Te Conocí cuando eras triste, pobre, rebelde, sufrido, viviendo la angustia de una geografía que te hizo pequeño porque los Andes se colocaron muy cerca del Pacífico. Te abrumaban riquezas en la tierra -cobre, oro, guano, frutales, viñas-, pero los gobiernos de los momios, el clero y el ejército no te permitían avanzar. Entonces, soñabas con glorias pasajeras en el Mundial de 1962. Volví en los tiempos oscuros de la dictadura, la gente callaba, los carabineros deambulaban, la libertad estaba estrangulada, pasabas por tus peores momentos: 18 años de infortunio y el peor de los dictadores del continente. Prefiero olvidar la noche larga de los fusiles y las bombas en la Moneda. Volví cuando tu pueblo recobró la democracia y los soles de la libertad se encendían desde la rica mina del "Teniente" hasta las gélidas tierras de la Antártida. Los socialistas hicieron su trabajo, el país cambió, florecieron las viñas, el turismo, los negocios y una sonrisa de paz. En México había conocido a tus grandes gentes -un gran embajador y amigo, Gonzalo Martínez Corbalá, por instrucciones de Luis Echeverría, había abierto las puertas de nuestra tierra generosa- y allá llegaron Doña Tencha, Somavía, Inzulza y muchos otros más que años después volví a ver en esta tierra. Para Neruda era tarde, no viajó a México, murió aquí en la Chascona, por el dolor del golpe de los milicos.
Ahora, he venido a un acto académico que mucho enaltece la fraternidad iberoamericana. Fraguamos proyectos que con la voluntad de 45 Universidades de España y Latinoamérica, nos harán mejorar la enseñanza del derecho y las capacidades del estudiante para ubicarse y responder acertadamente a un mundo profesional invadido por las consultorías de Washington.
Pero me he desviado, vine a saludar a mis santos laicos, vine a las tumbas de Salvador Allende y de Pablo Neruda. Vine al Cementerio General y vine a Isla Negra, y La Sebastiana. Vine a recordar al presidente mártir, cuyo mensaje en la Universidad de Guadalajara se convirtió en el compromiso de los jóvenes latinoamericanos. Vine a ver su reivindicación en bronce en La Moneda. Vine a urgir a la derecha para que no confunda un ensayo de neoliberalismo que va al fracaso con un programa de progreso social que exige este pueblo. Vine a ver cómo un pequeño zar del capitalismo quiebra los anhelos de los socialistas. Fracasará, porque los manejos del Estado chileno no son los de una empresa de aviación. Visité las zonas deprimidas de Santiago y las vi exactamente igual que hace 50 años. Sigo esperando -con Allende- que se abran los caminos de Las Alamedas para que transite una verdadera justicia social.
Estuve aquí cuando los restos de Pablo Neruda y Matilde Urrutia se escondían en el Cementerio General. Estoy aquí y están en Isla Negra. Neruda representa para todos nosotros el mensaje de la naturaleza, del amor, del compromiso con la América nuestra. Nadie como él cantó a pueblos y hazañas de nuestra raza, de nuestros hombres, Cuaupolican, Atahualpa, Cuauhtémoc, Bolívar, O'Higgins, Martí, Juárez y Cárdenas, ("General: Presidente de América").
Dejé Isla Negra, con su horizonte al Pacífico inmenso, tu recinto de caracolas, las esculturas de los cinco continentes, esa colcha de cama de Aguascalientes, los equipales de Guadalajara para quien amaba observar el océano, tus mapas de los mundos ignotos, la mesa dispuesta para los amigos, las botellas de vino de estas tierras, tu breve escritorio, la pluma y la tinta verde, donde escribiste, para concluir tu existencia maravillosa, "Confieso que he vivido". El salitre se come los libros, por eso están en otros anaqueles y no allí. Los niños vienen a oír a ese hombre sabio, de voz tranquila. Cuando pasen los años leerán -ya en la más difícil de las suertes de la vida-, "Veinte poemas de amor y una canción desesperada". (1924).
Te dejo, Chile, mi cariño para que navegue desde Valparaíso en los barcos que parten a la mar haciendo espuma y despertando sueños. Te deseo lo mejor, Chile, porque lo mejor tuyo, será lo nuestro, será lo de la América mestiza que nos nutre y nos enseña a no doblegarnos ante el frágil coloso de arena que se hundirá en el fango de sus crímenes y sus contradicciones.
PABLO
No me despido de ti, amigo,
Lo hago sólo de los mares del sur,
Me despido de tu Isla Negra,
donde escribiste al mundo, alborozado,
los mejores poemas de amor, lucha y justicia,
Cabalga, Maestro, en tu caballo de tres colas. Titán de letras, en tus naves,
Atrás la espuma, y los sueños, adelante la paz y el Nuevo Mundo.
Te seguiremos fieles, leyendo, con el viento enfrente, tu "Canto General".
¡Hasta la victoria, siempre! hlb.
Ahora, he venido a un acto académico que mucho enaltece la fraternidad iberoamericana. Fraguamos proyectos que con la voluntad de 45 Universidades de España y Latinoamérica, nos harán mejorar la enseñanza del derecho y las capacidades del estudiante para ubicarse y responder acertadamente a un mundo profesional invadido por las consultorías de Washington.
Pero me he desviado, vine a saludar a mis santos laicos, vine a las tumbas de Salvador Allende y de Pablo Neruda. Vine al Cementerio General y vine a Isla Negra, y La Sebastiana. Vine a recordar al presidente mártir, cuyo mensaje en la Universidad de Guadalajara se convirtió en el compromiso de los jóvenes latinoamericanos. Vine a ver su reivindicación en bronce en La Moneda. Vine a urgir a la derecha para que no confunda un ensayo de neoliberalismo que va al fracaso con un programa de progreso social que exige este pueblo. Vine a ver cómo un pequeño zar del capitalismo quiebra los anhelos de los socialistas. Fracasará, porque los manejos del Estado chileno no son los de una empresa de aviación. Visité las zonas deprimidas de Santiago y las vi exactamente igual que hace 50 años. Sigo esperando -con Allende- que se abran los caminos de Las Alamedas para que transite una verdadera justicia social.
Estuve aquí cuando los restos de Pablo Neruda y Matilde Urrutia se escondían en el Cementerio General. Estoy aquí y están en Isla Negra. Neruda representa para todos nosotros el mensaje de la naturaleza, del amor, del compromiso con la América nuestra. Nadie como él cantó a pueblos y hazañas de nuestra raza, de nuestros hombres, Cuaupolican, Atahualpa, Cuauhtémoc, Bolívar, O'Higgins, Martí, Juárez y Cárdenas, ("General: Presidente de América").
Dejé Isla Negra, con su horizonte al Pacífico inmenso, tu recinto de caracolas, las esculturas de los cinco continentes, esa colcha de cama de Aguascalientes, los equipales de Guadalajara para quien amaba observar el océano, tus mapas de los mundos ignotos, la mesa dispuesta para los amigos, las botellas de vino de estas tierras, tu breve escritorio, la pluma y la tinta verde, donde escribiste, para concluir tu existencia maravillosa, "Confieso que he vivido". El salitre se come los libros, por eso están en otros anaqueles y no allí. Los niños vienen a oír a ese hombre sabio, de voz tranquila. Cuando pasen los años leerán -ya en la más difícil de las suertes de la vida-, "Veinte poemas de amor y una canción desesperada". (1924).
Te dejo, Chile, mi cariño para que navegue desde Valparaíso en los barcos que parten a la mar haciendo espuma y despertando sueños. Te deseo lo mejor, Chile, porque lo mejor tuyo, será lo nuestro, será lo de la América mestiza que nos nutre y nos enseña a no doblegarnos ante el frágil coloso de arena que se hundirá en el fango de sus crímenes y sus contradicciones.
PABLO
No me despido de ti, amigo,
Lo hago sólo de los mares del sur,
Me despido de tu Isla Negra,
donde escribiste al mundo, alborozado,
los mejores poemas de amor, lucha y justicia,
Cabalga, Maestro, en tu caballo de tres colas. Titán de letras, en tus naves,
Atrás la espuma, y los sueños, adelante la paz y el Nuevo Mundo.
Te seguiremos fieles, leyendo, con el viento enfrente, tu "Canto General".
¡Hasta la victoria, siempre! hlb.
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