martes, 12 de enero de 2010

LA RUTA DEL FRACASO

MARÍA AMPARO CASAR

¡Algunos nos la creímos! El 2010 podía ser el año de la concordia. Pero, nada más abrir el año y somos testigos del primer pleito. El pretexto: el alza de 1% de las gasolinas.El PRI condena el aumento de precios y amenaza con bloquear la reforma política porque el Presidente no escucha. El PRD se deslinda y acusa al PRI-AN de aliarse en contra de la economía popular. El gobierno afirma que el alza es una medida necesaria, responsable y producto del diálogo y el acuerdo con otras fuerzas políticas, particularmente con el PRI. Declaraciones: muchas. Argumentos: pocos Como siempre la discusión se sale del terreno de la racionalidad económica y social para situarse en una lógica política que no lleva sino a enrarecer el ambiente en un año en el que si algo hace falta son acuerdos.No se discute si el alza es una medida adecuada para dejar de subsidiar a los sectores de mayores ingresos que son los que mayor uso hacen de este recurso energético y utilizar los recursos de ese enorme subsidio para mejores propósitos. Tampoco se discute si disminuir ligeramente el subsidio podría desincentivar el consumo de gasolina que ha venido creciendo de manera sistemática con la consecuencia de que cada vez tenemos que importar más gasolina para cubrir la creciente demanda. Menos aún se pone a discusión qué harán los gobernadores con los 24 mil millones de pesos que recibirán como producto del aumento en el precio de la gasolina. Peor aún, ni siquiera se discute la manera de evitar que el alza del combustible se use como pretexto para elevar los precios de otros artículos, estos sí de la canasta básica de consumo.Lo grave de este primer pleito no es la medida en sí misma sino lo que ella revela de la clase política y que ya se nos hizo costumbre.Si revisamos la ruta que han seguido la mayor parte de las reformas en los últimos tiempos veremos una secuencia como la siguiente: Primer paso, el Ejecutivo lanza una iniciativa de reforma. Segundo paso, la oposición la encara con una de tres actitudes: "la iniciativa es insuficiente" (cliché totalizador), "trastoca los fundamentos del Estado mexicano" (cliché nacionalista-revolucionario), va en contra del interés de las mayorías o de la economía popular (cliché populista). Tercer paso, se da entrada a la iniciativa y comienza el mercadeo. Cuarto paso, se aprueba una iniciativa totalmente desfigurada y ajena a sus propósitos iniciales. Quinto paso, el Ejecutivo agradece al Congreso y anuncia la decisión o bien como un triunfo histórico o bien como "la mejor reforma posible". Sexto paso, la oposición se deslinda de los efectos perversos de la iniciativa y/o de su inutilidad. Séptimo paso, se anuncia la necesidad de otra reforma, ahora sí la definitiva. Total, el clásico y mexicanísimo "sí pero no".Lo anterior refleja la manera de hacer política: declaraciones e insultos en lugar de debate público, confrontación en lugar de cooperación, democracia improductiva en lugar de pluralismo provechoso.Si la tónica de la relación entre el gobierno y la oposición va a ser la que augura este primer pleito del año y que confirma la ruta de las negociaciones previas habrá pocas esperanzas de que la agenda del 2010 llegue a buen puerto.La mayoría de las decisiones que este año se tienen que tomar requieren de la cooperación entre el Congreso y el Presidente. Sin ella no habrá las reformas necesarias y prometidas. Solemos tener memoria corta pero es demasiado pronto para olvidar que para el primer semestre las fuerzas políticas se habían comprometido a discutir y resolver cuando menos dos reformas: la política y la fiscal. Esta última tendrá consecuencias mucho más graves sobre el bolsillo de los mexicanos que el deslizamiento del precio de las gasolinas y será presa fácil de los dogmas del nacionalismo revolucionario o del populismo. Así que si esperábamos acuerdos no hay buenos augurios. Seguiremos conformándonos con pequeños ajustes, que lleven a la necesidad de nuevos ajustes, que se prometerán año tras año y se abandonarán con la misma facilidad que se prometieron.Y no, no se trata de que nuestro sistema no forme mayorías ni que los gobiernos divididos provoquen un estancamiento institucional. Brasil, el país más citado últimamente lo mismo por políticos que por analistas, lleva años con un Congreso dividido y según ellos mismos está tomando las decisiones correctas. Se trata de una clase política, de una coalición gobernante con poca o nula visión de país.

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