JAVIER CORRAL
Hoy se firma en el Castillo de Chapultepec el Pacto por México; un acuerdo político nacional suscrito por los dirigentes del PRI, PAN, PRD y por el Presidente de la República, Enrique Peña Nieto. Se trata de un documento que, de cumplirse, le cambiaría el rostro a nuestro país en muchos aspectos, metiéndonos en serio en la competencia mundial.
Se le ha dado en llamar "La Moncloa Mexicana", en referencia al pacto que hace mas de 30 años se signó en el Palacio de la Moncloa en España, precisamente el 25 de octubre de 1977, suscrito por las principales fuerzas políticas en el proceso de transición, luego de la dictadura franquista. En estricto sentido el mecanismo es distinto y por supuesto las circunstancias. En España el detonador de los Pactos fue la crisis económica y en los ejes de acción privaron medidas para combatir este problema, aunque también se delinearon ejes concretos en los que los firmantes encontraban consenso y que abarcaron materias como educación, seguridad social, libertad de expresión, medios de comunicación, justicia militar, agricultura, salud, entre otros. Luego de 40 años de dictadura, los españoles buscaban la estabilidad, a diferencia nuestra que ya llevamos transitado un camino democrático.
Sin embargo, aunque la democracia se ha constituido ya en el cauce fundamental por el cual hemos decidido dirimir nuestras diferencias, también es cierto que no se ha podido impulsar un mecanismo de acuerdo político por el que se procesen nuestras coincidencias. Eso pretende ser el Pacto por México que, en comprensible sigilo, durante las últimas tres semanas fueron construyendo representantes de los tres partidos junto con el equipo de transición de Peña Nieto, e impulsado por el propio Presidente Electo en el primer acercamiento que tuvo con los gobernadores panistas y nuestro dirigente nacional Gustavo Madero, donde les lanzó: "los voy a sorprender".
Decididamente he apoyado la construcción del Pacto y su celebración, tanto en la deliberación del Comité Ejecutivo Nacional del Partido como en la que se produjo en el grupo parlamentario senatorial. No podría estar en desacuerdo con lo que fue una de mis principales y machaconas propuestas durante la reciente campaña electoral en Chihuahua. Quienes me abrieron sus puertas y escucharon mis planteamientos, saben de la formulación que hice sobre la necesidad de darnos un respiro en medio de la sofocante polarización, celebrar un acuerdo entre los principales partidos para sacar adelante las reformas estructurales y abrir - sin renunciar a nuestras diferencias y estrategias de lucha política - un tiempo de unidad nacional en lo esencial, y una disputa más civilizada en la lucha por el poder.
Lo que la alternancia nos hereda es un pluralismo latente que desafortunadamente no hemos sabido manejar y que se ha convertido en enfrentamiento permanente y disfuncionalidad institucional.
En este contexto surge el Pacto por México que nos obligue a trabajar con responsabilidad, anteponiendo el bienestar de la ciudadanía, que nos ha elegido para representarla, en lugar de los intereses de los negociantes de la política y de los grandes poderes fácticos que, gracias a los desencuentros y a la falta de visión de Estado, han logrado mayores privilegios en las últimas administraciones.
Y el Pacto por México es esencialmente un acuerdo para enfrentar juntos a los poderes fácticos, no para desaparecerlos, sino para reubicarlos a su papel de intermediación y no como operan actualmente, como los dueños o mandones del país. Con esa claridad lo expresa el Pacto en su exposición de motivos: “la creciente influencia de poderes fácticos frecuentemente reta la vida institucional del país y se constituye en un obstáculo para el cumplimiento de las funciones del Estado mexicano. En ocasiones, esos poderes obstruyen en la práctica el desarrollo nacional, como consecuencia de la concentración de riqueza y poder que está en el núcleo de nuestra desigualdad. La tarea del Estado y de sus instituciones en esta circunstancia de la vida nacional debe ser someter, con los instrumentos de la ley y en un ambiente de libertad, los intereses particulares que obstruyan el interés nacional.”
Este pacto está sostenido en cinco ejes temáticos que son: Sociedad de Derechos; Crecimiento Económico, Empleo y Competitividad; Seguridad y Justicia; Transparencia, Rendición de Cuentas y Combate a la Corrupción y Gobernabilidad democrática.
Particularmente me entusiasman los acuerdos que tienen que ver con los temas de educación, medios de comunicación, telecomunicaciones, transparencia y reforma política, todos contenidos en este pacto.
En el tema de Educación de Calidad y con Equidad, se impulsará una reforma legal y administrativa en materia educativa con tres objetivos iniciales y complementarios entre sí. Primero, aumentar la calidad de la educación básica que se refleje en mejores resultados en las evaluaciones internacionales como PISA. Segundo, aumentar la matrícula y mejorar la calidad en los sistemas de educación media superior y superior. Y tercero, que el Estado mexicano recupere la rectoría del sistema educativo nacional, manteniendo el principio de laicidad.
Se creará el Sistema de Información y Gestión Educativa a partir de un censo de escuelas, maestros y alumnos; se dotará de autonomía plena al Instituto Nacional de Evaluación Educativa (INEE). Autonomía de gestión de las escuelas. Se establecerán escuelas de tiempo completo con jornadas de entre 6 y 8 horas diarias. Se establecerá un sistema de concursos con base en méritos profesionales y laborales para ocupar las plazas de maestros nuevas o las que queden libres. Se construirán reglas para obtener una plaza definitiva, se promoverá que el progreso económico de los maestros sea consecuente con su evaluación y desempeño, y se establecerá el concurso de plazas para directores y supervisores.
El Pacto busca intensificar la competencia económica en todos los sectores de la economía, con especial énfasis en sectores estratégicos como telecomunicaciones, transporte, servicios financieros y energía. De ahí que se proponga fortalecer a la Comisión Federal de Competencia (CFC), dotándola de mayores herramientas legales mediante las reformas necesarias para determinar y sancionar posiciones dominantes de mercado en todos los sectores de la economía, particularmente se le otorgará la facultad para la partición de monopolios. Se precisarán en la ley los tipos penales violatorios en materia de competencia y se garantizarán los medios para hacerlos efectivos, así mismo se acotarán los procedimientos para dar eficacia a la ley.
Otro de los compromisos que hoy será suscrito dentro del Pacto es garantizar acceso equitativo a telecomunicaciones de clase mundial, mediante una "mucha mayor competencia en telefonía fija, telefonía celular, servicio de datos y televisión abierta y restringida". Para ello, se tomarán las siguientes medidas: Derecho al acceso a la banda ancha y efectividad de las decisiones del órgano regulador. Se reformará la Constitución para reconocer el derecho al acceso a la banda ancha y para evitar que las empresas de este sector eludan las resoluciones del órgano regulador vía amparos u otros mecanismos litigiosos. (Compromiso 39). Reforzar la autonomía y la capacidad decisoria de la Comisión Federal de Telecomunicaciones para que opere bajo reglas de transparencia y de independencia respecto de los intereses que regula. (Compromiso 40). Desarrollar una robusta red troncal del telecomunicaciones. Se garantizará el crecimiento de la red de CFE, los usos óptimos de las bandas 700MHz y 2.5GHz y el acceso a la banda ancha en sitios públicos bajo el esquema de una red pública del Estado. (Compromiso 41)
Tal y como ya lo adelantó Enrique Peña Nieto en su primer discurso tras la toma de protesta como Presidente de la República, se ha comprometido en el Pacto abrir la radio y la televisión a una mucho mayor competencia: se licitarán más cadenas nacionales de televisión abierta, implantando reglas de operación consistentes con las mejores prácticas internacionales, tales como la obligación de los sistemas de cable de incluir de manera gratuita señales radio difundidas, así como la obligación de la televisión abierta de ofrecer de manera gratuita sus señales a operadores de televisiones de paga (must carry, must offer), imponiendo límites a la concentración de mercados y a las concentraciones en una sola persona moral o física que detente participación accionaria en varios medios masivos de comunicación que sirvan a un mismo mercado, para asegurar un incremento sustancial de la competencia en los mercados de radio y televisión. (Compromiso 43)
También una mayor competencia en telefonía y servicios de datos: se regulará a cualquier operador dominante en telefonía y servicios de datos para generar competencia efectiva en las telecomunicaciones y eliminar barreras a la entrada de otros operadores, incluyendo tratamientos asimétricos en el uso de redes y determinación de tarifas, regulación de la oferta conjunta de dos o más servicios y reglas de concentración, conforme a las mejores prácticas internacionales.
Se licitará la construcción y operación de una red compartida de servicios de telecomunicaciones al mayoreo con 90MHz en la banda de 700MHz para aprovechar el espectro liberado por la Televisión Digital Terrestre.
Se reordenará la legislación del sector telecomunicaciones en una sola ley que contemple, entre otros, los principios antes enunciados. (Compromiso 44). Y la adopción de las medidas de fomento a la competencia en televisión, radio, telefonía y servicios de datos deberá ser simultánea. (Compromiso 45).
Hay otros importantísimos rubros que se han incorporado al Pacto, y que iré desarrollando las próximas semanas en este espacio. Adelanto que se incorpora el compromiso de legislar la figura de los Gobiernos de Coalición, la reelección de legisladores, reformas legislativas para transparentar y racionalizar los recursos que el Estado invierte en publicidad en los medios de comunicación, como de igual forma, se dará cumplimiento al artículo tercero transitorio de la reforma constitucional del 13 de noviembre de 2007, para garantizar el derecho de réplica. (Compromiso 95)
El acuerdo aquí planteado no sólo cuenta con 95 compromisos englobados en reformas puntales, también establece una metodología de trabajo que incluye la creación de un Consejo Rector que se encargaría de articular las negociaciones y una Coordinación Técnica que daría seguimiento a los acuerdos del Consejo, además de una puntual calendarización para presentar las reformas e implementarlas, lo cual generaría grandes beneficios al país.
Sobre este pacto ha habido diversas críticas, incluso al interior de Acción Nacional, sin embargo, habría que decir que el 80% de las acciones legislativas contenidas en éste Pacto las hemos propuesto desde nuestra plataforma política y por un servidor en distintas legislaturas; suscribirlo no representa ni incondicionalidad, ni el abandono de nuestras propias banderas. El pacto es un acuerdo político para una agenda legislativa, no es un aval ni un cheque en blanco al Presidente Peña Nieto, no cancela nuestras diferencias, no condiciona nuestro ejercicio crítico y opositor que haremos frente a cualquier intento de regresión o exceso de gobierno.
Nuestro paso por la Presidencia debiera enseñarnos que no podemos perder más tiempo en el regateo, ni en el medro político a través de pequeñas reformas que no nos llevan a ningún lado. El Pacto es un recuento de lo que nos regatearon y no quisieron darnos en estos años por la falta de generosidad y de visión que ahora, en contrapartida, sí está encontrando Peña Nieto en nosotros.
No debemos temer a un Pacto Nacional, no tengo duda que en algunas de las razones que se están esgrimiendo al interior de cada partido político para no signarlo, hay mucho de la representación de los poderes fácticos para imposibilitarlo. Estos días estos poderes se han estado moviendo con toda intensidad para tratar de torpedearlo y quienes minan este acuerdo, terminan haciéndole el caldo gordo a esos intereses monopólicos en lo político, en lo económico, en lo comunicacional. No hay tiempo que perder.
Para consolidar este Pacto por México se requerirá, eso sí, de altura de miras, de volver a colocar el alto sentido de la política y dejar atrás atavismos ideológicos, rémoras de falsos conceptos nacionalistas y mezquindades personales.
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