martes, 4 de diciembre de 2012

TRES LECTURAS Y UNA POSDATA*


JORGE ALCOCER

El primer gabinete. Destacan dos elementos: el equilibrio intergeneracional y la combinación de trayectorias y experiencias. Si alguien esperaba un gabinete de golden boys, se equivocó. Hay cinco ex gobernadores y una ex jefa del Gobierno capitalino (Coldwell; Chuayffet; Murillo; Osorio; Martínez; Robles) a los que se suman personajes de larga data en el servicio público: Meade, Guajardo, Mercedes Juan, Navarrete, Mondragón. Otros con amplia trayectoria legislativa: Ruiz Massieu y Ramírez Marín. Con antecedentes inmediatos en el gobierno del Estado de México están Videgaray, Guerra Abud, Ruiz Esparza y el consejero jurídico, Humberto Castillejos. Emilio Lozoya prefirió ir a Pemex, en tanto que Francisco Rojas arriba a la CFE. Solamente tres mujeres llegan al primer gabinete legal; dos de ellas de militancia priista (Claudia Ruiz Massieu y Mercedes Juan) El presidente Peña Nieto privilegió experiencia y capacidad para cumplir la misión inmediata, sin por ello dejar de considerar relaciones personales forjadas en el Estado de México o en campaña.

La ceremonia constitucional. Aunque no se logró que la sesión solemne del Congreso de la Unión se desarrollara atendiendo a ese calificativo, la diferencia con lo ocurrido hace seis años fue notoria. Impedidos para tomar la tribuna, los legisladores radicales de la llamada izquierda tuvieron que contentarse con la colocación de una enorme manta, la exhibición de pancartas y la expresión de consignas, con mensajes dignos de la prepa popular. En su última sesión como presidente de la Cámara de Diputados y por ello del Congreso General, Jesús Murillo Karam mostró temple y autoridad, haciendo prevalecer el desahogo de la orden del día. Quizá por la inevitable tensión del momento, al pronunciar las frases rituales de su protesta el Presidente omitió la referencia completa a la "Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos", refiriéndose a ella solamente como "la Constitución"; acto seguido recibió de Jesús Murillo la Banda Presidencial, de la que Calderón se despidió con un beso. Para el anecdotario queda el hecho de que Felipe Calderón por fin pudo entrar al salón de sesiones por el pasillo central, aunque ya como ex Presidente. En acto de civilidad, la mayoría de los legisladores saludaron con un aplauso el arribo de Margarita Zavala y Angélica Rivera. Todavía falta un tramo para arribar a la solemnidad republicana, pero mucho se avanzó.

El mensaje en Palacio Nacional. Es de lamentar que, por segunda ocasión, el Presidente se viera impedido de dirigir su mensaje desde la tribuna de la representación popular. Acertado que ante tal situación Peña Nieto decidiera hacerlo desde Palacio Nacional, sede histórica del Poder Ejecutivo. Alejado de la prolongada retórica de Luis Echeverría o de la grandilocuencia de José López Portillo, el mensaje del Presidente consumió 45 minutos, en un estilo que me hizo rememorar la sequedad de Miguel de la Madrid o la obsesión de Ernesto Zedillo por la didáctica del discurso. Estructurado en tres componentes -cinco ejes de gobierno; 13 acciones inmediatas y el mensaje político- el primer discurso de Peña Nieto como presidente de México nos muestra a un administrador y no a un estadista. Hay una agenda de cosas por hacer, no un proyecto de Nación. De las ausencias, destaca la omisión de referencias al lugar de México en el mundo, y la influencia del contexto internacional en el presente y el futuro de nuestro país y de su gobierno. De las acciones inmediatas, en cinco se anticipa el envío de iniciativas al Congreso, lo que sumado a las contempladas en el Pacto firmado el domingo sobrecarga la agenda legislativa.

Posdata. Lo ocurrido el sábado, durante muchas horas, en torno al Palacio Legislativo y luego en las calles del Centro Histórico, la Alameda, Avenida Juárez y Paseo de la Reforma, fue un acto de provocación, vandalismo y barbarie por parte de hordas que, a pretexto de la protesta convocada por el movimiento "yo soy 132", sembraron el terror, causaron destrozos a inmuebles, públicos y privados, y saquearon establecimientos comerciales. La defensa del derecho de manifestación requiere hoy la condena tajante de esos hechos y sus responsables.

El vandalismo y la barbarie no son "formas de lucha", son delitos graves.

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