sábado, 23 de enero de 2010

CENSO 2010: LO QUEN O SABREMOS

CIRO MURAYAMA RENDÓN

A pesar de que el debate público sobre la calidad del cuestionario del Censo General de Población y Vivienda 2010 apenas inició, el Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI) ha cerrado ya el listado de preguntas que se aplicarán entre el 31 de mayo y el 25 de junio próximos e incluso ha mandado a imprenta los cuestionarios. Si bien para fines del año pasado el INEGI consideró incluir sólo 23 preguntas en el cuestionario básico del censo –esto es, el que se aplicará a la totalidad de los hogares del país y captará la información de todos y cada uno de los habitantes–, finalmente el número se amplió este mes a 29 preguntas, en buena medida por los argumentos que esgrimieron diversos especialistas, como los agrupados en la Sociedad Mexicana de Demografía.
“El censo 2010 debe estar fuera de toda duda”, sostiene el titular del INEGI, Eduardo Sojo. Sin embargo, una revisión del cuestionario básico puede ayudar a conocer qué tan confiable será el censo como instrumento para generar suficiente información en áreas prioritarias. Centraré mis comentarios en cinco temas: ingreso, empleo, migración, población indígena y religión.
Ingreso. De acuerdo con Eduardo Sojo, “Con el método seguido se van a tener todas las variables que se obtuvieron en 2000, y se van a poder comparar con las variables de 2010. Este censo tiene mucho más elementos para medir la pobreza” (El Universal, 21-01-10). No obstante la afirmación transcrita, el cuestionario básico excluye la pregunta sobre el ingreso de las familias, que sí estuvo en el de hace 10 años. En el cuestionario básico de 2000 se preguntaba: “En total, ¿cuánto gana o recibe por su trabajo?” y se asentaba el monto correspondiente a la semana, quincena, mes o año de cada miembro del hogar que trabajara. ¿Cómo comparar la evolución de los ingresos del total de la población si ahora se omite la pregunta? ¿No es acaso el ingreso un determinante clave de la situación de pobreza? El titular del INEGI también considera que “el ingreso es muy difícil de captar en un censo aplicado a toda la población. Para este tema ofrece mayor confianza la Encuesta Ingreso-Gasto de los Hogares” (íbid.). Sin embargo, es conocido que esa encuesta no capta a la población de mayores ingresos, por lo cual la dimensión real de la desigualdad no se conoce. El único método para allegarse elementos para captar esa realidad es un ejercicio censal. La decisión de INEGI para no hacer preguntas sobre ingreso al total de los hogares no nos permitirá conocer la verdadera cara de la desigualdad social en el país.
Empleo. Finalmente, el INEGI accedió a meter una pregunta sobre la condición de actividad de las personas, y ésta consiste en averiguar si la persona trabajó por lo menos una hora en la semana previa al censo o tenía trabajo pero no trabajó, o buscó trabajo, o es pensionada o jubilada, o es estudiante, o se dedica a los quehaceres del hogar, o tiene alguna limitación física o mental permanente que le impide trabajar o estaba en una situación diferente a las anteriores. Pues bien, una pregunta similar se hizo en el censo de 1990 y el 20 por ciento de la población económicamente activa femenina no fue captada, pues se requiere una “pregunta de control”, que sí se aplicó en 2000. Esa pregunta de control, inmediatamente después de la anterior, indagaba si la persona había ayudado en un negocio familiar, vendió algún producto, hizo algún producto para vender, ayudó trabajando en el campo o en la cría de animales o realizó otro tipo de actividad a cambio de un pago (lavó o planchó ajeno, cuidó coches). Al desaparecer esta pregunta de control puede haber deficiencias severas, similares a las de 1990. Además, en materia de empleo no se pregunta en dónde se trabaja (el campo, una fábrica, un taller mecánico), por lo que tampoco se conocerá bien a bien la estructura ocupacional del país ni la especialización económica regional.
Migración. A diferencia del censo de 2000, no se preguntará a todos los mexicanos el municipio de residencia de hace cinco años. Así, se captará sólo movilidad de una entidad a otra, lo cual puede dar lugar a inferencias equivocadas. Por ejemplo, si alguien que vivía en la colonia Del Valle en el DF se mudó a vivir a un fraccionamiento de Huixquilucan, en realidad no es un migrante, sino que realizó un mero movimiento intrametropolitano, y sigue viviendo en la misma zona urbana, pero el censo nos dirá que emigró del DF al Estado de México.Población indígena. En este caso se consiguió que finalmente se repitieran las tres preguntas que tuvo el censo de 2000 (¿habla algún dialecto o lengua indígena?, ¿qué dialecto o lengua indígena habla? y ¿habla también español?), mas había un acuerdo inicial, surgido de la reunión nacional de investigación demográfica celebrado en Mérida en 2008, de captar pertenencia étnica en el cuestionario básico, cosa que no se hará.
Religión. Desde el pasado en el cuestionario básico se pregunta: ¿cuál es la religión?, infiriendo que todo mundo profesa una fe. Lo correcto sería preguntar si la persona tiene religión y, en caso de respuesta afirmativa, entonces cuestionar cuál. Esa deficiencia no se subsana, se repite.
Si el diseño de políticas públicas depende de la calidad de nuestra información estadística, vamos a tener serios problemas a partir de las omisiones del censo para acercarnos siquiera a conocer la realidad socioeconómica del país, sobre todo en materia de ingreso y empleo, nada más y nada menos en un país de profunda desigualdad social y con una severa crisis de empleo.

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