miércoles, 12 de diciembre de 2012

CELEBRAR A LAS MUJERES*


MARÍA DEL CARMEN ALANÍS FIGUEROA

A muchos grupos sociales les cuesta trabajo reconocer las trayectorias profesionales de las mujeres. Encuentran más sencillo celebrar los éxitos de los varones, pues cuando tienen un desempeño exitoso cubren en forma precisa la expectativa que se tenía sobre ellos.

Las sociedades que heredaron ancestrales prejuicios de género prefieren celebrar a las mujeres en sus roles de madres, secretarias o enfermeras. Es ahí donde se satisfacen sus prejuicios sobre lo que las mujeres deben ser. En oposición a esa disparidad histórica, en 1960 un grupo de mujeres mexicanas instituyó un premio para celebrar la trayectoria profesional de otras. Cada año reconocerían a una mujer que, logrando sortear las desigualdades de género que subsisten en todas las disciplinas, realizara alguna contribución notable.

Era la década de la búsqueda de las libertades y el reconocimiento de la diversidad. De ahí que Kena Moreno y el resto de las ciudadanas que se congregaron en torno a este premio, prefirieron hacerlo en forma independiente de cualquier autoridad. Sabían que las autoridades o partidos podrían ejercer presiones innecesarias, por lo que prefirieron constituirse como asociación civil para que fueran ellas, atendiendo a sus propios criterios, las que decidieran a quién otorgar en cada ocasión el premio. Querían mantener la presea lejos de cualquier tentación autoritaria.

Desde entonces, la heterogeneidad de quienes han sido galardonadas ha reflejado la variedad de campos en los que las mujeres están aportando y sobresaliendo. Han sido reconocidas con esta distinción urbanistas como Ángela Alessio, escritoras como Rosario Castellanos, artistas como Dolores del Río, economistas como Ifigenia Martínez, astrónomas como Julieta Fierro y diplomáticas como Rosario Green. El año pasado lo fue la directora del Instituto Politécnico Nacional, una de las instituciones de educación pública más prestigiadas del país.

A medio siglo de distancia, es fácil advertir que no se equivocaron las ciudadanas del Patronato Nacional de la Mujer del Año, A.C. No sólo generaron un premio a trayectorias individuales exitosas. Más importante todavía, lograron hacer visible que en las empresas, las artes, las ciencias, las humanidades, las iniciativas sociales y, en general en todos los ámbitos del quehacer humano, las mujeres tienen mucho que aportar.

La presea quita el velo que por siglos ocultó que las mujeres podemos contribuir en cualquier campo y, a veces, hasta destacar. Al hacerlo, incentiva a más mujeres a perseguir sus propios anhelos y a desarrollar sus potencialidades.

Este año las mujeres del Patronato de la Mujer del Año me otorgaron esa distinción, en función de una trayectoria impulsando, desde las instituciones electorales del país, el ejercicio de los derechos político-electorales de las mujeres. Al hacerlo, el patronato ha puesto en el centro de la atención pública las limitaciones que aún se imponen en la lucha de las mujeres por competir —en igualdad de condiciones que los hombres—, por ejercer la representación popular o acceder a espacios públicos para participar en la toma de decisiones.

Es ahí donde las instituciones electorales del país han tenido contribuciones importantes. El año pasado, por ejemplo, lograron una sentencia que eliminó aquellas excepciones que históricamente habían mermado la eficacia de las cuotas de género. Con ello, México se convirtió en el trigésimo cuarto país en superar la barrera de 30% de representación femenina en los congresos, considerada como necesaria para generar cambios cualitativos que transformen la manera excluyente de hacer política.

Queda mucho por hacer en el ámbito local, donde los liderazgos de mujeres no han logrado hacerse visibles. De ahí la importancia de difundir trayectorias de mujeres, para que más se animen a participar.

*El Universal 12-12-12

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