JAVIER CORRAL JURADO
El Consejo General del IFE está integrado por nueve consejeros electorales con derecho a voto, dentro de los cuales, uno es su Presidente. También forman parte los Consejeros del Poder Legislativo por cada grupo parlamentario ante el Congreso de la Unión y por los representantes de cada Partido Político Nacional con registro y por un Secretario, todos éstos con derecho sólo a voz. Es el espacio de análisis, discusión y deliberación pública donde se construyen algunas de las decisiones más importantes de nuestro proceso electoral federal, y se le da cumplimiento al mandato de la ley y la Constitución en la organización y desarrollo de las elecciones.
Tengo desde hace muchos años un aprecio singular por esa mesa, en su forma auténticamente una herradura, y en la que han asentado su testimonio de compromiso con la democracia personajes que admiro y me han inspirado; por supuesto, Miguel Angel Granados Chapa, de enorme recuerdo para mí. El consejo general del IFE no es el IFE, pero desde siempre ha sido llamado a ser el mejor reflejo y representación de lo que entraña la creación, evolución y desarrollo del IFE: la institución del pluralismo mexicano. La base que ha posibilitado grandes transformaciones políticas y una multitud de acomodos que expresan no sólo la diversidad social, sino la intensidad de una competencia política que ha dividido el poder, bajo un diseño estrictamente ciudadano.
Por una propuesta de nuestro Presidente Nacional, Gustavo Madero, a los grupos parlamentarios del PAN en el Congreso Federal, he sido enviado a formar parte de la mesa del Consejo General del IFE, como Consejero del Poder Legislativo. No sin el pujido de los personeros del duopolio de la Televisión que actúan dentro y fuera del Instituto, de los partidos y del Congreso, porque saben perfectamente que mi trabajo no sólo estará basado en formulaciones explícitas, claras, comunicables, sino en la salvaguarda del interés público. En consecuencia con ello, mi premisa esencial es colaborar, defender, apoyar y fortalecer al IFE; como esa construcción histórica de la política mexicana.
Lo he acreditado desde el Congreso, cuidando celosamente que en su renovación parcial no se impusiera el criterio de las cuotas partidistas, y conjurando el intento que se desplegó para que también en éste órgano del Estado, Televisa tuviera una representación directa, esto es, orgánica. He sido un aliado del Instituto y he defendido - no sin algunos cuestionamientos -, la suficiencia presupuestal del IFE y el respeto a su autonomía. Y porque estoy convencido que el IFE debe ser el principal órgano técnico del Congreso Federal para una eventual reforma electoral, me he propuesto con los consejeros como un enlace eficaz.
No dejaré de criticar ninguna de sus decisiones erradas, pero no voy a perder de vista que, encima de las diferencias, el IFE representa la piedra angular de la convivencia y la competencia política de la nación.
La reacción de los personeros de las Televisoras, en acción sincronizada el día de ayer, tiene una explicación clara. Saben que voy al IFE a defender la ley y la Constitución, especialmente, el modelo de comunicación política que se ha demostrado viable, practicable, correcto. Si algo han demostrado las elecciones de 2009 y las de este año, es que el modelo de comunicación funciona, que el IFE es capaz de administrar para la política democrática, los tiempos del Estado y las relaciones con más de dos mil emisoras, concesionarios y permisionarios.
Esto no obsta para señalar que el TRIFE y el IFE nos deben una gran corrección y una rectificación en el camino, es decir, es su deber convertir el modelo de comunicación política y en general, las reglas de sanción y resolución de la competencia electoral, en una serie de reglas razonables, serias, sensatas, que coloquen en el centro la indebida relación del dinero, los medios y la política.
Este es un reto y una oportunidad para el sistema electoral mexicano, porque los que competimos en la realidad, percibimos un exceso de lineamientos, criterios confusos, interpretaciones que han llegado a prohibir "lo que se dice", incluso con más rigor y empeño que las violaciones a la prohibición de contratar tiempos en radio y televisión, que fue el núcleo de la reforma electoral de 2007 y 2008. Si queremos defender esa reforma y el papel del IFE, si queremos consolidar los avances de los últimos años, es urgente comenzar a corregir la sobre-interpretación que deforma y en ocasiones hace incomprensible el papel de la autoridad electoral.
Como una de las encomiendas principales que Gustavo Madero ha puesto en mi nueva responsabilidad es la de exigir al IFE, el esclarecimiento exhaustivo, puntual y pleno, de la estructura que el PRI montó para pagar su aparato de operadores electorales, que no fueron reportados y que fueron financiados -muy probablemente- por empresas mercantiles o por otras fuentes, expresamente prohibidos por la ley.
Si hay una sombra de duda sobre la elección de 2012, es esa cascada de dinero que cayó sobre la elección del Señor Peña Nieto. Como senador y como ciudadano, he expresado esa exigencia, la de su investigación y su esclarecimiento. El caso Monex, especialmente, está en el centro de la denuncia de mi partido y no vamos a quitar el dedo de ese renglón que empaña, como ningún otro, las elecciones del 2012, aun cuando ahora se disfracen de anti-corrupción.
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