miércoles, 24 de abril de 2013

FRAUDE INTELECTUAL Y DOGMAS ECONÓMICOS*

RICARDO BECERRA LAGUNA

Habían descubierto el umbral científico de la responsabilidad macroeconómica. Se suponía que la historia, la teoría y la estadística habían encontrado una fusión feliz. Las ecuaciones expansivas de Keynes habían encontrado su frontera matemática.

e ahora en adelante ningún gobierno, ningún político, ningún economista, podría ignorar la VERDAD (así, con mayúsculas): dos extraordinarios y clarividentes economistas habían encontrado la proporción mágica: el 90 por ciento de deuda (en relación al PIB de ese país) resulta el límite infranqueable (algo así como la velocidad de la luz, si la traspasas, desapareces), si lo superas, te condenarás a vivir décadas  de estancamiento o depresión.     
El formidable hallazgo fue publicado en enero de 2010, en plena crisis de las deudas europeas. Se llamó Growth in a Time of Debt y sus autores, Carmen Reinhart y Kenneth S. Rogoff de Harvard eran ya dos famosos por un libro directamente vinculado a su última investigación: (Esta vez es distinto: ocho siglos de necedad financiera, Fondo de Cultura Económica).
Pero, gracias a uno de esos contextos de exigencia gringos, que sus pares, otros tres economistas (esta vez de la Universidad de Massachusetts) pidieron las bases de datos y las corridas (¡en Excell!) que daban sustento a la nueva ley universal del 90 por ciento. Fue entonces que la refinada construcción intelectual comenzó a caer en pedazos.              
Como ha explicado Paul Krugman, los académicos de Boston descubrieron que  Reinhart y Rogoff “habían omitido algunos datos” convenientemente… “emplearon unos procedimientos estadísticos poco habituales y muy cuestionables… y finalmente, sí, cometieron un error de codificación de Excel”. En otras palabras: cucharearon algunas cifras para que acomodaran a sus conclusiones (no al revés).
No es la primera vez que pasa. Quiero decir: no es la primera vez que supuestas, sofisticadas, construcciones académicas, mienten, pero mientras se descubre, adquieren fama, encumbran a sus autores y sobre todo, prestan valiosos servicios a los dogmas y a las decisiones de la ortodoxia financiera en curso.
Otro ejemplo: el pronóstico del Fondo Monetario Internacional para la economía europea en 2011. Como toda previsión, está basada en supuestos, en relaciones y proporciones preconstruidas: si esta variable sube, aquella otra asciende un tanto por ciento. Así se hace: santo y bueno.
Pero una cosa es la imprecisión de un modelo y otra muy diferente, la subestimación sistemática de cosas tan importantes como el crecimiento de un país.
Así, el FMI, prejuzgaba que el gasto público tiene un impacto bastante menor en las economías del viejo continente y en cambio, sobreestimaba el papel de emitir billetes. ¿Les suena? El modelo era una añagaza para “demostrar” que Keynes y la actuación masiva de los Estados no sirve, y en cambio, los Bancos Centrales deben ser venerados como modernos héroes de la política económica.  
En una revisión de sus propios errores, los ingleses aceptaron que “el multiplicador fiscal promedio durante los dos últimos años tendría que haber sido de 1.3, más del doble del estimado por nosotros” (Robert Skidelsky, Modelos de mal comportamiento. Diciembre 2012, PS). Y una vez descubierto, el FMI tuvo que hacer una expiación similar.    
En México también hemos padecido de esas licencias aunque de un modo más pedestre y tropical.
Recuerdo que en algún momento de 2001, la Secretaría de Hacienda de Gil Díaz, hizo presentar al incauto del Presidente Fox, una proyección del crecimiento económico en distintos “escenarios”: “con” reformas estructurales y “sin” reformas estructurales. Y claro: en las láminas de power point aparecía clara, prístinamente, cómo el primer escenario –el de las reformas estructurales- era notablemente superior al segundo.
Pedí el estudio y la base de datos por la ley de transparencia, y después de muchos circunloquios, Hacienda me respondió: el estudio no existe.
Algo parecido volvió a pasarme recientemente: durante el debate de la reforma laboral, desde la Secretaría del Trabajo, alguien anunció con precisión matemática que 400 mil empleos serían creados por su efecto. Pedí estudio, método y bases de datos y la respuesta fue la misma: el famoso cálculo “no se encuentra en sus archivos”.
Soy de los que cree que estas cosas no son mera anécdota, sino todo un síntoma. Se toman decisiones económicas por ideas preconcebidas, prejuicios, modelos de mal comportamiento, ajustados a modo. 
Quiero decir: la ortodoxia económica, necesita de vez en vez, del fraude intelectual.

*La Silla Rota 21-04-13

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