jueves, 6 de noviembre de 2008

EL ENEMIGO EN CASA

RAUL CARRANCÁ Y RIVAS

La última noticia en materia de seguridad pública y procuración de justicia es que se tiene al enemigo en casa. Graves, gravísimas filtraciones de información y de presunta protección a narcotraficantes, lo mismo en la Procuraduría General de la República que en la Secretaría de Seguridad Pública Federal, tienen conmocionada a la opinión pública. Altos funcionarios de ambas dependencia del gobierno son investigados. Pero es tan grave como esto, a mi juicio, la omisión del propio gobierno de no haber empezado por allí en su tristemente célebre enfrentamiento con la llamada delincuencia organizada y con el narcotráfico. ¿Qué acaso los servicios de inteligencia no informaron al respecto al Presidente de la República? En cambio se ha librado una batalla incruenta entre el Ejército mexicano y las fuerzas de la criminalidad, han caído y siguen cayendo todos los días delincuentes y militares, policías, ciudadanos inocentes, familias enteras, jóvenes y hasta niños, en medio de un panorama aterrador de secuestrados, decapitados y mutilados. Saldo sangriento de una política equivocada que revela, quiérase que no, ineficacia, irresponsabilidad e incluso colusión con los criminales a sólo veinticuatro días de la fecha límite para que se cumplan los compromisos asumidos por la autoridad. La verdad es que se le vendió muy cara al Presidente una reforma constitucional sobre seguridad pública y justicia, reforma plagada de lamentables errores de técnica legislativa, de confusiones doctrinales, de violaciones a la letra y al espíritu de la misma Constitución, la cual consagra -así debe ser- la presunción de inocencia pero conserva contradictoriamente (de muestra basta un botón) la prisión preventiva y el arraigo, ambos aplicables... antes de que el juez dicte su sentencia absolutoria o condenatoria. Entonces, ¿cuál presunción de inocencia? Ahora bien, es terrible que el enemigo esté en la propia casa y a la vista de ello resalta una conclusión, a saber, la de que todo lo que se viene haciendo no es tan importante ni trascendente como se dice ya que el mal ha invadido zonas neurálgicas del gobierno. ¿Por qué no se lo extirpó antes? ¿Porque no se supo o porque no se quiso saber? La propaganda oficial pregona triunfos indiscutibles aunque parciales, limitados, o sea, reducidos a dos, tres, cuatro, cinco o más individuos por más importantes que sean. ¿Y el resto? ¿Y los demás? ¿Y las agrupaciones criminales que extienden sus devoradores tentáculos? ¿Qué con aquellos triunfos, que desde luego equivalen a detenciones sorpresivas y sin duda relevantes, se le habrá dado un duro golpe al poder delictivo de filtración y de compra de voluntades? Es muy dudoso por no decir que imposible. Y mientras tanto, repito, las "nuevas" reformas de contenido penal a la Constitución, pomposamente anunciadas, amenazan al delincuente con penas severas, severísimas, que de nada o de muy poco sirven (por no ser ejemplares ni útiles tampoco han servido en el pasado) y que "defienden" a la víctima del delito con fórmulas posteriores a la comisión de éste. Es decir, después de niño ahogado... Y el mensaje de respuesta, si cabe el término, es una derrama impresionante de sangre y de dolor. ¿Se va ganando? ¿Se va perdiendo? ¿Se dan pasos sólidos en la solución del problema que nos aqueja? Hace unos momentos, al escribir este artículo, en la radio y la televisión se informó de algo extraordinariamente grave, de la muerte, entre otros, del secretario de Gobernación Juan Camilo Mouriño y del ex subprocurador José Luis Santiago Vasconcelos, quienes viajaban en un jet que se desplomó. ¿Accidente? ¿Casualidad? ¿Venganza? Ya verá usted que los peritos "oficiales" dirán, muy probablemente, que se trató de eso, de un accidente (el vuelo iba bien, a la perfección, sin motivo alguno de alarma...¡como si los actos criminales no pudieran ser sorpresivos en medio de la aparente calma!) y que no hay pruebas o indicios suficientes que permitan suponer una acción de esa clase. Pero el hecho concreto es que se trata nada menos que del secretario de Gobernación, el "segundo de a bordo" en nuestro sistema político, y de un ex subprocurador comprometido a fondo en el combate al narcotráfico. La acción "casual" o constitutiva de delito ha llegado al borde de la cima, de la cúpula del poder. Es equivocada la estrategia de lucha contra la delincuencia organizada y el narcotráfico. Absurdas reformas penales a la Constitución. Presencia del ejército. Enfrentamientos cotidianos. ¿Esto se ha traducido en resultados positivos? Y faltan veinticuatro días...

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