RICARDO BECERRA
Por lo que a mi toca, lo que más me gusta de la propuesta creadora de un Instituto Nacional de Elecciones es que su sola idea, constituye una redonda y completa reivindicación del IFE.
Si. Metidos en esa extraña cacerola de racionalidad que es el Pacto, los políticos del PAN, PRI y PRD, tácitamente no sólo han admitido que el IFE no sólo es confiable, sino que lo es a tal punto, que debería hacerse cargo de toda elección constitucional celebrada en México.
La propuesta del INE, fue elaborada y firmada a paso veloz y al calor de la postelección el año pasado, durante las semanas agitadas antes de la toma de posesión de Enrique Peña Nieto. Y quizás por eso, la propuesta del INE quedó en un nivel tan abstracto. Han resultado difusos sus contornos y remotas sus implicaciones. Por lo mismo, han devenido tan exageradas las reacciones a la propuesta y tan desordenado su debate.
Ante ello vale la pena proponer una aproximación menos exaltada en la búsqueda de soluciones alternativas. Propongo esta:
Número uno: no pocos fenómenos democráticos han ocurrido en la escala local (alternancia, gobierno dividido, triunfos opositores en las alcaldías más importantes, cabildos realmente plurales, crecimiento e implantación de los partidos, tradicionales y nuevos, etcétera) y esos fenómenos han aparecido –en parte- porque muchos organismos electorales locales han hecho su trabajo. Es cierto que hay experiencias infames ó avances demasiado tímidos; en otras regiones hay retrocesos evidentes; también es verdad que las presiones e injerencias de los Gobernadores suelen perturbar el trabajo electoral local.
Pero el punto es si esta nebulosa problemática a la que no podemos cerrar los ojos, encuentra sólo una salida: la completa y radical centralización del trabajo electoral.
Número dos: tampoco es correcto pasarse de soberanista y abjurar del Pacto por un supuesto agravio al federalismo fundador. No es correcto porque, la verdad, desde hace rato, varios criterios y procesos electorales están perfectamente nacionalizados: no hay estado de la República que no coloque las mesas directivas de casilla mediante el famoso sistema de la insaculación de los ciudadanos; no hay lugar que no utilice y use de guía, la cartografía básica del IFE; no hay entidad que no elija a sus Consejeros Electorales desde el Congreso local y no hay Consejos que no le den mayoría de votos del órgano a los Consejeros, así nombrados. En todas partes existe la representación proporcional y todos los estados han hecho ya un movimiento constitucional para unificar y sincronizar sus calendarios electorales.
Y más que principios, muchos de los instrumentos electorales prácticos son ya, cabalmente nacionales: no hay elección en el país que no tenga como condición primaria la credencial para votar con fotografía emitida por el IFE; todas las elecciones se basan en el padrón y en las listas nominales del Instituto Federal; el modelo de radio y televisión, completo, es administrado exclusivamente por el IFE; toda queja sobre propaganda en medios electrónicos debe ser trasladada allí, y si quieren revisar las cuentas de los partidos a profundidad, deben solicitar al IFE trascender el secreto bancario.
En otras palabras: hay condiciones, procesos e instrumentos electorales, vitales, que son ya totalmente nacionales.
Por eso, creo, la discusión está en otra parte.
Admitamos primero la razón del Pacto por México: existen autoridades electorales locales capturadas por un solo partido, casi siempre, el partido del Señor Gobernador. Parece claro, razonable y necesario afianzar la autonomía política local de los procesos electorales.
Pero compartir la razón del Pacto no se traduce, obligatoriamente, en compartir su medicina. La operación re centralizadora es una forma extrema, pero puede pensarse alternativamente y por ejemplo, en Presidentes de los órganos electorales que sean propuestos desde el Senado y garantizar las dos terceras partes del Congreso Local como condición de aprobación de cualquier Consejero estatal.
Debe pensarse también en su carácter transexenal, es decir, que su estancia no dependa ni coincida de la del Gobernador y sobre todo, una profesionalización de sus funciones (con estancias de 7 años con posible reelección).
Simultáneamente a esta afirmación de “lo local”, sería importante dar otros pasos “nacionales”, especialmente en el terreno de la fiscalización de los dineros de los partidos bajo un solo procedimiento radicado en el IFE, en una suela cuenta nacional y bajo una responsabilidad nacional por cada partido. El mismo destino tendría que ocurrir en materia de transparencia: los partidos deberían ser sujetos obligados directos, en tanto entidades de interés público, revisados por el IFAI, con una sola unidad de enlace responsable de la información nacional. Igual dirección deberían adoptar los estados en el trazo de los distritos en sus territorios: estandarizar y adoptar los criterios y los sofisticados instrumentos del IFE –revisados hasta el tuétano por los partidos- para garantizar la existencia de circunscripciones y distritos electorales iguales, creados de manera ciega, sin sesgos ni mano negra.
En la misma dirección, Pedro Salazar, ha propuesto la desaparición de los Tribunales estatales locales (pues se han convertido en escalones que todo el mundo se salta y todas las quejas acaban, como se sabe, en el Tribunal Electoral Federal). En este asunto, también parecería lógico una nacionalización de la justicia electoral con las Salas regionales, que ya son permanentes, operando normal y directamente en las elecciones locales.
En suma: llevamos más de 20 años haciendo elecciones locales “bífidas”, en las cuales la parte vertebral (credenciales y padrón) son ya nacionales, y por eso no hay razón para ninguna inquietud soberana. La autonomía política de los órganos locales es el centro del diagnóstico pactista y eso lo que debe encontrar respuestas rigurosas e imaginativas.
La mejor salida, en mi opinión, vendrá de saber evadir las intransigencias soberanistas o centralistas, y por tanto, forzosamente de una mezcla: fortaleciendo, profesionalizando las instituciones locales al mismo tiempo que se centralizan los temas modernos –los que se escapan de la dimensión local- pero que resultan cruciales para la competencia electoral: la fiscalización, la transparencia y la rendición de cuentas.
*La Silla Rota 24-06-13
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