A Manlio Fabio Beltrones le asiste la razón al proponer un impuesto generalizado al consumo y al ingreso con tasas menores a las vigentes. Los fiscos de la mayor parte del mundo han orientado su actividad tributaria a gravar mayoritariamente el gasto, no sólo por la facilidad administrativa que implica, sino por la generosidad evidente que se descubre en el momento de medir los resultados de la recaudación. Si el objetivo consiste en lograr que todos los mexicanos contribuyamos con nuestros impuestos a financiar lo más sanamente posible el Presupuesto de Egresos, resulta entonces inadmisible que millones de contribuyentes, parapetados en la economía informal, logren escapar a nuestras leyes fiscales, tal como lo hacen, legalmente, algunas empresas poderosas del país, por ejemplo las productoras de alimentos y medicinas. ¡Por supuesto que, aun cuando parezca una paradoja, al reducir la tasa del IVA del 16 al 12%, la recaudación no sólo no se desplomará, sino que, al tratarse de un gravamen generalizado, aquella aumentará en cientos de miles de millones de pesos, con los cuales el gobierno podría satisfacer con más eficiencia las necesidades de los más necesitados. Un fisco fuerte cuenta con mayores posibilidades de acometer exitosamente una política social más justa, que un erario con las arcas absolutamente vacías. La experiencia internacional ha demostrado, hasta la saciedad, que cuando se han disminuido los gravámenes, como lo propone Beltrones, quien sugiere reducir también la tasa del ISR del 30 al 25%, la actividad económica observa una aceleración sorprendente y a la inversa, un fisco miope que pretende imponer gravámenes excesivos, sólo logra deprimirla. Acontece lo mismo con las tasas de interés: cuando éstas se bajan se calienta la economía y, al incrementarse, se enfría el proceso productivo. Si Hacienda permitiera, a título de ejemplo, la depreciación acelerada de automóviles, es evidente que tanto las personas y las empresas adquirirían más vehículos para aprovechar la ventaja fiscal, con lo cual se recaudaría más IVA, más ISAN, más ISR, se estimularía a la industria y al comercio y se contratarían más puestos de trabajo, desde el momento en que las armadoras y distribuidoras venderían muchísimos más vehículos… Beltrones debe contemplar con meridiana claridad las monstruosas devoluciones que se embolsan las empresas productoras de alimentos y medicinas al estar exentas del IVA. Las devoluciones por sus compras, a cargo de un fisco muy debilitado, significan decenas de miles de millones de pesos anuales. A los desposeídos no se les puede ayudar sangrando irresponsablemente al erario. Uno de los grandes obstáculos de la contratación de trabajadores formales lo constituye las pesadísimas cargas tributarias a las nóminas, que van del 30 al 35%, situación que orilla a cientos de miles de empresarios a contratar mano de obra informal, ilegal, y evadir a los fiscos, para poder ser más competitivos y lograr la supervivencia de sus empresas. En este esquema se sustituirían los impuestos a las nóminas por impuestos al consumo. Un gravamen adicional del 8% al consumo, o sea, 23 o 24% de IVA, permitiría extender el seguro de invalidez y el de vida a 41 millones de trabajadores en comparación con 14 millones que hoy lo disfrutan; facilitaría la contratación de decenas de millones de trabajadores incorporándolos a la formalidad para poder disfrutar legalmente de las prestaciones del IMSS y del Infonavit; se protegería a todos los trabajadores asalariados con un seguro de desempleo; se reducirían los costos laborales de carácter tributario de aproximadamente 800 mil empresas legalmente establecidas; se facilitaría la legalización de cientos de miles de empresas que ya podrían acceder al crédito y a la banca; se incorporarían 26 millones de trabajadores al sector formal con las consecuentes ventajas en el ahorro nacional a través de las afores y se contaría con muchos más recursos para atender a los desposeídos. En síntesis, al desplomarse el costo de contratación legal de trabajadores se disparará la creación de empleos, y se rescataría al IMSS de la quiebra. Cada mexicano asalariado podría tener su propia cuenta de afore. Una maravilla, ¿no..? Beltrones tiene razón. Ahora a luchar en contra de los demagogos e ignorantes…
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