jueves, 3 de enero de 2013

"UN 2013 PLENO DE BENDICIONES"*


PEDRO SALAZAR UGARTE

Este fue el deseo del canciller Meade para todos los mexicanos. El texto que tuiteó rezaba: “¡A todos mis mejores deseos por un 2013 pleno de dicha y de bendiciones!” Tal parece que para el secretario la laicidad del Estado es un asunto decorativo. De lo contrario ¿cómo explicar que, cual ministro de culto religioso, el titular de la Secretaría que tiene a su cargo la representación de la política exterior y de las relaciones internacionales de México, como deseo de año nuevo, nos colme de bendiciones? El gesto es censurable en sí mismo y sobre todo en el contexto internacional en el que el desliz se verifica.

La nueva recaída del presidente de Venezuela, Hugo Chávez, ha confirmado algunos de los atributos del gobierno que preside. Dos de ellos merecen un comentario: el verticalismo del régimen que encabeza y la derrota de la laicidad. Sobre el primero se ha escrito mucho en estos días y dará mucho de qué hablar en los meses por venir. Ello, por supuesto, en caso de que Chávez no logre recuperarse. El 9 de diciembre pasado, el comandante, reunido con su Estado Mayor, en una sesión televisada que merece observarse con cuidado, entre prédicas, rezos y cantos, designó a Nicolás Maduro como su sucesor en el cargo. La tensión entre ese designio que emana de la voluntad del autócrata y el imperativo constitucional de celebrar elecciones provocará intensos debates entre los estudiosos de la política. Presenciamos un ritual de traspaso del poder en clave autoritaria en un país que endosa una vestimenta democrática. He ahí la contradicción que caracteriza al galimatías en el que los venezolanos están atrapados.

El segundo atributo del régimen venezolano preocupa porque trasciende las fronteras de ese país caribeño. Pareciera que la enfermedad de Chávez desató una oleada de religiosidad en todos los gobiernos supuestamente progresistas de la región latinoamericana. En Venezuela se celebran todos los días misas públicas presididas por el vicepresidente heredero y todos los altos mandos del gobierno chavista. Rezos y llantos inundan la programación de Telesur desde el día en que internaron al comandante. En sintonía, ante una plaza conmovida, Cristina Fernández dijo a los argentinos: “Yo pido que todos le pidamos a Dios (...) que le devuelva la salud al querido presidente Hugo Chávez de la República Bolivariana de Venezuela”. Con gestos y discursos similares, convocando a ritos católicos y prehispánicos, Rafael Correa y Evo Morales se sumaron a la gesta rezadora. Y, en el colmo de la claudicación histórica, José Mujica, ex tupamaro y presidente de Uruguay, convocó a una misa para pedir por la salud del presidente venezolano. Mujica, ateo declarado y líder de una nación orgullosamente laica, explicó que la idea se le ocurrió cuando vio que en su último discurso ante el pueblo venezolano, el propio líder bolivariano besó la cruz. Así que todo el progresismo latinoamericano resultó beato.

Nunca está de más recordar por qué estos gestos son inadmisibles. Para empezar —como se ha repetido muchas veces— porque la democracia sólo germina en terreno laico. Y ello no implica únicamente la separación entre las autoridades estatales y las eclesiásticas, sino que conlleva la necesaria liberación del espacio público de los dogmas y rituales religiosos. De lo contrario, para retomar el caso venezolano actual, las expresiones críticas sobre la gestión del presidente en turno terminarán pareciendo heréticas. Y, cuando la oposición se descalifica con esas lógicas, no hay espacio para la deliberación, el desacuerdo, el voto y, eventualmente, la alternancia. Lo que sigue es un ambiente de cruzada.

Así que el resbalón de Meade no debe ignorarse. Él, legítimamente, puede bendecir a su familia y a sus amigos. También asistir a su iglesia cuando quiera y profesar el credo de su elección. Ese es su derecho. Pero a nosotros, a los ciudadanos, como secretario, nos debe hablar con un lenguaje laico. Esa es su obligación.

*El Universal 03-01-13

No hay comentarios: