jueves, 26 de mayo de 2011

¿EL FIN DE LA IMPUNIDAD?

RAÚL CARRANCÁ Y RIVAS



Poco antes de llegar a Ciudad Juárez el Presidente Calderón dijo en Las Vegas, Nevada, que los "springbreaquers" que visitaron México solo recibieron "shots" de tequila, soslayando la muerte de más de cuarenta mil personas en lo que va de la guerra contra la delincuencia (con un diez por ciento de víctimas inocentes en esa cifra). Y ya en Ciudad Juárez respaldó la existencia de la prisión vitalicia en ese Estado, exhortando al Congreso de la Unión a aprobar la iniciativa de ley que envió en 2007 en la cual propuso a nivel federal tal castigo para los secuestradores que mutilen o asesinen a sus víctimas. ¡Muy bien, señor Presidente, para usted el Estado debe combatir la violencia con más violencia! Nada más que igualmente envíe otra iniciativa al Congreso proponiendo a su vez la eliminación del artículo 18 de la Constitución que, no se le olvide, bien que mal consagra el principio de la readaptación o rehabilitación social, hoy absurdamente llamada "reinserción"; principio acorde, por cierto, con avanzadas teorías en Derecho Penal. ¡Derrúyalo, señor Presidente, es una tontería que heredamos del positivismo penal de Ferri! Y a propósito de Ciudad Juárez allí le pidió usted a la clase política, a los partidos, a los congresos, a los académicos, en suma a la sociedad civil, que respalde su "estrategia de seguridad", en rigor su guerra, sin regateos ni recriminaciones. Pidió una de dos, o quedarse en el encono o "actuar como la generación que inició el fin de la impunidad" y afirmó, lo que es sorprendente, que "de perseverar en la actual estrategia contra la delincuencia habrá victoria y paz". ¡Increíble! ¿Lo cree de verdad? Y esto lo sostuvo nada menos que al conmemorar el centenario de la firma de los Tratados de Ciudad Juárez, principio de la fase inicial de la Revolución Mexicana. Lo recalco pues para que México sea un país de leyes (ideal, entre otros, de Madero), según lo deseó públicamente, hay que partir del presupuesto de que se trate de leyes buenas, y usted olvida que su instrumento jurídico y constitucional, su "estrategia" para enfrentar a la delinuencia, es la reforma precisamente constitucional de 2008 en materia de justicia penal y seguridad pública, la que defiende a capa y espada; reforma llena de errores garrafales, de inconsistencias, de contradicciones y de violaciones al espíritu de la Carta Magna.
El hecho relevante es que el Presidente Calderón habló en Ciudad Juárez del fin de la impunidad, según y conforme lo entiende él. Yo pienso que su concepción del asunto, junto con su estrategia, es en realidad el comienzo de la impunidad de Estado en materia de combate al crimen. Es la tesis del Derecho Penal del Enemigo, de la que ya he escrito. Es el desconocimiento a rajatabla de las garantías individuales y de los derechos humanos. Por eso yo creo que en la conciencia de millones de mexicanos es la hora, nuestra hora, de la reflexión, del análisis concienzudo, sobre todo para que en las elecciones presidenciales de 2012 votemos por una rectificación de esa pésima estrategia. La voz de la sociedad civil ya se hizo escuchar y sus demandas son muy claras. ¡Qué importa que algunos porcentajes en los índices de criminalidad o muertes suban o bajen! La marea de violencia es enorme, gigantesca, y ahoga las cifras que no siempre son confiables. No hay duda, estamos atrapados en la red de la persistente insistencia del Presidente a favor de su estrategia. No niego que crea ciegamente en ella, ése es su sentimiento y su convicción; pero no los del pueblo. Tampoco importa que las encuestas registren inciertos porcentajes que apoyan la estrategia fallida. Sabemos de memoria que hay encuestas sobre encuestas y que la última, la verdadera, es en las urnas electorales. Mientras tanto el clamor popular crece junto con la inconformidad y la gran duda es si el pueblo no estallará. Ojalá que no porque ello impediría o adulteraría la presencia democrática de dicho pueblo en 2012, que es la esperanza de millones de mexicanos.

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