lunes, 2 de mayo de 2011

EL CANTO -ELECTORAL- DEL CISNE

RICARDO BECERRA LAGUNA


Dicen que fue Virgilio el responsable de la figura poética: los cisnes cantan, por única vez, un minuto antes de morir. De tal suerte, esas aves siempre mudas, se metamorfosean en artistas mediante una última y fugaz acción dramática.
Así ocurrió en el Senado: casi al final, luego de meses de trabajo, redacción y forja de acuerdos; luego de la elaboración de sesudos diagnósticos e infinitas versiones de artículos en código; luego de erigir propuestas de cambio en los asuntos torales de la ley electoral… emergió algo menor a un cambio mínimo, apenas un graznido (que se agradece) pero que no toca ni corrige los aspectos esenciales de la administración electoral rumbo al 2012. Digo que se agradece porque, de prosperar en la Cámara de Diputados, los legisladores le permitirán al IFE desarrollar una logística mucho más eficiente y amplia en el recuento de los votos, de manera que se asegura la puntualidad en la emisión de los resultados definitivos, aún y en la hipótesis de una apertura de paquetes y una contabilidad -voto por voto- masiva y extendida. También aclaran, de una vez por todas, que el IFE sí podrá sancionar directamente a los servidores públicos que se propasen haciendo propaganda para sí o para sus partidos, a costa de recursos públicos. Además, se precisa que los gastos de partidos en la selección interna de candidatos, a partir de ahora, no entrarán en la contabilidad global de las campañas ni, por tanto, en el tope de gastos correspondiente. Nada para la anhelada “desespotización”; nada para enderezar y convertir en un instrumento racional, al llamado procedimiento especial sancionador; nada para la precisión en el régimen de nulidades; nada para hacer legal la obligación democrática de los debates, también entre los candidatos al Senado y a la Cámara de Diputados; nada para fortalecer las estructuras de transparencia en los partidos; nada para hacer efectivas las cuotas y la equidad de género. Estos puntos que de suyo, eran parte de una reforma mínima, sin embargo, tendrán que esperar en la cola legislativa, a la espera de tiempos menos crispados, si los hay. No obstante, es preciso dejar por sentado que dos de esas omisiones, pueden resultar especialmente perniciosas para el proceso electoral por venir: la rigidez del modelo de comunicación y la irracionalidad adquirida en el procedimiento expedito de sanción. Como se sabe, el IFE es esclavo de un esquema que obligará a transmitir, como en cascada, 96 spots por cada señal de radio y televisión al aire, durante 180 días en las próximas elecciones presidenciales. Se trata de una camisa demasiado apretujada para la versatilidad, novedad y profundidad que necesita con urgencia la competencia electoral en el país. El principio esencial, me parece absolutamente pertinente y defendible (que la propaganda electrónica de los partidos cruce únicamente en los tiempos del Estado); no obstante, es cosa muy diferente instrumentarlo a través de un cartabón repetido 96 veces al día. Había dos medidas a tomar: permitir la acumulación de los tiempos bajo criterios claros, y diversificar las formas en que se emiten los mensajes de los partidos. La carta de los variados y respetados personajes que sugería un cambio así, no sorteó la desdichada aduana de los vetos legislativos.La otra desgracia es el estado actual del procedimiento especial sancionador. Lo que se pensó como un instrumento legal absolutamente excepcional; lo que se diseñó como un dispositivo activo únicamente en los procesos electorales porque se trata de evitar daños ilegales e irreversibles a las campañas; lo que era un proceso que se abría fácilmente por la evidencia y el tamaño de la falta, se transformó en un expediente recurrido en todo tiempo, bajo cualquier pretexto, por causas mínimas o accesorias, arma arrojadiza de partidos expertos en hacer propaganda quejándose de la propaganda ajena. El procedimiento especial ha convertido al Consejo General en una cacerola de permanente litigio, desavenencia, divergencia y mal humor. Poco a poco, arrastra a los Consejeros a su papel de jueces permanentes y les arrebata su valor y su papel más importante: ser la fuente permanente de consenso en las decisiones de la organización electoral, factores de equilibrio y de confianza, mientras la competencia por el poder ocurre allá, fuera del IFE. En mi opinión, la inflación sancionatoria, los miles de procedimientos que previsiblemente serán interpuestos en el trance político crucial del proceso electoral del 2012 (un solo dato: en el 2009, con la sola elección de diputados, el IFE dio curso a mil 76 de ellos), pueden resultar la manzana envenenada del cuanto, un factor de riesgo para la cuidadosa construcción que la autoridad electoral debe emprender desde ahora, y bajo la cual, el primer domingo de julio, recogerá la voluntad de los ciudadanos. El periodo extraordinario del que se ha hablado, puede ser la última oportunidad, sin embargo, conforme pasan los días, será el propio IFE, sus consejeros, quienes ahora, deberán tomar el toro por los cuernos y afrontar con toda seriedad estas discusiones y estos riesgos. Las lecciones están ahí, para quien quiera verlas. Mediante sus atribuciones reglamentarias, es el IFE y su Consejo, la instancia llamada a corregir las distorsiones más ostensibles de la nueva fenomenología que ocurre en el proceso electoral de México. Si no la ley, que sean pues, los reglamentos.




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