martes, 8 de enero de 2013

PEÑA Y EL CONGRESO*


MARÍA AMPARO CASAR

Pasado el primer mes de gobierno las perspectivas de relación con el Congreso lucen mucho más favorables para Peña Nieto.

Con Calderón la relación estuvo marcada por momentos de gran rispidez como el del día del cambio de poderes y las constantes tomas de tribuna. El Presidente no pudo visitar la Cámara de Diputados durante todo el sexenio y las recriminaciones mutuas así como la interposición de controversias y acciones de inconstitucionalidad fueron la norma.

Pasaron reformas importantes como la de pensiones a inicios del sexenio, la de derechos humanos, la de amparo, la de seguridad y justicia, la política y, ya pasadas las elecciones, la laboral y la de contabilidad gubernamental.

Otras como la energética y las diversas misceláneas fiscales se aprobaron de manera muy descafeinada. Otras más le fueron escatimadas. Quedaron en la congeladora la ley de seguridad nacional que buscaba dar un marco jurídico a la participación del Ejército en la lucha contra el crimen organizado, el nuevo código penal, el mando único policial. Algunas ni siquiera fueron enviadas. En proyecto quedaron la ley de telecomunicaciones y la de radio y televisión.

La tasa de aprobación no fue mala para un Presidente cuyo partido tenía una posición precaria: 73%. Con todo la idea que queda es la de una relación más de confrontación que de cooperación. La oposición reclamó que no hubo operadores políticos y que el Presidente mandaba las iniciativas sin plancharlas con anterioridad. El Ejecutivo y su partido argumentaron que hubo mezquindad de parte de la oposición. Y la hubo. Durante el primer trienio el PRD -segunda fuerza en la Cámara de Diputados- se negó a tenerlo como interlocutor transfiriéndole así al PRI el poder para fijar la agenda y determinar sus resultados. El PRI desempeñó magistralmente el papel que le regaló el PRD. Ya en el segundo trienio de Calderón el PRI restringió los acuerdos por motivos electorales hasta que el 1o. de septiembre recuperó la Presidencia y le otorgó a Calderón dos importantes reformas de las cuales su nuevo presidente se beneficiaría.

Aunque tienen una posición numérica similar a la que tuvieron Calderón y el PAN en su momento, Peña y el PRI cuentan con más ventajas: tienen al Partido Verde como aliado estable; gozan de la iniciativa preferente de la que podrá echar mano hasta en 10 ocasiones; el PAN comparte muchas de sus posturas y ha manifestado su disposición a colaborar; finalmente la izquierda se encuentra dividida y un sector importante del PRD ha decidido ser un interlocutor del gobierno y no sustraerse a la política parlamentaria. Pero igualmente importante, el equipo de Peña Nieto y los líderes de sus bancadas han sabido leer la situación plural del Congreso al tiempo que han mostrado liderazgo y oficio político.

El primer periodo legislativo de la nueva legislatura dejó un buen sabor de boca. En contraste con lo que suele ocurrir en los periodos de sesiones de las legislatura entrantes en las que sólo se procesan la integración de las comisiones, la glosa del Informe Presidencial y el presupuesto, éste fue inusualmente productivo. Pasaron iniciativas importantes como la laboral y de contabilidad gubernamental, la ley de víctimas, la de justicia para adolescentes, la de la administración pública, el paquete presupuestario y, sobre todo, la reforma educativa.

Con la aprobación de estas reformas se revirtió la percepción de que bajo un gobierno sin mayoría no se puede llegar a acuerdos y de que la oposición está únicamente para obstruir las iniciativas del Ejecutivo. Tiene razón el diputado Beltrones cuando afirma que se ha generado así una dinámica de reformas necesarias para mover al país. Está por verse si, como también declaró, "ese impulso continuará con toda seguridad en 2013". La agenda del Presidente está cargada de asuntos que requieren la aprobación del Congreso. En el Pacto por México de los 95 compromisos, 62 requieren de acción legislativa. De ellos 19 demandan reformas constitucionales. Se necesita liderazgo y parece haberlo. Se necesita disposición de las fuerzas políticas en el Congreso y también parece haberla. Vienen las reformas más difíciles; en las que no hay consenso: la energética, la de telecomunicaciones, la fiscal. Cada una afecta a uno o varios poderes fácticos que harán lo posible por no ver perturbados sus intereses y que utilizarán todos los recursos a su disposición por impedirlas o, al menos, rebajarlas. La agenda está puesta. El año que comienza será crucial para el destino del gobierno y del país. 

*Reforma 08-01-13

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