La cumbre sobre la inseguridad se desinfló. Ni el gobierno ni la sociedad estuvieron a la altura de aquel vistoso banderazo del lejano 21 de agosto. Ante lo desesperado de la situación, hay que explorar propuestas alternativas, una de las cuales sería que la capital asumiera el liderazgo y marcara la ruta.
En el gobierno federal optaron por el viejo método: culpar a los de atrás y presentarse como el salvador. El crimen organizado, asegura Felipe Calderón, es la consecuencia "de años de indiferencia" que terminaron durante su gobierno.
Repitió las tesis de Eduardo Medina Mora, enunciadas días antes, en una larga entrevista a Pablo Ordaz de El País de España (noviembre 23, 2008). En el acto conmemorativo de los 100 días de firmado el "Acuerdo Nacional por la Seguridad, la Justicia y la Legalidad", la mayoría de los gobernadores optaron por el silencio, y los únicos que medio reconocieron su pereza fueron los legisladores. Días después, el encuentro en Palacio Nacional sigue hundiéndose en el olvido.
En el mismo aniversario, el principal aporte de la sociedad fue la desgarradora denuncia de Nelson Vargas, quien encueró la incompetencia policiaca. Lo demás fue, y da pena decirlo, una retahíla de reiteraciones. Fue evidente lo poco que pudieron avanzar, por lo enredado del tema y lo limitado de sus recursos. Como la sociedad no puede ser indiferente porque es la que padece y paga, seguirá quejándose, denunciando, proponiendo, increpando e insultando, sin que sirva de gran cosa. ¿Cómo romper el círculo vicioso?
Ensayo una respuesta de analista: su único valor está en su lógica interna y en la información de apoyo. Parto de la creencia de que la sociedad puede jugar un papel fundamental. Sin embargo, la indignación, por más intensa que sea, no mueve a gobernantes; éstos reaccionan con acciones bien pensadas e implementadas, que cuentan con el respaldo de los medios de comunicación.
Esto conduce a la llamada "Señora Sociedad Civil"; es decir, a los organismos civiles (o no gubernamentales, ONG) quienes, en una situación ideal, interpretan y traducen el interés público en iniciativas concretas, con las cuales buscan incidir en las políticas públicas.
Una distinción fundamental tiene que ver con las variaciones en la densidad de la sociedad civil por región, entidad y ciudad. Hace ya tiempo, un académico, Robert Putnam, escribió un libro clásico (Making Democracy Work: Civic Traditions in Modern Italy, 1993) en el cual elaboró el concepto de "capital social" para explicar por qué la Italia del norte tiene una sociedad más participativa que la del sur (asunto sobre el cual teorizó en los años treinta Antonio Gramsci).
Si se aplica el mismo criterio, México también es profundamente desigual en la distribución de su capital social. De acuerdo con una investigación de Teresa Martínez y Rodrigo León ("Mexicanos pasivos", Enfoque, Reforma, 21 de agosto del 2005), los organismos civiles registrados ante el Instituto Nacional de Desarrollo Social (Indesol) mostraban el esplendor y la anorexia de la sociedad civil: el 28 por ciento de las ONG tenían su sede en la capital, luego venía Nuevo León con un distante 5, y Chiapas tenía menos del 1 por ciento.
Una última distinción que debe hacerse con la sociedad civil es su diferenciación ideológica. Tiene expresiones de izquierda, derecha y centro, además de un generoso repertorio de simuladores; es decir, una réplica de la sociedad política.
Los comicios presidenciales del 2006 causaron un distanciamiento entre izquierda y derecha que ha dificultado entendimientos posteriores.
Establecida la parálisis oficial, y hechas algunas distinciones sobre la sociedad, regreso a la inseguridad. Es uno de los temas en los que la fractura ideológica puede pasar a segundo término porque los robos, secuestros y miedos no distinguen la diversidad. Azotan a quienes se persignan todo el tiempo y a quienes glosan, mientras se duchan, el último discurso de Hugo Chávez.
Si ese entendimiento fuera posible, parecería lógico tomar a la capital como punto de experimentación para elaborar una agenda mínima de exigencias a las autoridades. Peticiones que podrían ser monitoreadas en un ejercicio conjunto entre organismos civiles e instituciones académicas. En ello podrían colaborar organizaciones como la Red de Especialistas en Seguridad Pública que encabeza, entre otros, Elena Azaola.
Una ventaja de poner énfasis en la capital es la resonancia de lo que en ese lugar sucede. Es la sede nacional de los partidos y de los poderes formales y fácticos y tiene un gobierno de izquierda predispuesto a escuchar, en principio, a la ciudadanía porque tiene, como otros, la mirada fija en el 2012. Tendría interés, entonces, en demostrar su superioridad sobre el gobierno federal, y sobre los gobernadores de otras entidades. Si la capital demuestra logros concretos podría crearse un catálogo de buenas prácticas replicables en otros estados.
Otra ventaja de una movilización del capital social defeño es que la intimidación aún no azota al Distrito Federal con la virulencia que devasta Tijuana, Juárez o Monterrey, entre otras. En la capital están presentes todos los cárteles de la droga pero se van con mucho cuidado de no aterrorizar a la población, tal vez porque no quieren "calentar" la plaza. Nadie sabe cuánto durará su mesura, pero existe una pequeña ventana de oportunidad que puede ser utilizada por una ciudadanía encabezada por los organismos existentes.
Ignoro si sería posible un acuerdo de este tipo, pero ante la indiferencia y/o indolencia de quienes nos gobiernan, hay que explorar lo inédito; y el Distrito Federal tiene un capital social desaprovechado.
En el gobierno federal optaron por el viejo método: culpar a los de atrás y presentarse como el salvador. El crimen organizado, asegura Felipe Calderón, es la consecuencia "de años de indiferencia" que terminaron durante su gobierno.
Repitió las tesis de Eduardo Medina Mora, enunciadas días antes, en una larga entrevista a Pablo Ordaz de El País de España (noviembre 23, 2008). En el acto conmemorativo de los 100 días de firmado el "Acuerdo Nacional por la Seguridad, la Justicia y la Legalidad", la mayoría de los gobernadores optaron por el silencio, y los únicos que medio reconocieron su pereza fueron los legisladores. Días después, el encuentro en Palacio Nacional sigue hundiéndose en el olvido.
En el mismo aniversario, el principal aporte de la sociedad fue la desgarradora denuncia de Nelson Vargas, quien encueró la incompetencia policiaca. Lo demás fue, y da pena decirlo, una retahíla de reiteraciones. Fue evidente lo poco que pudieron avanzar, por lo enredado del tema y lo limitado de sus recursos. Como la sociedad no puede ser indiferente porque es la que padece y paga, seguirá quejándose, denunciando, proponiendo, increpando e insultando, sin que sirva de gran cosa. ¿Cómo romper el círculo vicioso?
Ensayo una respuesta de analista: su único valor está en su lógica interna y en la información de apoyo. Parto de la creencia de que la sociedad puede jugar un papel fundamental. Sin embargo, la indignación, por más intensa que sea, no mueve a gobernantes; éstos reaccionan con acciones bien pensadas e implementadas, que cuentan con el respaldo de los medios de comunicación.
Esto conduce a la llamada "Señora Sociedad Civil"; es decir, a los organismos civiles (o no gubernamentales, ONG) quienes, en una situación ideal, interpretan y traducen el interés público en iniciativas concretas, con las cuales buscan incidir en las políticas públicas.
Una distinción fundamental tiene que ver con las variaciones en la densidad de la sociedad civil por región, entidad y ciudad. Hace ya tiempo, un académico, Robert Putnam, escribió un libro clásico (Making Democracy Work: Civic Traditions in Modern Italy, 1993) en el cual elaboró el concepto de "capital social" para explicar por qué la Italia del norte tiene una sociedad más participativa que la del sur (asunto sobre el cual teorizó en los años treinta Antonio Gramsci).
Si se aplica el mismo criterio, México también es profundamente desigual en la distribución de su capital social. De acuerdo con una investigación de Teresa Martínez y Rodrigo León ("Mexicanos pasivos", Enfoque, Reforma, 21 de agosto del 2005), los organismos civiles registrados ante el Instituto Nacional de Desarrollo Social (Indesol) mostraban el esplendor y la anorexia de la sociedad civil: el 28 por ciento de las ONG tenían su sede en la capital, luego venía Nuevo León con un distante 5, y Chiapas tenía menos del 1 por ciento.
Una última distinción que debe hacerse con la sociedad civil es su diferenciación ideológica. Tiene expresiones de izquierda, derecha y centro, además de un generoso repertorio de simuladores; es decir, una réplica de la sociedad política.
Los comicios presidenciales del 2006 causaron un distanciamiento entre izquierda y derecha que ha dificultado entendimientos posteriores.
Establecida la parálisis oficial, y hechas algunas distinciones sobre la sociedad, regreso a la inseguridad. Es uno de los temas en los que la fractura ideológica puede pasar a segundo término porque los robos, secuestros y miedos no distinguen la diversidad. Azotan a quienes se persignan todo el tiempo y a quienes glosan, mientras se duchan, el último discurso de Hugo Chávez.
Si ese entendimiento fuera posible, parecería lógico tomar a la capital como punto de experimentación para elaborar una agenda mínima de exigencias a las autoridades. Peticiones que podrían ser monitoreadas en un ejercicio conjunto entre organismos civiles e instituciones académicas. En ello podrían colaborar organizaciones como la Red de Especialistas en Seguridad Pública que encabeza, entre otros, Elena Azaola.
Una ventaja de poner énfasis en la capital es la resonancia de lo que en ese lugar sucede. Es la sede nacional de los partidos y de los poderes formales y fácticos y tiene un gobierno de izquierda predispuesto a escuchar, en principio, a la ciudadanía porque tiene, como otros, la mirada fija en el 2012. Tendría interés, entonces, en demostrar su superioridad sobre el gobierno federal, y sobre los gobernadores de otras entidades. Si la capital demuestra logros concretos podría crearse un catálogo de buenas prácticas replicables en otros estados.
Otra ventaja de una movilización del capital social defeño es que la intimidación aún no azota al Distrito Federal con la virulencia que devasta Tijuana, Juárez o Monterrey, entre otras. En la capital están presentes todos los cárteles de la droga pero se van con mucho cuidado de no aterrorizar a la población, tal vez porque no quieren "calentar" la plaza. Nadie sabe cuánto durará su mesura, pero existe una pequeña ventana de oportunidad que puede ser utilizada por una ciudadanía encabezada por los organismos existentes.
Ignoro si sería posible un acuerdo de este tipo, pero ante la indiferencia y/o indolencia de quienes nos gobiernan, hay que explorar lo inédito; y el Distrito Federal tiene un capital social desaprovechado.
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