No especulo sobre su desembocadura, tampoco me detengo en los detalles finos (que es donde suelen encontrarse los verdaderos perfiles de las propuestas) y no repetiré la obviedad de que tiene fines electorales (porque en política democrática casi todo lo tiene), sino en la forma ejemplar de plantear un problema y su eventual solución. Me refiero al discurso del presidente Obama sobre inmigración en El Paso, Texas, del 10 de mayo.
Llaman la atención la capacidad de recuperar y recrear una tradición, la disposición para hacerse cargo de las preocupaciones de los otros, la manera de hacer explícitos los beneficios de la propuesta y la vocación para trazar un nuevo horizonte. Y si a ello sumamos la fórmula de hilar eventos particulares con el cuadro general, la pieza resulta enfática y pedagógica.
En una época marcada por el chovinismo y las pulsiones nacionalistas más estrechas, Obama retomó una de las tradiciones más fructíferas de Estados Unidos: la de las puertas abiertas a migrantes de todos los rumbos. Empezó haciendo alusión a una ceremonia realizada en una institución de educación superior en Miami, cuyos egresados "tenían raíces en 181 países". Dijo: "durante la ceremonia desfilaron 181 banderas... Los egresados y familiares con raíces en esos países aplaudieron a cada una de ellas. Así, cuando pasó la bandera de Haití, todos los jóvenes haitianos aplaudieron, y cuando la bandera de Guatemala pasó, los jóvenes de Guatemala aplaudieron. Y cuando la bandera de Ucrania... Pero luego quedó a la vista la última bandera, la bandera estadounidense. Y la sala estalló en aplausos... Los padres, abuelos -o los mismos egresados- provenían de todos los rincones del mundo... Fue el recordatorio de una idea simple... E pluribus, unum. De muchos, uno. Nos definimos como una nación de inmigrantes... Este flujo de inmigrantes ha ayudado a hacer que este país sea más sólido y más próspero... Esa es la promesa de este país: que cualquiera pueda escribir un nuevo capítulo de nuestra historia. No importa de dónde vienes... Eso nos enriquece a todos".
Los inmigrantes entonces aparecen no como un riesgo para el país sino como un aporte, sus oleadas engrandecen a la nación de llegada. Se trata de darle un vuelco radical a la idea de una fortaleza que se defiende de los bárbaros. Obama intentó establecer un basamento para la discusión asentado en la tradición de su país: una sociedad capaz de recibir y ofrecer oportunidades a migrantes de todo el mundo bajo el principio de que la diversidad enriquece. Se trata de cerrarle el paso a la nefasta idea de los migrantes "inasimilables", extraños, peligrosos.
Pero no sólo estableció un marco diferente para el debate sino que se hizo cargo de las preocupaciones de sus adversarios, seguramente porque sus votos resultan necesarios para hacer avanzar la propuesta migratoria, pero también porque expresan inquietudes auténticas. La seguridad es el contraargumento más potente que se ha construido en oposición a una política migratoria abierta, permisiva. Y Obama recordó lo que en ese terreno ha realizado su administración: más agentes en la frontera, vallas, multiplicación de analistas de inteligencia, sobrevuelo de aeronaves no tripuladas, alianza con México en contra de las organizaciones criminales, cien por ciento de inspecciones a la carga ferroviaria. Desde México eso no suena alentador, pero quiero subrayar la vocación para asimilar las objeciones del contrario, como requisito para forjar un pacto inclusivo. El presidente Obama se permitió bromear con relación a las posiciones más extremas: "¿Tal vez dirán que necesitamos un foso circundante? ¿O caimanes? Nunca estarán satisfechos. Y lo comprendo. Así es la política".
Y dado que no hay política que logre adhesiones si no se enuncian sus beneficios, Obama habló de las frágiles condiciones de los migrantes, de tal suerte que su regularización beneficiaría también a la clase media. Dijo: "una manera de darle solidez a la clase media es reformar nuestro sistema de inmigración, de manera que deje de haber una enorme economía clandestina que explota una fuente barata de mano de obra y a la vez hace que los salarios de todos los demás bajen". Una vuelta de 180 grados al planteamiento de que la solución "a esa competencia desleal" es contener aún más a los migrantes.
Así, el nuevo horizonte sería integrar una gran coalición (incluyendo a un buen número de sus adversarios) para "otorgar a los agricultores una manera legal de contratar a los trabajadores... y una vía para que dichos trabajadores puedan obtener estatus legal... respetar a las familias que cumplan con las normas al reunificarlas más rápidamente en vez de dividirlas" y aprobar, ahora sí, la Ley Dream, que consiste en otorgar la nacionalidad a los hijos de migrantes indocumentados que se encuentran en la educación superior o en el Ejército.
Alguien dirá, y con razón, que se trata sólo de un discurso. Pero vale la pena recordar que lo primero y más importante que tiene un político es la palabra.
Llaman la atención la capacidad de recuperar y recrear una tradición, la disposición para hacerse cargo de las preocupaciones de los otros, la manera de hacer explícitos los beneficios de la propuesta y la vocación para trazar un nuevo horizonte. Y si a ello sumamos la fórmula de hilar eventos particulares con el cuadro general, la pieza resulta enfática y pedagógica.
En una época marcada por el chovinismo y las pulsiones nacionalistas más estrechas, Obama retomó una de las tradiciones más fructíferas de Estados Unidos: la de las puertas abiertas a migrantes de todos los rumbos. Empezó haciendo alusión a una ceremonia realizada en una institución de educación superior en Miami, cuyos egresados "tenían raíces en 181 países". Dijo: "durante la ceremonia desfilaron 181 banderas... Los egresados y familiares con raíces en esos países aplaudieron a cada una de ellas. Así, cuando pasó la bandera de Haití, todos los jóvenes haitianos aplaudieron, y cuando la bandera de Guatemala pasó, los jóvenes de Guatemala aplaudieron. Y cuando la bandera de Ucrania... Pero luego quedó a la vista la última bandera, la bandera estadounidense. Y la sala estalló en aplausos... Los padres, abuelos -o los mismos egresados- provenían de todos los rincones del mundo... Fue el recordatorio de una idea simple... E pluribus, unum. De muchos, uno. Nos definimos como una nación de inmigrantes... Este flujo de inmigrantes ha ayudado a hacer que este país sea más sólido y más próspero... Esa es la promesa de este país: que cualquiera pueda escribir un nuevo capítulo de nuestra historia. No importa de dónde vienes... Eso nos enriquece a todos".
Los inmigrantes entonces aparecen no como un riesgo para el país sino como un aporte, sus oleadas engrandecen a la nación de llegada. Se trata de darle un vuelco radical a la idea de una fortaleza que se defiende de los bárbaros. Obama intentó establecer un basamento para la discusión asentado en la tradición de su país: una sociedad capaz de recibir y ofrecer oportunidades a migrantes de todo el mundo bajo el principio de que la diversidad enriquece. Se trata de cerrarle el paso a la nefasta idea de los migrantes "inasimilables", extraños, peligrosos.
Pero no sólo estableció un marco diferente para el debate sino que se hizo cargo de las preocupaciones de sus adversarios, seguramente porque sus votos resultan necesarios para hacer avanzar la propuesta migratoria, pero también porque expresan inquietudes auténticas. La seguridad es el contraargumento más potente que se ha construido en oposición a una política migratoria abierta, permisiva. Y Obama recordó lo que en ese terreno ha realizado su administración: más agentes en la frontera, vallas, multiplicación de analistas de inteligencia, sobrevuelo de aeronaves no tripuladas, alianza con México en contra de las organizaciones criminales, cien por ciento de inspecciones a la carga ferroviaria. Desde México eso no suena alentador, pero quiero subrayar la vocación para asimilar las objeciones del contrario, como requisito para forjar un pacto inclusivo. El presidente Obama se permitió bromear con relación a las posiciones más extremas: "¿Tal vez dirán que necesitamos un foso circundante? ¿O caimanes? Nunca estarán satisfechos. Y lo comprendo. Así es la política".
Y dado que no hay política que logre adhesiones si no se enuncian sus beneficios, Obama habló de las frágiles condiciones de los migrantes, de tal suerte que su regularización beneficiaría también a la clase media. Dijo: "una manera de darle solidez a la clase media es reformar nuestro sistema de inmigración, de manera que deje de haber una enorme economía clandestina que explota una fuente barata de mano de obra y a la vez hace que los salarios de todos los demás bajen". Una vuelta de 180 grados al planteamiento de que la solución "a esa competencia desleal" es contener aún más a los migrantes.
Así, el nuevo horizonte sería integrar una gran coalición (incluyendo a un buen número de sus adversarios) para "otorgar a los agricultores una manera legal de contratar a los trabajadores... y una vía para que dichos trabajadores puedan obtener estatus legal... respetar a las familias que cumplan con las normas al reunificarlas más rápidamente en vez de dividirlas" y aprobar, ahora sí, la Ley Dream, que consiste en otorgar la nacionalidad a los hijos de migrantes indocumentados que se encuentran en la educación superior o en el Ejército.
Alguien dirá, y con razón, que se trata sólo de un discurso. Pero vale la pena recordar que lo primero y más importante que tiene un político es la palabra.
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