jueves, 21 de febrero de 2013

CONAGO*


JORGE ALCOCER

Por vez primera desde el relevo presidencial, ayer tuvo lugar, en Chihuahua, la reunión de la Conferencia Nacional de Gobernadores (Conago), singular sindicato de ejecutivos estatales del que también forma parte el jefe de Gobierno del DF.

Los antecedentes de la Conago se remontan al segundo semestre del año 1999, cuando los entonces gobernadores de Puebla, Tabasco y Quintana Roo buscaron convencer a los de otros estados, gobernados por el PRI, de hacer un frente común para impulsar cambios en las fórmulas de distribución de fondos federales e imponer reglas para la selección del candidato presidencial de ese partido. Enterado del asunto, el presidente Zedillo instruyó al secretario de Gobernación para hablar con los gobernadores y dar cauce a sus pretensiones, sin admitir que formaran un bloque.

Zedillo argumentó a su favor el contenido de la Constitución, que establece lo siguiente:

"Artículo 117.- Los Estados no pueden, en ningún caso: I.- Celebrar alianza, tratado o coalición con otro Estado ni con las potencias extranjeras".

En pocas palabras, los Estados de la Federación, es decir sus poderes locales y sus órganos de gobierno, tienen impedido formar, entre ellos, alianzas, establecer tratados o celebrar coaliciones, así le llamen "conferencia".

Pero en diciembre de 2000 se concretó la primera alternancia y el PAN llegó a Los Pinos de la mano de Vicente Fox. En enero de 2001, el gobernador del Estado de México, Arturo Montiel, retomó la idea de formar un bloque de gobernadores, solamente del PRI, para hacer un frente común ante el nuevo gobierno y negociar un trato diferente al de antaño; para tal fin presentó a sus colegas un proyecto de acta constitutiva y estatutos para crear una asociación civil que no violara lo establecido en el texto constitucional antes citado.

Ante tal situación, Santiago Creel, secretario de Gobernación, se reunió con los gobernadores del PRI para analizar el proyecto de Arturo Montiel. El acuerdo al que se llegó fue que el Ejecutivo federal daría su anuencia a la creación de la Conago, a condición de que en ella participaran los gobernadores de todos los estados y el jefe de Gobierno del DF. Para darle la vuelta a la prohibición constitucional, se acordó que la Conago sería una instancia informal y deliberativa, que presentaría propuestas y recomendaciones tanto al Presidente como al Congreso de la Unión; la presidencia del sindicato de gobernadores sería rotativa y se formarían comisiones de trabajo sobre diversos temas del federalismo.

La Conago se institucionalizó en los meses siguientes, hasta convertirse en un foro para la negociación entre los gobiernos estatales y el Ejecutivo federal; aunque su peso e influencia sobre las Cámaras del Congreso de la Unión ha sido marginal, entre otras razones por la resistencia de los coordinadores parlamentarios en admitir la injerencia de los gobernadores en las decisiones legislativas.

La Conago fue producto directo de la primera alternancia; es posible afirmar que en el año 2000 un Presidente priista se hubiese opuesto, como lo había hecho en su momento Ernesto Zedillo, a la pretensión de formar una alianza de gobernadores, así fuese con el pretexto de apoyarlo. La balcanización del poder político que se vivió durante los siguientes 12 años no surgió de las alternancias locales; tiene su causa primordial -a partir del año 2000- en la ruptura de los mecanismos metaconstitucionales (Carpizo) de control que por décadas distinguieron las relaciones entre el Presidente y los ejecutivos locales.

En esta segunda alternancia cabe la pregunta sobre las formas que habrán de marcar el trato entre el presidente Peña Nieto y los ejecutivos estatales, empezando por los de su propio partido. Es evidente que para restablecer el mando presidencial es indispensable terminar con la balcanización de los poderes locales y con la feudalización municipal. En ese contexto el Presidente tendrá que definir el papel y las atribuciones que está dispuesto a reconocer para la Conago.

Restaurar el presidencialismo autoritario no solo parece imposible, sino también indeseable; sin embargo, proseguir con lo vivido en los años anteriores, con un Ejecutivo maniatado por presiones de todo tipo y desde varios frentes, sería igualmente indeseable.

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