Cuando Barack Obama llegó a la presidencia, dejando atrás una estela de brutalidades, incomprensiones y arbitrariedades generadas por los ideólogos neoconservadores de Bush, el mundo vio con firme esperanza, la llegada de un político inteligente, intuitivo, dialogante que buscaba redefinir la visión de los Estados Unidos en el mundo y ubicar a su país en un contexto emergente diferente en el nuevo siglo. Se dijo entonces que Estados Unidos no proseguiría por una guerra global contra el terrorismo y que por ende el islam no era su enemigo; que la superpotencia iba a la búsqueda de una paz duradera entre Israel y Palestina a través de su mediación; que no se buscaría un enfrentamiento violento con Irán por su programa nuclear; que la campaña de contra insurgencia contra los talibán en Afganistán debería llevar un aliento político más que predominantemente militar; que Estados Unidos intentaría relanzar una política de diálogo y buena vecindad con América Latina y el Caribe y que abriría canales de comunicación con el Gobierno de Cuba a través de medidas que beneficien al pueblo de la isla; que Estados Unidos debería reducir significativamente su armamento nuclear y con Rusia, proseguiría la búsqueda de un mundo libre de armas nucleares; que para atender los problemas globales, China debe ser tratada no solamente como un socio económico sino como un par geopolítico; que las relaciones con la Rusia de este siglo deben mejorarse a través de un diálogo constante que acepte las realidades en que están inmersos estos países en el mundo; y que la relación trasatlántica debía profundizarse y alcanzar un significado particularmente diferente a las profundas diferencias que generó la obsecuente política de Bush.
Con esta enunciación de Brzezinski, de la reconceptualización de la política exterior norteamericana, cundió el entusiasmo en casi todos los rumbos del planeta, inclusive Chávez, Castro, Ayaminejad lo festejaron. Por ello, el comité noruego compuesto por cinco miembros con voto y un secretario permanente no dudó en elegirle al Nobel de la Paz. Hubo una coincidencia entre la fecha en que se cerraba el plazo para presentar aspirantes al premio y el día en que ascendió al poder en Noruega como jefe de su diplomacia T. Jagland y ese fue el mes de enero del año pasado. El canciller tomó para sí la candidatura de Obama, apoyado por los laboristas.
Todo lo que aconteció después hasta el 10 de diciembre no afectó a la candidatura. Así Obama esbozando sus propósitos de política exterior, obtuvo un premio que los analistas consideran, por lo menos, prematuro. Cuando Teodoro Roosevelt obtuvo el premio Nobel en 1906, ya había mostrado sus buenos oficios para lograr la paz en la guerra ruso-japonesa de 1905. Cuando Woodrow Wilson en 1919 recibió el Nobel, ya había ido a Versalles a presentar sus 14 puntos y a impulsar su proyecto de la Sociedad de las Naciones. Cuando James Carter obtuvo el mismo premio en el 2002, ya era un estadista que lo habría logrado avanzar en el problema del Medio Oriente, logrando los acuerdos de Campo David.
Si quedaba alguna duda del error de la designación, el propio Obama en su discurso de aceptación incurrió en graves aseveraciones. Hace referencia a pacifistas como Martin Luther King ("como consecuencia directa de su causa, soy un testimonio vivo de la no violencia") y también de M. Ghandi, más el peso de su mensaje fue la exaltación de lo que él entiende como "guerra justa". Hacía sólo unos días que había decidido enviar, a 30 mil soldados adicionales a Afganistán. Sostuvo que se reserva el derecho de ir unilateralmente a la guerra en defensa de los intereses de su país y en una interpretación "pequeña" de la historia dice que "Estados Unidos ha ayudado a reforzar la seguridad global durante más de seis décadas con la sangre de nuestros ciudadanos y la fuerza de nuestras armas". Sin precisar cuáles son las intervenciones justas, citó a los Balcanes y Corea pero omitió Vietnam, Irak y el apoyo dado a los muyahidines afganos, a los que ahora combate; asimismo, olvidó la participación de su país en numerosos golpes militares en el mundo, en especial en América Latina y el respaldo implícito que a hechos consumados dio tras el golpe de Estado en Honduras. Obama no pudo sacudirse de la terminología bushiana y justificó el uso de la fuerza en que, "el mal existe en el mundo".
Resta para la siguiente colaboración un análisis de la "guerra justa", término acuñado por Vitoria en el siglo XVI, el Padre del Derecho Internacional.
Con esta enunciación de Brzezinski, de la reconceptualización de la política exterior norteamericana, cundió el entusiasmo en casi todos los rumbos del planeta, inclusive Chávez, Castro, Ayaminejad lo festejaron. Por ello, el comité noruego compuesto por cinco miembros con voto y un secretario permanente no dudó en elegirle al Nobel de la Paz. Hubo una coincidencia entre la fecha en que se cerraba el plazo para presentar aspirantes al premio y el día en que ascendió al poder en Noruega como jefe de su diplomacia T. Jagland y ese fue el mes de enero del año pasado. El canciller tomó para sí la candidatura de Obama, apoyado por los laboristas.
Todo lo que aconteció después hasta el 10 de diciembre no afectó a la candidatura. Así Obama esbozando sus propósitos de política exterior, obtuvo un premio que los analistas consideran, por lo menos, prematuro. Cuando Teodoro Roosevelt obtuvo el premio Nobel en 1906, ya había mostrado sus buenos oficios para lograr la paz en la guerra ruso-japonesa de 1905. Cuando Woodrow Wilson en 1919 recibió el Nobel, ya había ido a Versalles a presentar sus 14 puntos y a impulsar su proyecto de la Sociedad de las Naciones. Cuando James Carter obtuvo el mismo premio en el 2002, ya era un estadista que lo habría logrado avanzar en el problema del Medio Oriente, logrando los acuerdos de Campo David.
Si quedaba alguna duda del error de la designación, el propio Obama en su discurso de aceptación incurrió en graves aseveraciones. Hace referencia a pacifistas como Martin Luther King ("como consecuencia directa de su causa, soy un testimonio vivo de la no violencia") y también de M. Ghandi, más el peso de su mensaje fue la exaltación de lo que él entiende como "guerra justa". Hacía sólo unos días que había decidido enviar, a 30 mil soldados adicionales a Afganistán. Sostuvo que se reserva el derecho de ir unilateralmente a la guerra en defensa de los intereses de su país y en una interpretación "pequeña" de la historia dice que "Estados Unidos ha ayudado a reforzar la seguridad global durante más de seis décadas con la sangre de nuestros ciudadanos y la fuerza de nuestras armas". Sin precisar cuáles son las intervenciones justas, citó a los Balcanes y Corea pero omitió Vietnam, Irak y el apoyo dado a los muyahidines afganos, a los que ahora combate; asimismo, olvidó la participación de su país en numerosos golpes militares en el mundo, en especial en América Latina y el respaldo implícito que a hechos consumados dio tras el golpe de Estado en Honduras. Obama no pudo sacudirse de la terminología bushiana y justificó el uso de la fuerza en que, "el mal existe en el mundo".
Resta para la siguiente colaboración un análisis de la "guerra justa", término acuñado por Vitoria en el siglo XVI, el Padre del Derecho Internacional.
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