jueves, 5 de julio de 2012

¿QUIÉN GANÓ?


RAÚL CARRANCÁ Y RIVAS

Aparte del lugar común de que en las elecciones ganó México, porque no hubo violencia, porque no hubo fraude a la vista, porque votó un número impresionante de mexicanos, yo saco las siguientes conclusiones. Ganó un hombre la presidencia, Enrique Peña Nieto, pero su partido ganó a medias puesto que no obtuvo la mayoría en el Congreso de la Unión. Con las gubernaturas pasa aproximadamente lo mismo. Lo cual significa, ateniéndonos a los resultados ya oficiales, que al margen de lo anterior ganó la izquierda. ¿Por qué? Porque tiene el control de muchos espacios de poder y porque obtuvo de los ciudadanos una cantidad impresionante de votos. En este sentido y matemáticamente hablando México no se encuentra dividido en dos, pero un poco menos de la mitad de los mexicanos eligió a la izquierda para gobernar. La diferencia no es mucha en números ya que el PRI venció por un promedio aproximado de tres millones de votos. Además las elecciones resultaron, a mi juicio, un repudio para el PAN. Su candidata no fue sobresaliente, pues ese partido cuenta entre sus filas con miembros incomparablemente mejor preparados que ella. Su gesto extraño, con una contracción o rictus peculiar en los labios, y su oratoria (?) estridente, de plano populista, la dejaron muy atrás. Pero el gran perdedor fue Calderón. En efecto, el pueblo no aprobó ni refrendó su guerra para combatir al narcotráfico. Sin embargo se le debe reconocer su prudencia al anunciar el triunfo de Peña Nieto, con el agregado de que aludió a la posterior confirmación de aquél cuando el IFE así lo anuncie; lo que contrastó notablemente con el triunfalismo del candidato del PRI al llegar a su partido para festejar una victoria no confirmada oficialmente en términos de ley, y pronunciar un discurso, muy preparado puesto que lo leyó, de mediano alcance y con la rigidez del ya ungido. 
Ahora bien, lo digo no por amargar gratuitamente la fiesta de algunos sino por convicción basada en la observación de los hechos. No creo que en la reciente organización de las elecciones se haya cumplido con los principios rectores de certeza, legalidad, independencia, imparcialidad y objetividad (párrafo primero de la fracción V del artículo 41 de la Constitución). Pongo un ejemplo. Es un secreto a voces que se dieron regalos y obsequios mediante tarjetas, comprometiendo al votante para favorecer al PRI. No dudo, por supuesto, que en los otros partidos se haya hecho cosa similar, ya que es un viejo vicio difundido en los medios político electorales. Por otra parte a todos nos consta la inclinación de algunos medios por el candidato del PRI. Fue algo evidente e insoslayable. De manera semejante las encuestas no hicieron más que anunciar una victoria anticipada del candidato del PRI, influyendo en la voluntad de los electores. O sea, no hubo en el caso imparcialidad, ni certeza, ni legalidad, ni independencia, ni objetividad. Quizá lo que digo no haya sido culpa directa de Peña Nieto, o atribuible a él. Pero en la fiesta del triunfo no todos los espacios son claros. Hay que añadir que esta situación ya había sido señalada por el periódico inglés "The Guardian" y por la revista Proceso (junio 27 del año en curso), en los siguientes términos: "La manipulación de los medios masivos de comunicación a favor de la imagen del candidato presidencial del PRI, Enrique Peña Nieto, es clave para entender por qué el ex gobernador del Estado de México se mantuvo al frente de las preferencias durante la campaña electoral". El PRD presentó las denuncias correspondientes y no ha pasado nada al respecto, absolutamente nada. En suma, ¿qué ganó México? En tal virtud habría que buscar el término medio que equivalga a equidad. Ni optimismo desbordado ni pesimismo abrumador, aguardando el dictamen definitivo de la autoridad electoral. Lo cierto es que en democracia México avanza lentamente. Estamos mejor que ayer, pero podemos y debemos estar mañana mejor que hoy. No festejemos con anticipación, porque hacerlo equivale o equivaldría a desdeñar e ignorar a millones de mexicanos que no piensan como el que hace del triunfo su mejor opción.

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