuestas coinciden en que entre los simpatizantes blanquiazules Vázquez Mota lleva una amplia ventaja, pero además todas (con la única excepción de la realizada en diciembre por Reforma) muestran que si ella es la abanderada panista iniciará su campaña en el segundo lugar de las preferencias electorales, por encima del candidato de la coalición de izquierda, lo que no sucede con ninguno de los otros dos precandidatos, particularmente con Cordero, quien aparece en un lejano tercer lugar.
Además, de acuerdo con la encuesta de Consulta Mitofsky dada a conocer el pasado 1 de febrero, de los tres precandidatos Vázquez Mota es la única que muestra un saldo de opinión positiva (mayor porcentaje de ciudadanos que los que tienen de ella una opinión negativa) y también la única que hace crecer la preferencia electoral por su partido. Prácticamente todos los análisis posibles a partir de las encuestas muestran la conveniencia, para el PAN, de postular a Vázquez Mota.
A pesar de ello, son pocos los que se atreven a asegurar su triunfo, por el apoyo de Felipe Calderón y sus allegados a la candidatura de Ernesto Cordero, lo que coloca en el ambiente político la posibilidad de un fraude electoral a favor del favorito del presidente. Son varias las reflexiones que vale la pena hacer al respecto.
La primera es la permanencia de algunos rasgos de la cultura política mexicana que aparentemente es imposible erradicar, entre los que sobresalen los siguientes dos: la importante presencia que todavía tiene entre la ciudadanía la idea del fraude electoral, con la posibilidad de que no sea la voluntad de los votantes (en este caso los militantes panistas) la que decida la elección de la autoridad, sino la voluntad del poderoso que, por distintas vías, imponga la suya, o bien, que la influencia del poderoso, superior jerárquico y/o autoridad pese demasiado a la hora de votar.
En cuanto al evidente compromiso de Felipe Calderón con Ernesto Cordero, a pesar de que no genera ningún entusiasmo entre los panistas, se abren, al menos, tres variantes: una, el presidente definitivamente cree que Cordero es su mejor sucesor (ya sea porque su oposición a las otras dos opciones –Vázquez Mota y Creel– es absoluta o porque piensa que Cordero es el único capaz de darle seguimiento a sus políticas) y, por lo mismo, está dispuesto a apostar todo su capital (o lo que le resta) para lograrlo; dos, es una muy hábil jugada política para distraer a todos los actores políticos y, en realidad, su apuesta es a favor de Vázquez Mota, pero para darle libertad de movimiento la posiciona como alguien que llegó en contra de su voluntad; y tres, hay algún arreglo para favorecer al candidato tricolor, Enrique Peña Nieto, pues la candidatura de Cordero casi en automático asegura el desplome en las preferencias electorales del PAN y, de acuerdo con la encuesta ya citada, casi la mitad de quienes optaron por el blanquiazul como su primera preferencia eligieron a Peña Nieto como la segunda (30% manifestó que nunca cambiaría su voto, 20% no quiso revelarla y únicamente 1% eligió a AMLO). Así que, de acuerdo con dicha encuesta, el gran beneficiario de un desplome panista sería Peña Nieto.
Es casi un hecho que los panistas elegirán a Josefina Vázquez Mota como su abanderada y que ésta, conforme a las últimas encuestas (de Consulta Mitofsky y Parametría, dadas a conocer el miércoles y el jueves pasados, y muy coincidentes con el resto), arrancará en el segundo lugar con 28% de las preferencias electorales, 22 puntos abajo de Peña Nieto y apenas 6 puntos arriba de AMLO, con lo cual el segundo lugar todavía está en disputa, pues esta última diferencia se sitúa dentro de los márgenes de error.
De acuerdo con los resultados de Consulta Mitofsky, de la encuesta de octubre del año pasado a la de la primera quincena de enero de 2012, Peña Nieto perdió 8 puntos de preferencia efectiva (sin contar a los que no respondieron), Vázquez Mota ganó 5 puntos, y AMLO, 2.5.
Hoy todavía parece muy lejana la posibilidad de que Peña Nieto pierda una ventaja tan amplia (por estas mismas fechas, en el año 2000, Francisco Labastida superaba a Vicente Fox por 12 puntos, y el guanajuatense finalmente ganó por 6 puntos de diferencia; en el 2006, AMLO superaba a Felipe Calderón por 8 puntos, y en los comicios éste lo superó por apenas medio punto porcentual).
No obstante, si se mantienen las tendencias a la baja y a la alza, la elección será muy cerrada.
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