jueves, 14 de enero de 2010

DECÁLOGO POLÍTICO A DISCUSIÓN

FERNANDO SERRANO MIGALLÓN

Para cerrar el año pasado, turbulento y contradictorio, el Presidente remitió al Congreso una serie de propuestas que constituyen un intento por alcanzar la reforma política que los mexicanos hemos tratado de conseguir durante los últimos cuarenta años.
Es un decálogo: I. Reelección consecutiva de alcaldes y delegados hasta por 12 años. II. Reelección consecutiva de legisladores federales hasta por 12 años. III. Reducción a 96 el número de senadores y a 400 el de los diputados. IV. Mínimo de 4% de la votación total por partido para la conservación de registro. V. Facultad de iniciativa de ley a los ciudadanos. VI. Candidaturas independientes a cargos de elección popular. VII. Segunda vuelta electoral para la Presidencia de la República. VIII. Facultad de Iniciativa a la Suprema Corte de Justicia de la Nación. IX. Facultad al Ejecutivo para presentar dos iniciativas preferentes. X. Incorporar el veto parcial del Ejecutivo al Congreso.
En las décadas de 1960 y 1970 el Estado mexicano entró en la búsqueda de una identidad política que respondiera a la realidad de un México urbano, plural y con fuertes presiones demográficas. En ese entonces, se quiso incorporar al movimiento democrático muchas voces que, desde la disidencia, se habían hecho sentir en la vida política; fue ampliado el número de legisladores y se diversificó la oferta electoral con los diputados de partido. Treinta años después, se demostró su eficacia: por primera vez en la historia, un ciudadano de la oposición política alcanzó la primera magistratura.
Las decisiones tomadas entonces al respecto, parecen no coincidir con las necesidades contemporáneas. Todo indica que los mexicanos preferimos perfeccionar nuestra Norma Suprema que elaborar un nuevo pacto político. Si el aspecto de la democracia electoral puede considerarse en vías de perfeccionamiento, pero completo en sí mismo, no puede decirse de la participación ciudadana y de la rendición de cuentas y la transparencia en los procesos políticos. Así, lo que fue la apertura democrática a los partidos terminó en el distanciamiento de los ciudadanos, con la consecuente pérdida de su representatividad.
Entre las decisiones políticas fundamentales que los mexicanos hemos tomado en los 200 años de nuestra vida independiente, forman el núcleo de nuestra Constitución: carácter laico del Estado, federalismo, democracia, presidencialismo y representatividad. Por ello, no podemos sino entrar al debate serio de tales propuestas y para hacerlo es necesario reunir nuestra información, comprender la formación de nuestro Estado y lanzar las correspondientes prospectivas. Es verdad que hay temas muy urgentes, pero todos ellos están relacionados, de un modo u otro, con esta estructura de gobierno nuestra que no parece, siempre, estar en condiciones de dar las respuestas adecuadas. A ello nos abocaremos en los próximos días.

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