RICARDO BECERRA LAGUNA
Joss Stone es una rubia y joven cantante inglesa que estuvo a un tris de ser asaltada, asesinada, decapitada y arrojada al Canal de Bristol por un par de criminales macabros oriundos de Manchester que planeaban arrebatarle poco más de un millón de euros para luego enviarlos y esconderlos en… Chipre.
Como cualquier otro paraíso fiscal, la isla recibe dinero de un secuestro, del narcotráfico, del robo de las arcas públicas, del asesinato, de la venta de armas o de los magnates de mayor abolengo para quienes pagar impuestos, resulta una costumbre de mal gusto.
El propósito de los paraísos es que el dinero llegue, que nada más llegue -y sin demasiadas preguntas- y los bancos y sus filiales lo pondrán a buen recaudo, circulándolo y recirculándolo en el ambiente desregulado de las finanzas mundiales.
A su lado, llega también dinero legítimo, bien habido, pero que sus dueños han decidido no declarar, no reportar a las haciendas de sus países para evitar los molestos trámites y las molestas tasas y tipos.
Nunca duerme. En conjunto, todo este dinero trasladado y depositado en unos 50 lugares del mundo (de las Islas Vírgenes británicas a las Caimán, las Bermudas, las Bahamas, las Maldivas o las Islas Marshall) vuela alrededor del globo para explorar un abanico muy amplio de posibilidades: compra bonos, acciones, desarrollos inmobiliarios, fusionándolos con fondos de pensiones, compra a vencimiento, call y put, swap para seguir haciéndose más grande.
En el año 2011 la masa de dinero que envuelve al planeta se reprodujo y multiplicó para alcanzar, cuando menos, los 21 billones de dólares (casi el doble que todo el PIB de Estados Unidos) según la ONG, Tax Justice Network.
El dinero de los jeques árabes, de los petroleros rusos, de los dictadores de Asia central, los sátrapas africanos, los banqueros sin escrúpulos de Manhattan, vendedores de armas, narcotraficantes, mafias, gobernadores chinos enriquecidos, grandes consorcios, malos y más malos, todos, acuden a los soleados paraísos para poner a salvaguarda el fruto de su actividad.
Hace rato la economía global funciona así: las grandes fortunas o los grandes maletines con dinero, tienen oportunidad de moverse, resituarse, en cuestión de segundos, evadiendo impuestos y ley mediante una red a la vez compleja e invisible.
Aunque ya no tanto.
La semana pasada, el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ, por sus siglas en inglés), una agencia de periodismo de datos radicada en Washington, publicó una investigación iniciada por Gerard Ryle desde septiembre de 2011, fecha en que recibió las filtraciones de dos ex empleados de entidades offshore de Singapur, Samoa y las islas Cook. Aquí pueden ver la cosa completa
Son 2,5 millones de fichas que implican a 170 países y que en conjunto recrean un gigantesco sistema globalizado de evasión fiscal que blanquea billones de dólares: una enorme masa de dinero camuflado a través de 120 mil sociedades opacas tras las que se ocultan 130 mil prestanombres y dueños reales.
Recapitulemos las cifras: 130 mil personajes de 170 países tienen a su disposición 50 puntos en todo el globo (del Caribe al Índico), un sistema de protección y secreto bancario que permite evadir impuestos y diluir el dinero proveniente del crimen. Así se amasa la cantidad de 21 billones de dólares, es decir (si le hacemos caso al FMI), es una décima parte de todo el PIB mundial, que viaja y se anida en las cómodas incubadoras de esas islas impunes.
Como recordaba Nicolás Sartorius: uno de cada diez dólares o euros o yuanes producidos por el mundo, se aloja en un paraíso fiscal. O sea: la décima parte de la riqueza es movida de forma opaca o secreta por el 0.001 de la población, poco más o menos (El País, 6 de abril de 2013).
¿Cuántos impuestos evadidos representan 21 billones de dólares? Es muy difícil hacer un cálculo preciso, dada la variedad de las tasas impositivas en casi dos centenas de países. Pero para simplificar supongamos un promedio bajísimo de 20 por ciento. Si fuera el caso, los gobiernos dispondrían de 410 mil millones dólares de inmediato para financiar sus servicios, invertir en infraestructuras o pagar sus deudas.
En otras palabras, como anotó el propio Sartorius: el mundo produce recursos suficientes para financiar los Estados de Bienestar o las construcciones de los Estados de Bienestar en casi todas las economías importantes del planeta. El problema es que ese dinero vuela, se escapa, no paga impuestos y así produce su propia profecía: los Estados de Bienestar no se pueden financiar y por eso son cosa del pasado.
El Offshoreleaks, pone a la cabeza al primer ministro de Georgia, Bidzina Ivanishvili, que tiene en Bahrein y Omán, la friolera de mil 300 millones de dólares en su cuenta estrictamente personal. Pero la lista es tan larga que abarca rutilantes figuras de Estados Unidos, Rusia, Francia, Pakistán, India, Irán, Tailandia, Indonesia, Zimbabue, Serbia, Filipinas, España, Brasil y un largo etcétera.
¿Es esto un mero epifenómeno del capitalismo, una excrecencia, ovejas negras que se han apartado de las reglas esenciales o, por el contrario, los paraísos fiscales juegan un papel clave en el modelo de liberación y desregulación financiera y se han convertido en las arterias vitales de la globalización, donde se mezcla dinero de todo tipo, signo y procedencia, ejerciendo un esquema de corrupción universal a una escala nunca antes vista?
Los paraísos fiscales son el resumen de una ideología y un modelo económico de máxima desigualdad y convivencia con la criminalidad, cuya función es ocultar y hacer huir a los recursos que pueden financiar a los Estados y sus servicios.
¿Se les ocurre un tema más importante en la llamada agenda global?
*La Silla Rota 08-04-13
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