A Alejandro Martí: por tu contagiosa lucha para conquistar el futuro. La sociedad mexicana ha evolucionado a un ritmo mucho más acelerado que el gobierno dividido en sus tres conocidos poderes: el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. La nación, mucho más madura y avanzada que la autoridad, exige cambios radicales que ésta se niega a oír y a ejecutar por estar abiertamente reñidos con sus intereses, actitud reaccionaria y retrógrada que evidencia la ausencia de representación política de los ciudadanos, quienes con nuestros impuestos financiamos el establishment que ignora paradójicamente nuestras peticiones. Los mexicanos sostenemos el aparato administrativo con el ahorro público sólo para que funcionarios, jueces y legisladores nos den la espalda en los recintos legislativos, en las oficinas palaciegas o en las salas en donde supuestamente se imparte justicia. La ciudadanía exige la segunda vuelta electoral, el plebiscito, el referéndum, la cancelación inmediata de los plurinominales, la reforma del Estado, la reducción del número de diputados y senadores, así como de sus escandalosas dietas, la disminución del financiamiento a los partidos, los ajustes a la baja de los sueldos y gastos de los empleados judiciales y de las instancias electorales, la reelección de presidentes municipales y de representantes populares, además de otras exigencias puestas sobre las mesas opulentas en donde despachan y se despachan… ministros, magistrados, secretarios de Estado, legisladores, además de otros funcionarios de diversas jerarquías. La autoridad no oye, no siente, no ve, no responde, no reacciona, instalada en la insolencia y en el desprecio a quienes todo le debe. ¡La nación finalmente se ha convertido en un fantasma con el que ya no se espanta a nadie! ¿Qué herramienta mágica se encuentra al alcance de la mano de esta sociedad ignorada y despreciada, víctima de la altivez, la altanería, la soberbia y la insolencia de los gobernantes? No nos quebremos la cabeza: el voto nulo, aquel que el ciudadano intencionalmente produce cuando tacha rabioso toda la boleta electoral para mostrar su repulsa a la autoridad. ¿Consecuencias políticas y electorales de esta decisión? Cuando una casilla registra 20% de los votos anulados, es decir, tachados, no arrojados a las urnas en blanco, dicha casilla, por disposición legal, debe ser anulada. Para que un distrito sea anulado se requiere 20% de las casillas anuladas y finalmente si 20% de los distritos se anulan la votación será inválida, lo cual puede abarcar, obviamente, la elección del mismísimo Presidente de la República para abajo. ¿No es una maravilla? La ciudadanía harta ad nauseam cuenta con este mágico recurso para hacer valer su poder por la vía legal: la tercera revolución pacífica que todos deseamos. En las elecciones intermedias de 2009, los votos nulos o blancos sumaron un millón 839 mil 971, lo que significó 5.39% del total de sufragios emitidos, cifra superior a la obtenida por partidos como el PT, Convergencia, Nueva Alianza y el PSD. El voto nulo se convirtió en la quinta fuerza política del país. De acuerdo a lo anterior, de lo que se trata es de multiplicar exponencialmente dicho 5.39% a porcentajes superiores a 20 a 30%, de modo que las elecciones locales o federales se anulen en el caso de que el gobierno no se someta a las condiciones impuestas por la sociedad. Al grano: el electorado impone la agenda con antelación a los comicios exigiendo a la actual Legislatura los cambios necesarios para liberar al país de sus secuestradores: los actuales gobernantes. Para alcanzar dichos objetivos se deben crear, a lo largo y ancho del país, sociedades civiles que llevarían el nombre de Voto Nulo, SC. Estas organizaciones ciudadanas no lucrativas tendrían como objetivo social convocar a la ciudadanía a tachar las boletas electorales el día de los sufragios si antes no se ejecutaron los cambios legislativos solicitados. Las casas encuestadoras podrían dar fe del número de personas reclutadas y convencidas de la importancia de tachar sus boletas con el ánimo de anular la elección e impedir que los candidatos accedan al poder en contra de la voluntad popular que finalmente se hará valer. De esta suerte, el gobierno se percatará de la existencia de una sociedad organizada y eficiente que igual da poderes que los revoca. Si el padrón federal refleja la existencia de 77 millones de electores, entonces se requieren, cuando menos, 16 millones de mexicanos que tachen las boletas. ¿No somos muchos más de 16 millones los que estamos hartos de los abusos, la indolencia y el caos..? Es la hora de tomarnos de la mano… Nosotros, los gobernados, somos quienes mandamos. ¡Hagamos la prueba!
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