viernes, 24 de mayo de 2013

REELECCIÓN, HIPERPRESIDENCIALISMO Y DEBILIDAD INSTITUCIONAL*

DANIEL ZOVATTO

El inicio, el día de hoy, del tercer período de Rafael Correa como Presidente del Ecuador (el segundo dentro de la Constitución vigente),  y la intención de los Presidentes Evo Morales y Juan Manuel Santos -comunicadas ambas durante los últimos días-, de buscar sus respectivas reelecciones en el 2014, evidencia que la fiebre reeleccionista en la región goza de muy buena salud.
Los deseos reeleccionistas del Presidente Morales recibieron un fuerte espaldarazo de parte del Tribunal Constitucional (TC) y del Congreso. Por su parte, el Ejecutivo boliviano acaba de promulgar, el pasado lunes 20 de mayo, la ley que permitirá al presidente Morales presentarse a las elecciones para buscar un tercer mandato en el 2014 que le convertiría, de ser elegido, en el presidente que más tiempo ha gobernado este país andino. Empero, la aprobación de la ley y la sentencia del TC son rechazadas por la oposición, que considera que se está vulnerando la Constitución y califica la decisión de “golpe a la democracia”.
De concretarse, ambos intentos reeleccionistas se unirían a una larga lista de presidentes que han hecho lo mismo en América Latina, muchos de los cuales (pero no todos) forman parte del ALBA y del “socialismo del siglo XXI”. Las recientes reelecciones de Hugo Chávez, en octubre de 2012, y de Rafael Correa, en febrero de 2013, precedidas por las reelecciones de Cristina Fernández de Kirchner y de Daniel Ortega, en octubre y noviembre de 2011, respectivamente, no han hecho sino reforzar una tendencia general en la región: los mandatarios en ejercicio aspiran a seguir en el poder durante uno o varios periodos más (o de manera indefinida) y, en la mayoría de los casos, resultan reelectos y lo hacen con victorias contundentes, muchas veces en la primera vuelta y con mayoría absoluta en el Parlamento.

Auge del reeleccionismo en América Latina
En los años ochenta, con el retorno de la democracia a la región, salvo en Cuba, Nicaragua, República Dominicana y Paraguay, en ningún país latinoamericano el presidente podía reelegirse de forma continua. No fue sino hasta mediados de los años noventa cuando en la mayoría de los países de América Latina empezó a triunfar la tendencia reeleccionista que se prolonga hasta la actualidad. El Perú de Alberto Fujimori, en su Constitución de 1993, y la Argentina de Carlos Menem, tras la reforma constitucional de 1994, introdujeron la reelección continua (dos mandatos seguidos).
Estos dos países iniciaron una tendencia que fue extendiéndose en numerosos países latinoamericanos: se unirían pronto Brasil en 1997 y Venezuela en 1999, país que, luego, en la posterior enmienda de 2009, aprobada mediante referéndum del 15 de febrero, introdujo la reelección indefinida. Y más recientemente, en la década pasada, las reformas constitucionales en República Dominicana (2002), Colombia (2005), Ecuador (2008), Bolivia (2009) y Nicaragua (2009) fortalecieron esta tendencia reeleccionista.

Modalidades
La reelección puede estar permitida o prohibida en términos absolutos o relativos y, como tal, da lugar a cuatro fórmulas principales y a una variada combinación entre ellas: 1) reelección indefinida; 2) reelección inmediata y prohibición de la reelección para períodos siguientes; 3) prohibición de la reelección inmediata y autorización de la reelección alterna, y 4) prohibición absoluta de la reelección.
Catorce de los 18 países permiten la reelección, si bien con modalidades diversas. Venezuela, es el único país que permite la reelección indefinida. En seis países —Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Nicaragua (por sentencia de la Corte Suprema de Justicia) y Ecuador— la reelección consecutiva está permitida, pero no de manera indefinida (sólo se permite una reelección). En otros siete casos sólo es posible después de transcurrido al menos uno o dos mandatos presidenciales: Chile, Costa Rica, El Salvador, Panamá, República Dominicana, Perú y Uruguay. Sólo cuatro países prohíben de manera absoluta cualquier tipo de reelección: México, Guatemala, Honduras y Paraguay.
La reelección continua o inmediata es una modalidad que suele favorecer –sobre todo en los últimos años– al partido oficialista y/o al presidente en el poder. Desde que se iniciaron las transiciones a la democracia en la región, hace ya 35 años, todos los presidentes que buscaron reelegirse lo lograron, menos dos: Ortega en Nicaragua, en 1990, y Mejía en República Dominicana, en 2004.

Una tema complejo y polémico
La reelección es un tema muy controversial. Desde el punto de vista de la conveniencia o el perjuicio de la reelección, existe un debate de nunca acabar, en el que suele incurrirse en confusiones importantes (no se hace distinción entre sistemas presidenciales y parlamentarios), o en el que se desconocen las diferencias de cultura política (entre el presidencialismo estadounidense y los latinoamericanos, por ejemplo), las cuales desempeñan un papel crucial en este tema.
Los críticos sostienen que la reelección expone al sistema político al riesgo de una “dictadura democrática” y refuerza la tendencia hacia el liderazgo personalista y hegemónico inherente al presidencialismo. Los defensores de la reelección, por el contrario, argumentan que ésta permite aplicar un enfoque más “democrático”, en la medida en que posibilita a la ciudadanía elegir con mayor libertad a su presidente y responsabilizarlo por su desempeño, ya sea premiándolo o castigándolo según sea el caso.
El debate sobre la reelección en general se ha traslado en los últimos años al tema de la reelección indefinida. Sus defensores argumentan que en la medida en que sus propios partidos confirmen sus liderazgos y la ciudadanía los vote elección tras elección,  la reelección indefinida de una misma persona no es antidemocrática.
En mi opinión esto es cierto en un sistema parlamentario, pero no en uno presidencial, ya que en este último la reelección indefinida refuerza la tendencia hacia el liderazgo personalista y hegemónico inherente al presidencialismo y expone al sistema político al riesgo de una “dictadura democrática” o bien a un sistema autoritario a secas. Las nefastas experiencias reeleccionistas de Anastasio Somoza, en Nicaragua; Alfredo Stroessner, en Paraguay; y Joaquín Balaguer; en República Dominicana, así lo testimonian.
Además, la reelección indefinida suele atentar contra los principios de igualdad, equidad e integridad en la contienda electoral, al dar lugar a un ventajismo indebido a favor del presidente en funciones, en desmedro de los demás candidatos. La campaña electoral venezolana del pasado mes de octubre en la cual fue reelecto Chávez, es un claro ejemplo de esta patología.
Las conclusiones de un reciente seminario sobre el tema señalan que, en numerosos casos, la figura de la reelección presidencial en América Latina se ha caracterizado por ser más desafortunada que afortunada, puesto que ha servido para que algunos gobernantes pretendan permanecer de modo indefinido y hasta perpetuarse en el poder, ya sea por sí o por otros.
En dicho seminario hubo consenso, asimismo, en que los riesgos asociados con la reelección presidencial suelen estar directamente relacionados con el grado de institucionalidad de cada país: en aquellos con institucionalidad fuerte, los riesgos de una desviación patológica son menores, y son mayores en aquellos países con institucionalidad débil.
La institucionalidad fuerte se caracteriza por la existencia tanto de poderes públicos independientes del Ejecutivo, sobre todo el Poder Judicial, así como por un sistema de partidos políticos competitivos e institucionalizado.
Por otro lado, como lo demuestra la experiencia comparada latinoamericana, en países con institucionalidad débil la reelección indefinida, e incluso la inmediata, del presidente ha servido para concentrar el poder político en el Ejecutivo, con grave afectación al principio de división de poderes y sobre todo a la independencia de los órganos del poder público, a los cuales les corresponden funciones de control tanto jurisdiccional como político. Venezuela, Ecuador, Bolivia  y Nicaragua son algunos ejemplos de esta tendencia.

Tendencias reeleccionistas en la región en los próximos años
Durante los últimos cuatro años (2009-2012) 17 de los 18 países de América Latina celebraron elecciones presidenciales. En todos ellos, los presidentes que buscaron su reelección la obtuvieron. A partir de este año la región inicia un nuevo rally electoral, ya que entre 2013 y 2019 todos los países irán nuevamente a las urnas para elegir o reelegir a su presidente y, como es posible observar, América Latina vivirá una nueva ola reeleccionista.
En lo que se refiere al reeleccionismo en América Latina, la coyuntura política actual evidencia la existencia de tres tendencias principales, a saber:
1. Presidentes en el poder que buscarán la reelección continua
Ha sido el caso de Correa, quien fue electo en 2006 y reelecto bajo una nueva Constitución en 2009 y, nuevamente, el pasado mes de febrero. También es el caso de Morales, electo en 2005, reelecto en 2009, con cambio constitucional incluido, y quien buscará su reelección en el 2014.
Además, todo indica que Rousseff aspirará a la reelección en 2014, pues su popularidad y su gestión la sitúan como la candidata natural del PT. De no hacerlo, se rumora que quien intentaría regresar al poder sería el ex presidente Lula. Santos, como ya señalamos, también anunció su intención de reelegirse en 2014. El caso de Cristina F. de Kirchner, quien fue reelecta en 2011 es diferente. En términos constitucionales, no puede reelegirse para un tercer periodo. Ella no ha expresado su intención de ser reelecta, pero su círculo más cercano apuesta claramente a este objetivo: “Cristina eterna”. Todo depende de lo que ocurra en las elecciones legislativas de octubre de 2013.
2. Y volver, volver, volver…
Será el caso de Bachelet en Chile, quien ocupó el cargo entre 2006 y 2010; de Vázquez en Uruguay, quien en 2005 llevó al izquierdista Frente Amplio al poder; o de García (presidente en 1985-1990 y 2006-2011) y Toledo (2001-2005) en Perú para los comicios de 2016.
Además, Saca, presidente salvadoreño entre 2004 y 2009, ha lanzado su candidatura como líder del Movimiento Unidad, fuerza que compite con los grandes partidos del país, ARENA (su antigua agrupación) y el FMLN.
3. Reeleccionismo conyugal
Históricamente hubo casos en América Latina de esposas que sucedían a sus maridos presidentes debido a la muerte prematura del líder (María Estela Martínez de Perón, en la Argentina de 1974) o porque eran herederas directas de su liderazgo político (Mireya Moscoso en Panamá) o de su liderazgo social (Violeta B. de Chamorro en Nicaragua).
Pero, desde hace algunos años, nos encontramos ante un nuevo fenómeno: la reelección conyugal. Néstor Kirchner puso de moda esta tendencia en 2007, al ser electa su esposa Cristina Fernández. En la actualidad dos mujeres de presidentes o ex presidentes pueden aspirar a continuar la obra de su esposo.
En Perú aparece con fuerza la figura de Nadine Heredia, esposa del Presidente Humala, aunque para que ello ocurra debería haber una reforma que comportara una nueva interpretación de la normativa electoral. Y en América Central, tras el fracaso de Sandra Torres en Guatemala —quien trató infructuosamente de ser candidata a la presidencia (incluso se divorció de su esposo, el ex presidente Colom, para eludir los impedimentos constitucionales) —, Xiomara Castro, esposa de Zelaya, presidente de Honduras entre 2006 y 2009, se alza como la candidata de la izquierda para los comicios de noviembre de este año.

Reflexión final
En estos treinta y cinco años de recorrido democrático, América Latina pasó de ser (al inicio de la Tercera Ola Democrática) una región de fuerte vocación anti reeleccionista a una claramente pro reelección. La actual fiebre reeleccionista (muy pocos están dispuestos a dejar el poder y muchos de los que se fueron desean regresar), en mi opinión, es una mala noticia para una región como la nuestra caracterizada por la debilidad institucional, la personalización creciente de la política, la crisis de los partidos y el hiperpresidencialismo.
En estos tres décadas y media de vida democrática en la región hemos podido observar a presidentes que manipularon y reformaron las constituciones a su favor y otros que, en cambio, respetaron la institucionalidad vigente. Los del primer grupo (Menem, Cardoso, Fujimori,  Mejía, Chávez, Morales, Correa y Uribe) cambiaron las reglas del juego una vez en el poder para impulsar reformas constitucionales que les permitieran ser reelectos. Los del segundo grupo (Lula, Vásquez, Lagos o Bachelet, entre otros) en cambio, pese a los altos índices de popularidad con que acabaron sus mandatos, no trataron de forzar la institucionalidad y respetaron la letra de la Constitución.

Resumiendo: El fortalecimiento y la consolidación de nuestras aún frágiles democracias no pasan por líderes carismáticos y providenciales. Ya lo dijo el ex presidente Lula: “Cuando un líder político empieza a pensar que es indispensable y que no puede ser sustituido, comienza a nacer una pequeña dictadura”.
En mi opinión, el camino a seguir es otro: mediante la participación madura y activa de los ciudadanos; con instituciones legítimas, transparentes y eficaces; con la existencia de un sistema de frenos y balances entre los poderes, con liderazgos democráticos y una sólida cultura cívica.

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