CARMEN ARISTEGUI
Un gran debate nacional es lo que debería ocurrir -uno supone- a partir del envío de la iniciativa de reforma energética anunciada por el gobierno federal. Debate de altura es lo menos que una reforma de este calado necesitaría.
Sin embargo, la maquinaria del status quo mediático y el sector oficial ya se echó a andar y las pantallas de la televisión, principalmente, han iniciado una campaña a favor de una reforma cuyo contenido aún se desconoce. La manipulación informativa asoma ya su barbilla: "Mexicano, ¿quieres parecerte a los noruegos? Aquí tenemos la fórmula". Reportajes y enviados especiales se enfilan a difundir por consigna, antes que a contrastar posiciones y promover un debate real.
Con la idea de que si México no apresura una reforma como ésta perderá una gran oportunidad que no volverá jamás, sectores empresariales y los grandes emporios mediáticos promueven, más que un sentido de urgencia, una suerte de alarma nacional.
A días de que se conozca la iniciativa, algo han filtrado a la prensa nacional y extranjera: será una reforma constitucional, no sólo petrolera. El bisturí apunta a Pemex y a la Comisión Federal de Electricidad.
Buscan modificar los artículos 25, 27 y 28 de la Carta Magna.
Se ha dicho que bajo la figura de contratos de producción compartida -cuya administración la haría el sector gubernamental-, el gobierno busca romper el monopolio de la paraestatal.
La reforma cruza por cambios profundos al régimen fiscal de Pemex. Se busca, además de la incorporación de la iniciativa privada, que gobierno y funcionamiento de la paraestatal se asemejen a un corporativo privado, con administración gubernamental. Se pretende el incremento de la renta petrolera; cambiar vocación recaudatoria por impulsora de crecimiento.
Las versiones periodísticas señalan que se propondrá al Congreso que queden áreas reservadas al Estado mexicano para aquellos yacimientos que están en tierra o bien en aguas someras. El pastel mayor, de las aguas profundas y la explotación de aceite y gas "shale" (del cual México tiene reservas enormes, dicen algunos pero, que no están probadas, dicen los otros), quedaría abierto para la explotación privada de estas nuevas áreas.
Los legisladores que se dieron un "supertour" en los países que han desarrollado modelos referenciales -Noruega, Colombia, Canadá, Estados Unidos y Brasil- regresaron para decir que no se pretende copiar el modelo de nadie, sino que se pretende desarrollar un modelo nacional. Cargando un compendio de lugares comunes, algunos legisladores adelantan ya su voto a la iniciativa que está por llegar.
Promoviendo una apertura total en el sector -que permita, incluso, "anotar" como propias las reservas probadas dentro de la contabilidad de activos de las empresas inversionistas-, el Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales presentó esta semana un análisis para la reforma y su diagnóstico sobre "México ante la Revolución Energética".
Comexi coloca como pieza angular para un debate el cambio de paradigma: no hay más escasez de petróleo; se acabó la tendencia al alza de los precios de hidrocarburos; la irrupción de hidrocarburos "shale" ha roto con el anterior panorama; la demanda de energéticos trasladará su centro a la zona de Asia-Pacífico, con China y la India, y no estará más en América del Norte. Lo que se ha encarecido, afirman, es la petroquímica y México no puede perder esta oportunidad.
Con la bonanza de precios de los últimos años, EU invirtió masivamente en aguas profundas, gas "shale" y gas natural. Para Comexi, o México se monta en esta ola de inversiones estadounidense o "se le pasará el tren" ante la realidad de este nuevo paradigma, que perfila el fin de la era alcista en los precios de hidrocarburos.
Los opositores a la reforma afirman que se alienta una visión catastrofista para crear clima de alarma nacional. La versión oficial de esta semana habla de una estrepitosa caída en la producción y de importaciones que van al alza que nos colocan en la antesala de tener que importar pronto más de la mitad del consumo interno, sin dejar de mencionar la corrupción y ordeña clandestina de combustibles en los ductos y pipas en el país.
La sociedad mexicana tiene derecho a conocer estas visiones contrastadas, divergentes sobre la realidad energética en México y a nivel nacional. ¿Cuál es el diagnostico verdadero?, ¿cuál la reforma necesaria?
Con el garlito de que no hay que polarizar a México ni promover "un falso debate" algunos se inclinan a que mejor no se dé ninguno. Eso, desde luego, es inaceptable.
¿Cuántos intereses entran hoy en juego, además del interés nacional, ante la perspectiva de una reforma como ésta? ¿En qué pensó el poeta y visionario López Velarde cuando escribió aquello de que los veneros del petróleo nos los había "escriturado el diablo"?
*Reforma 09-08-13
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