martes, 23 de julio de 2013

INTERROGANTES*

MARÍA AMPARO CASAR

Los números reportados no favorecen la visión de un buen desempeño del gobierno. Bancos, organismos internacionales, calificadoras, corredurías y organizaciones empresariales han ajustado a la baja más de una vez las proyecciones de crecimiento del PIB mexicano para 2013. Del 3.5% a inicios del año, han disminuido al 2.7%. La inversión extranjera y nacional no fluye al ritmo esperado. El gasto público se ha ejercido a una tasa menor a la anticipada. La inflación supera las previsiones en particular en los productos alimentarios. La generación de empleos formales terminó el semestre con un desplome. Son estos indicadores los que explican la caída en la popularidad del presidente Peña Nieto de 55% en marzo a 45% en junio (GEA-ISA, 11-07-13). Los alarmantes indicadores de percepción de violencia y corrupción se han mantenido en los mismos niveles o han aumentado y el aprecio por las instituciones es cada vez menor.

Urge romper esta inercia. No porque la popularidad del Presidente importe demasiado, sino porque México tiene el potencial y la necesidad de crecer.

Sin embargo, el gobierno federal y el partido gobernante parecen estar instalados en la siguiente lógica: las reformas energética y fiscal son indispensables para impulsar la economía, si se rompe el Pacto estas reformas no saldrán adelante, si no salen no habrá inversión, ni crecimiento, ni empleo, ni bienestar. Luego entonces hay que mantener el Pacto en sus términos actuales y ceder a cualesquiera condiciones que pongan dos de las tres patas que lo sostienen: PAN y PRD.

Si esto es cierto, el Presidente se estará convirtiendo en rehén de la reforma político-electoral que han planteado estos partidos en el Senado. Una reforma que vale la pena analizar en detalle pero cuyo valor está, independientemente de sus méritos y deméritos, en servir como moneda de cambio.

Las interrogantes son si es necesario mantener el Pacto a toda costa para conseguir la aprobación de esas reformas y si el crecimiento depende de ellas. De la respuesta a estas dos interrogantes dependerá lo que ocurra en los próximos meses. Mi impresión es que si bien vale la pena preservar el Pacto y lo ideal es que las reformas sean aprobadas con el mayor consenso posible, el gobierno no debe apostar todas sus fichas a ello. Y no debe porque existen alternativas. Primero, ir trabajando con los instrumentos que tiene el Ejecutivo para generar crecimiento y que no pasan por el Congreso. Quizá pueda avanzarse más rápido si las reformas estructurales se aprueban pero la generación de empleos, el combate a la pobreza, el mejoramiento de los salarios, el aumento en la inversión y el combate a la corrupción y la impunidad no dependen ni entera ni únicamente del cambio en la legislación. Segundo, porque el gobierno tiene los votos del PAN para aprobar tanto la reforma energética -de la que ese partido ya ha planteado una versión cercana a las preferencias del Presidente- como la fiscal que el propio PAN propuso varias veces cuando era partido gobernante.

Al gobierno de Peña Nieto le está ocurriendo lo mismo que al de Calderón. Está apostando a que el crecimiento venga de las reformas estructurales aprobadas por amplio consenso. Esta estrategia de Calderón fue criticada en su momento. Ahora la crítica puede ser peor porque, a diferencia de Calderón, Peña tiene la posibilidad de sacar adelante por sí solo las reformas legales y con el PAN las constitucionales. Al final, a la gente le da igual el Pacto. Lo que quiere son resultados.

El gobierno no parece estar dispuesto a optar por ninguno de los dos caminos señalados: usar las facultades del Ejecutivo y/o abrazar el principio de la mayoría legislativa. No se ha dado una explicación a por qué. La respuesta que encuentro es el temor a una posible inestabilidad política si las decisiones en el Congreso se toman, como en cualquier democracia, por mayoría y no por unanimidad. Habría sin embargo que preguntarse, y ésta es la tercera interrogante, si no es mayor el riesgo de inestabilidad -como lo demuestran otras experiencias recientes en el mundo- cuando las condiciones de vida siguen deteriorándose y la sensación de falta de oportunidades aumenta.

Con este artículo me despido del periódico Reforma que me ha dado espacio durante más de 10 años para contribuir al debate público. Lo hago con agradecimiento y con el reconocimiento de haber gozado de la más absoluta libertad de expresión tanto en lo que toca a los temas elegidos como a la forma de abordarlos. Me despido de mis lectores con quienes espero reencontrarme próximamente en otro espacio editorial.

*Reforma 23-07-13

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