jueves, 27 de diciembre de 2012

UN MUNDO OBESO*


CIRO MURAYAMA

El semanario británico The Economist (22/XII/12) dedica sus páginas centrales a la pandemia de obesidad que recorre el mundo. La publicación nos alerta de que al terminar la década pasada había mil 500 millones de adultos con sobrepeso u obesidad en el planeta, la tercera parte del total de adultos, y que la tasa global de obesidad se duplicó en apenas 30 años.

En Estados Unidos, 36% de los adultos y 17% de los niños no sólo tienen sobrepeso sino obesidad, y dentro de 20 años la mitad de los adultos norteamericanos podría ser obesos. Las tasas de obesidad en México son similares a las de nuestro vecino.

En el mundo en desarrollo los problemas de sobrepeso avanzan a paso veloz. El crecimiento económico lleva a la gente del trabajo agrícola a sedentarias labores urbanas, y las bicicletas son sustituidas por motos y automóviles. Pero no es sólo un problema de actividad —de quema de calorías— sino de ingesta: las familias cada vez tienen mayor acceso a alimentos y bebidas procesados, con altas cantidades de azúcar y grasa, y la plausible incorporación femenina al mundo del trabajo también ha dejado menos tiempo para cocinar alimentos frescos. Con frecuencia, el coche se empieza a convertir en un nuevo comedor.

En algunos países no se han desterrado los problemas de desnutrición pero ya se enfrentan los de la mala alimentación por exceso. Es el caso de México, que es el de mayor consumo per cápita de Coca-Cola en el mundo, con 728 unidades promedio anual por adulto.

El sobrepeso y la obesidad tienen costos, pues afectan la salud de la población, reducen la productividad de los trabajadores, generando pérdidas de ingreso a sus familias y a la sociedad, al tiempo que disparan el costo de la atención médica a las enfermedades asociadas con la obesidad, en particular las crónico-degenerativas como la diabetes.

En Estados Unidos, el país que más gasta en salud en el mundo debido al enorme peso de la medicina privada —sin tener los mejores indicadores de salud, por cierto—, una quinta parte del gasto en salud (esto es, más de 3% del PIB) se destina a cubrir enfermedades relacionadas con la obesidad.

Por supuesto, también hay quien hace negocio con un mundo más obeso. Es el caso de los productores de alimentos que dan lugar a procesos químicos en el cuerpo que generan adicción, como es el caso de determinados azúcares que alteran el funcionamiento metabólico y cerebral a tal punto que el individuo es incapaz de frenar la ingesta. McDonald’s, dice The Economist, la compañía con mayor influencia en el cambio de dieta en Estados Unidos, factura 34 mil 200 millones de dólares al año, más que Subway, Starbucks y Wendy’s juntos.

En la otra cara del negocio están los tratamientos médicos, como la cirugía bariátrica o los productos de la industria farmacéutica para inhibir el apetito, así como los ingresos de quienes atienden a pacientes con enfermedades asociadas a la obesidad. The Economist, citando a Standard & Poor’s, estima que el “mercado de la diabetes” involucra 35 mil millones de dólares, y que llegará a 58 mil millones en 2018.

Por otra parte, si bien la genética explica porqué ciertas personas o grupos tienen mayor propensión a la obesidad, tampoco es el factor principal de la pandemia actual, pues el problema del sobrepeso se disparó hace apenas unos años sin que los genes del ser humano hayan cambiado.

Hay, además, elementos socioeconómicos claros. A menor educación mayor probabilidad de tener sobrepeso, y los países de ingresos medios y bajos con expansión de la urbanización tienen mayores tasas de crecimiento de la obesidad y, finalmente, quienes están engordando a tasas desproporcionadamente mayores son los pobres que tienen menos información, menor acceso a doctores, gimnasios, parques y comida sana.

Las cifras son elocuentes, las causas identificadas y los determinantes económicos del problema —fuertes intereses privados, crecimiento mal entendido, desigualdad, cambio en los precios relativos a favor de los alimentos de mala calidad, sistemas de salud con énfasis en la curación antes que en la prevención— son las principales barreras para hacer frente de forma adecuada a la epidemia contemporánea de la obesidad.

*El Universal 27-12-12

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