miércoles, 4 de julio de 2012

EL DESAFÍO DE LA CONSOLIDACIÓN DEMOCRÁTICA


CIRO MURAYAMA

México ha iniciado su tercer siglo como nación independiente inmerso en una crisis múltiple, pero lo hace por primera vez en su historia contando con un sistema plural de partidos, una prensa diversa y que ejerce sus libertades, y con una ciudadanía cada vez menos indulgente ante quienes detentan el poder. Así, los múltiples desafíos de México pueden ser enfrentados, aún, desde una lógica democrática.
A las urnas están llamados a votar casi 80 millones de mexicanos. En su gran mayoría jóvenes y jóvenes adultos. La variable demográfica no puede escapar del primer nivel de prioridad del análisis de la realidad mexicana. No sólo tenemos una población de 112 millones de seres humanos, la mitad de los cuales viven en una situación de pobreza de acuerdo con las cifras oficiales, sino que nunca en la historia habíamos tenido tantos mexicanos demandando educación y puestos de trabajo sin encontrar espacios educativos o empleos formales. Sólo en la presente década 20.5 millones de jóvenes llegarán a la edad de ciudadanía, cumplirán 18 años. De ellos, 14 millones no lograrán concluir su bachillerato, por lo que tendrán una escolaridad inferior a lo que las Naciones Unidas han definido para no caer en situaciones de pobreza. Al ritmo de expansión del empleo formal, estos jóvenes mexicanos no tienen otro horizonte que el de la precariedad laboral y el subempleo. México está desperdiciando, a pasos agigantados, su “bono” demográfico y creando un contexto de exclusión temprana para los jóvenes que puede convertirse en marginalidad permanente. Más que pleno de oportunidades promisorias, el siglo XXI aparece para el país y sus nuevas generaciones cargado de signos ominosos.
A los añejos problemas de desigualdad, pobreza y fragilidad institucional, en los últimos años se ha añadido la grave presencia de la inseguridad, la violencia y la presencia del crimen organizado sobre prácticamente todas las esferas de la vida mexicana.
Para dejar atrás a la transición democrática y afianzar su consolidación es indispensable dotar al debate público de una agenda sustantiva. De lo contario, la agenda electoral seguirá siendo el expediente que copa y satura el debate público mexicano. Y lo que nos hace falta ya no es discutir sobre las reglas y las autoridades para garantizar el acceso pacífico al poder, sino colocar en el centro de la discusión las políticas públicas sobre temas relevantes. Desde la economía hasta la ecología, pasando por la agenda internacional, la cultura, la ciencia y tecnología, la educación, la salud, la agenda de género, etcétera, se despliega una agenda temática que, en México, no ha sido ampliamente debatida y que, en parte por ello, está siendo desatendida. La insatisfacción de los mexicanos con sus instituciones y con sus gobiernos pasa por la falta de respuestas concretas a los problemas cotidianos de la gente.
Las elecciones de 2012 son un momento crucial para decidir si es a través del fortalecimiento de la ciudadanía y del Estado democrático como se abordarán y eventualmente resolverán los problemas del país, o si seguirán en expansión los motivos para que se recele de la democracia y de la viabilidad del sistema de partidos como instrumentos legítimos para labrar un futuro colectivo deseable. El compromiso con las reglas del juego democrático por parte de todos los actores, así como la aceptabilidad de la derrota, es un requisito para avanzar hacia una agenda sustantiva de la democracia.

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