jueves, 23 de febrero de 2012

CÓMO NO PERDER EL TIEMPO (OFICIAL)

JULIO JUÁREZ GÁMIZ

Ya el tema de la spotización de las campañas empieza a perder novedad. Hasta los más férreos defensores del actual modelo de comunicación han reconocido la saturación del espacio radioeléctrico. Los efectos en el electorado se verán con el tiempo aunque hoy hasta las campañas institucionales del IFE comienzan a sacar de quicio a la sociedad mexicana. El alto grado de repetición de estos mensajes rebasa rápidamente la curva óptima de efectividad publicitaria y termina generando actitudes negativas hacia la marca (en este caso el IFE) y hacia el comercial (se los dije, se los dije, se los…).

Viene ahora un nuevo tema en la agenda del debate electoral que va más allá de una cuestión administrativa. Se trata de los bloqueos que los concesionarios de la radio y la televisión pueden hacer de las señales emitidas desde el centro del país.  En un mercado televisivo en donde la producción regional o local es prácticamente inexistente y en donde, además, la propiedad de la mayoría de las frecuencias (88%) es propiedad de Televisa o TvAzteca el tema de los bloqueos va más allá de la cuestión electoral. En un país en el que los programas son producidos en el DF y retransmitidos a lo largo y ancho del país y de acuerdo a un mercado mediático en el que el negocio se concentra en la venta de publicidad, la venta del tiempo aire para transmitir comerciales representa la principal ganancia de los concesionarios.
El bloqueo es la capacidad que tiene una estación emisora de impedir que su señal sea retransmitida íntegramente por otra frecuencia de radio o televisión. Esto significa, en materia comercial, que el pautado de comerciales que se integra a la programación de un canal nacional de televisión pueda ser sustituido por otro de factura local. Así, el medio puede vender el tiempo aire para su transmisión nacional y, de paso, revender el espacio en mercados locales al sustituir una publicidad por otra. Esta ha sido una practica común en los concesionarios de radio y televisión y ha permitido generar ingresos en la cadena nacional y en su repetidoras locales. En otras palabras, un mismo programa ayuda a vender dos anuncios de televisión en el mismo espacio.
Lo que la reforma electoral 2007-2008 introdujo e hizo obligatorio a los concesionarios el reconocer la existencia de estos bloqueos e instrumentarlos para transmitir así la publicidad de los partidos políticos en campañas federales (nacionales) y locales. Los concesionarios apelaron desde un principio a la imposibilidad técnica para bloquear su señal argumentando que en una ‘cadena nacional’ todo va empaquetado (publicidad y programación). Lo cierto es que el bloqueo ha sido una practica común entre las televisoras y que su renuencia a realizarlo tiene el claro fin de defender intereses comerciales más que una verdadera imposibilidad técnica.
En este contexto llegó la argumentación de que son 157 las estaciones que se declaran imposibilitadas para bloquear su señal. Al realizar el Comité de Radio y Televisión el nuevo mapa de frecuencias a nivel nacional, el tema volvió a levantar ámpula entre los consejeros del IFE y los concesionarios agrupados en la CIRT. No podemos olvidar el hecho de que fue, precisamente, el argumento de la imposibilidad técnica el punto central de la impugnación que hicieran los concesionarios una vez aprobada la reforma y que el Tribunal desechara en aquella emblemática sesión navideña del 24 de diciembre de 2010.
A final de cuentas se dibuja una innegable paradoja en este debate. Es incuestionable que los bloqueos constituyen la trinchera más fuerte para que los concesionarios evadan la responsabilidad de transmitir el pautado de los spots de los partidos políticos y las autoridades electorales. Pero hoy también es claro que debemos cuestionar la utilidad real de usar el tiempo oficial de acuerdo a un modelo de alta repetición y baja calidad informativa.
Aprovechemos el tiempo aire de mejor manera y establezcamos condiciones de transmisión que tomen en cuenta las necesidades de la audiencia. Hoy el ‘desperdicio’ de publicidad política es exagerado pero, a pesar de ello, regresar a la contratación ‘racional’ de espacios con dinero público sería doblemente equivocado. Hemos dado el primer paso y ahora toca darle un mejor uso al tiempo del Estado en radio y televisión.

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