martes, 18 de diciembre de 2012

EL PACTO Y SU MÉTODO*


JAVIER CORRAL JURADO

El Pacto por México, suscrito por el presidente y los líderes nacionales del PAN, PRI y PRD arrojó al Congreso su primer fruto: la iniciativa de reforma constitucional en materia educativa, con un largo articulado transitorio en el que se obliga algunas de las principales características y objetivos de la legislación secundaria. Sin duda sui géneris la técnica legislativa, garantiza por lo menos la concreción de compromisos específicos, a los que será difícil burlar en nombre de las generalidades. 

Prohibir es prohibir, y lo dice uno de los transitorios de la propuesta en relación con los alimentos que no favorezcan la salud de los educandos. Pa’fuera de las tienditas escolares la comida chatarra y los refrescos. Escuelas de tiempo completo, lo son las de horario ampliado de seis a ocho horas diarias. Es inteligente la forma, creativo el diseño. 

La reforma ha sido bien acogida por la sociedad y los sectores involucrados. ¿Quién no quiere que la educación y su proceso de evaluación sean rescatados del secuestro en que los ha mantenido por largo tiempo la dirigencia del SNTE? Pocos se resisten, pero ahora ni siquiera son capaces de oponerse públicamente. En la legitimidad de las iniciativas planteadas por el pacto estará el éxito de su propósito reformador y la fuerza moral de sus exigencias, de tiempo y de forma. 

En la Cámara de Diputados la iniciativa se recibió el martes 11, se procesó en comisiones el jueves 13, y presumiblemente hoy se vota en el pleno de la Cámara Baja. Una semana es un tiempo récord para una reforma constitucional; adicionado el dato de que no se le hicieron cambios relevantes. 

En sentido político esto es un buen signo, pero es necesario introducir una alerta en cuanto al método de procesamiento del pacto entre cámaras del Congreso, pues desahogar así los procedimientos para las reformas presupone una gran operación política y mecanismos de retroalimentación, discusión y participación entre los legisladores que dictaminan de origen y los que lo hacen en función revisora. No hay bicamaralismo en el mundo que aguante un ritmo en el que una cámara le impone a la otra, por ritmo o por procedimiento, sus decisiones sin el más mínimo escrutinio, a menos que ambas se pongan de acuerdo en una agenda de iniciativas y se distribuya a qué cámara corresponderá dar origen al proceso legislativo. 

La reforma educativa llega al Senado sin ese obligado mecanismo. En función de los intereses que toca es comprensible que se busque apresurar el dictamen en la colegisladora, pero ni ello justificaría que se ignoraran propuestas de adición tan importantes como las que hemos presentado varios senadores para darle un mayor contenido, mejorar los objetivos de las enmiendas y profundizar en serio, no sólo en el discurso, la idea de recuperar la rectoría del Estado en materia educativa y transparentar las condiciones generales de trabajo, así como la democratización de la vida sindical. 

A todos los actores debe quedar claro que el pacto es un piso, no es un techo; mucho menos debe ser convertido en camisa de fuerza, bajo una especie de dogmatismo firmante en el que lo suscrito por los líderes partidarios y el presidente Peña es intocable. Ello distorsionaría el papel del Congreso y tampoco creo que haya mayoría de legisladores que estén dispuestos a aceptar ser suplantados o sustituidos por un presidencialismo, así esté acompañado de los principales líderes partidistas. El Congreso está obligado a colocar la mira por encima de ese pacto y hacia adelante, y no por debajo y mirando hacia atrás. Las cámaras pueden y deben darle su impronta y un impulso mayor, todo lo que se pueda hacia arriba, para ensanchar el cambio y la transformación del país. No hacerlo de esta manera le provocaría un gran daño al Pacto por México, le restaría el mérito de su altura de miras, perdería su inédito signo de madurez democrática y civilidad política que representa su listado de compromisos reformadores. 

Si hay una reforma que necesita el país, es la educativa. Está en el fondo de muchos de nuestros males, incluida la inseguridad y la falta de competitividad internacional. La educación es un igualador social como pocos. México está rezagado en la economía del conocimiento y precisa de un nuevo modelo educativo. Es cierto que hemos avanzado y la cobertura en alfabetización alcanza casi el 100%. Pero se requieren cambios en la estructura, funcionamiento, evaluación y descentralización de la educación, para lograr una verdadera calidad educativa. 

Por ello insistiremos en complementar la reforma educativa en el Senado, no para detenerla, sino para mejorarla. Hubiera sido deseable que se hubiera puesto en marcha un mecanismo idóneo para ello, como lo es la conferencia parlamentaria planteada en el artículo 153 del reglamento del Senado que dice: “las comisiones en consulta con los órganos directivos del Senado pueden trabajar en conferencia con las correspondientes de la Cámara de Diputados para deliberar sobre iniciativas y proyectos de ley o decreto u otros asuntos, cuya tramitación se considera necesario agilizar”. Así se propuso formalmente a la Cámara de Diputados, y al no aceptar, el Senado hará la revisión propia. Ojalá esto cambie para futuras iniciativas del pacto. 

*El Universal 18-12-12

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