JORGE ALCOCER
Si de reforma política hablamos, en un asunto parece haber acuerdo: la Presidencia de México ya no es como antes. Hay quienes dicen que el cambio empezó en 1997, cuando el PRI perdió la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados; otros prefieren el año de la primera alternancia, 2000. Tengo para mí que el cambio tiene sus raíces en la extensión de la competencia electoral y la aparición de la pluralidad en los municipios y los gobiernos estatales, que se remonta a los años ochenta del siglo pasado.
Hace años que ese cambio se produjo; el Presidente dejó de ser el César sexenal que todo lo podía. El costo fue la balcanización del poder político y una marcada ineficacia de las políticas diseñadas e instrumentadas desde el Ejecutivo federal. La pregunta obligada ha sido ¿cómo cambiar el sistema político?
Dos líneas de solución siguen abiertas. Una postula la creación de una Presidencia fuerte, pero sometida a una renovada división de poderes, en la que el Legislativo ocupe un lugar determinante, sin invadir las esferas propias del Ejecutivo. Otra se pronuncia por el cambio de régimen político, para transitar a uno de tipo semipresidencial, como es el caso francés.
En la iniciativa de reforma política, presentada el pasado miércoles por senadores del PAN y PRD, se propone optar por la segunda solución, aunque con modalidades que conducirían al debilitamiento radical de la Presidencia por la aparición de una figura inédita en nuestra historia: el "jefe de gabinete"; que sería propuesto al Congreso por el Presidente, junto con los secretarios de Estado, dentro de los 31 primeros días de su mandato. Nótese que el jefe de gabinete no es el secretario de Gobernación.
Al jefe de gabinete corresponderían, entre otras, las siguientes atribuciones: sustituir, en caso de ausencias temporales, al Presidente; aplicar la política general del gobierno; presentar ante el Congreso iniciativas de reforma, tanto a las leyes como a la Constitución, y acudir ante las comisiones a discutirlas; coordinar las reuniones del gabinete; conducir las relaciones del Ejecutivo con los otros Poderes y con las entidades federativas; conducir la aplicación del Plan Nacional de Desarrollo.
El jefe de gabinete, y los secretarios de Estado que aquél señale, deberán acudir cada mes ante las Cámaras del Congreso para celebrar "sesiones de control" sobre el desempeño del gobierno. Cualquiera de las Cámaras podrá, por mayoría absoluta, censurar al jefe de gabinete, o a cualquier integrante del mismo; si el Presidente no acepta remover al censurado, deberá pedir un voto de confianza, pero si, por mayoría absoluta, esa petición es denegada, el censurado será removido del cargo.
Baste con mencionar esos componentes de la Iniciativa citada para afirmar que se trata de una propuesta de mutación radical del sistema político mexicano, para, sin tocar baranda, transitar al gobierno parlamentario, dejando al Presidente como figura semidecorativa.
Viene a mi memoria una reunión a la que, por invitación de Marcelo Ebrard, asistí en mayo de 2012 para platicar sobre el cambio de régimen político; la idea era intercambiar opiniones y luego presentar a Andrés Manuel López Obrador una síntesis, a fin de que el candidato presidencial se pronunciara al respecto. Las intervenciones iniciales corrieron a cargo de Porfirio Muñoz Ledo y de mí.
Porfirio expuso su propuesta de adoptar para México un régimen similar al de Francia; de mi parte, formulé varias interrogantes sobre la factibilidad de esa propuesta y expuse un conjunto de ideas en favor de una Presidencia fuerte y al mismo tiempo democrática. Terminé preguntando si el candidato de las izquierdas estaba de acuerdo con la propuesta de Porfirio. La pregunta me pareció importante, ya que el posible afectado, de ganar las elecciones, sería López Obrador.
A su arribo a la reunión, Andrés Manuel fue informado de los términos del debate, y de mi pregunta. Respondió (cito de memoria): Creo que el pueblo de México quiere un Presidente que ejerza a plenitud sus facultades y que cumpla sus compromisos; para eso no se requiere un jefe de gabinete. Pero además -dijo mirándolo directamente- Marcelo (Ebrard) va a tener mucho trabajo como secretario de Gobernación, así que mejor no le carguemos más tareas. Con eso terminó el debate.
*Reforma 01-08-13
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