JOSÉ WOLDENBERG
El 7 de octubre habrá elecciones presidenciales en Venezuela. Luego de 14 años en la Presidencia, Hugo Chávez pretende reelegirse. El proceso electoral transcurre marcado por una aguda polarización, condiciones de la competencia inequitativas y un sistema electoral -en el sentido estrecho del término- confiable.
El registro de los electores es público, la identificación de los mismos es con una "máquina capta huellas" presentando su cédula de identidad, los funcionarios de las mesas electorales son designados en un sorteo público, los diferentes candidatos pueden nombrar "testigos" en cada una de las mesas. El voto es electrónico, pero la máquina entrega al elector un comprobante en papel del sentido de su voto, el cual es colocado en una urna. Terminada la votación, la máquina imprime varias actas del escrutinio para que cada "testigo" tenga su propia copia. Para garantizar que "no hay gato encerrado", en más del 50 por ciento de las mesas, escogidas al azar, se cotejan los resultados electrónicos con los de las urnas que contienen las papeletas. El Consejo Nacional Electoral está obligado a dar los resultados agregados pero también por cada mesa electoral. Así, el sistema de identificación, votación y recuento resulta confiable. Y si los partidos logran tener "testigos" en la inmensa mayoría de las mesas los resultados serán definidos por los votantes.
No obstante, dos grandes bloques están enfrentados: la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), que agrupa a dos docenas de partidos y cuyo candidato es Henrique Capriles, y la constelación de agrupaciones y partidos en torno al Partido Socialista Unificado de Venezuela que postula al presidente Chávez. Desde el gobierno se azuza y promueve la descalificación de los contrincantes, se les presenta como agentes de fuerzas extranjeras e intereses inconfesables, se profieren amenazas sin rubor. Mientras, desde la oposición, su candidato hace esfuerzos importantes por atemperar la polarización. Subraya la necesidad de unir a los venezolanos, modera las críticas al gobierno y se compromete a no suprimir los programas sociales. Por momentos da la impresión de que nada une a los dos polos enfrentados, no obstante, es el compromiso de actuar bajo los mandatos constitucionales, y su aceptación de que la única fórmula legítima para arribar al gobierno y a los cargos legislativos es la vía electoral, lo que construye un piso común, frágil pero cierto, para su competencia pacífica.
La polarización se agudiza porque el 7 de octubre solo se elegirá al presidente de la República. A los gobernadores y alcaldes hasta diciembre y a la Asamblea Nacional en un año y medio. En ese contexto la lucha es por todo o nada, ya que la Presidencia, recuerda Perogrullo, es indivisible. ¿Cuál sería el clima si además del Presidente se eligiera a los gobernadores y alcaldes y a la Asamblea Nacional? Un formato en el cual nadie gana todo ni pierde todo.
A la polarización se suma la inequidad en las condiciones de la contienda. De los cinco rectores que integran la dirección del CNE, cuatro están alineados con el oficialismo y solo uno es de la oposición. Además existe una cobertura marcadamente asimétrica de las campañas. El Presidente puede decretar cadenas nacionales cuando lo juzgue conveniente y lo ha hecho a lo largo de la campaña. Y mientras la oposición clama porque la autoridad modere al presidente/candidato, el CNE responde que no tiene facultades para hacerlo. A ello hay que sumar que por ley el gobierno tiene 10 minutos diarios en radio y televisión para realizar difusión institucional y que en esta fase son utilizados para reforzar la campaña del Presidente. Si a ello se suma el uso discrecional de la publicidad gubernamental y la presión que el gobierno ejerce sobre los medios no alineados, el cuadro se complica y tuerce.
Como además, explotando la retórica antipolítica, se suprimió el financiamiento público a los partidos, el dinero que fluye hacia la campaña oficial parece ser dinero público a manos llenas, mientras el que alimenta la campaña de Capriles parece ser privado. Y si sumamos la utilización abierta y sin rubor de las políticas sociales, el cuadro que compone el "ventajismo" a favor del gobierno se completa.
Un factor gravita no solo sobre las elecciones sino sobre el escenario político todo: la enfermedad del presidente Chávez. Es un imponderable sobre el que todos especulan, y cuyo desenlace pone sobre el tapete dos asuntos medulares: el de su eventual sucesión y el de la cohesión del bloque político que apoya al caudillo. Por su parte, la oposición realizó unas elecciones primarias, de donde no solo salió la candidatura de Capriles y en la que participaron más de 3 millones de personas, sino también los candidatos a gobernadores y alcaldes para las elecciones de diciembre. Estos, mientras tanto, son los coordinadores de la campaña electoral de la MUD en sus respectivos territorios, y abre la posibilidad de que más allá del resultado de octubre, la oposición se mantenga unida.
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