sábado, 8 de septiembre de 2012

¿QUÉ HACEMOS CON LOS NOTARIOS?

MIGUEL CARBONELL

En uno de sus números recientes, la revista The Economist se preguntaba sobre el papel que deben tener los notarios y lo mucho que su trabajo impacta en el desarrollo económico de los países, al ser los encargados de dar seguridad jurídica en materia de derechos de propiedad (“Breaking the seals”, The Economist, 11/8/2012). En México el de los notarios es un tema del que se habla poco, pero que ha adquirido mucha actualidad por dos cuestiones recientes de distinto significado, aunque muy relacionadas. Por un lado, en las páginas de EL UNIVERSAL se puso en evidencia la actuación “activista” (por decirlo suavemente) de un notario del DF en favor de uno de los excandidatos presidenciales; de ese reportaje surgen preguntas acerca de la neutralidad política que deben tener los notarios, especialmente si van a dar fe pública de hechos que puedan tener trascendencia electoral. Además, se trataba del caso de un notario al parecer fuertemente inclinado en favor de quien lo había nombrado. Las dudas de parcialidad saltan enseguida y no resulta desproporcionado al menos plantearselas. Por otro lado, en la discusión llevada a cabo en la Sala Superior del Tribunal Electoral, el magistrado Flavio Galván puso en evidencia algunas pruebas “notariadas” de la coalición de izquierda, que carecían de la más mínima formalidad, en términos de lo que exigen las leyes aplicables. Aunque parezca una postura muy formalista la del magistrado, lo cierto es que precisamente la tarea de los notarios es apegarse sin fisuras a las formalidades señaladas por la ley. Si no lo hacen, ¿qué caso tiene que la ley les otorgue fe pública para la realización de actos jurídicos? Las formalidades lo son todo para los notarios. El que no las observa demuestra su ignorancia; o su parcialidad. Lo cierto es que, al margen de los dos casos citados, alrededor del trabajo de los notarios hay bastantes zonas grises. Por ejemplo, no queda claro bajo qué criterios son nombrados los nuevos notarios, a qué tipo de vigilancia están sometidos, ante quién rinden cuentas, cómo se determina en qué ámbito geográfico deben ubicar su notaría, etcétera. Seguramente los propios notarios saldrán en tropel a aclarar cada uno de esos puntos, pero lo cierto es que para la mayor parte de los ciudadanos mexicanos la función notarial es hoy día un misterio. Y no uno que podamos calificar como muy barato, sino  lo contrario. En el reportaje de The Economist se ponían  ejemplos de lo importante que es contar con un buen sistema notarial, que permita hacer transacciones y contratos de forma segura pero también rápida.  Un exceso de formulismos le resta dinamismo a la economía; por ejemplo, en Francia registrar una propiedad tarda 59 días en promedio, más que en Liberia, Camboya o el Congo. Hasta 2006, en Italia se requería de una certificación notarial para poder comprar un coche usado. En los países que tienen un sistema de registro de la propiedad sin notarios, los gastos de compra de bienes inmuebles se reducen a casi la mitad.  ¿Qué deberíamos hacer en México para tener la seguridad de que todas las personas que ejercen el notariado están preparados para hacerlo?, ¿cómo se puede evitar que las autorizaciones para ser notario se regalen a amigos  o a personas que no han pasado ningún tipo de examen?, ¿cómo hacer para que cualquier tipo de ilegalidad cometida por un notario sea efectivamente sancionada? Lo cierto es que, respecto de la función notarial, hay buenos argumentos para pedir más transparencia, mayor rendición de cuentas y una cercanía más estrecha de los propios notarios con la gente. Me gustaría ver a los notarios más proactivos en la difusión de cuestiones tan elementales como la importancia de hacer un testamento, protocolizar debidamente un contrato, escriturar las propiedades, etcétera. De esa forma, México tendría una palanca mucho más poderosa para generar crecimiento económico, a partir de derechos de propiedad claramente establecidos y garantizados por la fe pública de los notarios. Creo que los primeros interesados en todo eso deberían ser los propios notarios que  están en ejercicio: nadie mejor que ellos saben lo importante que es mejorar el prestigio de su profesión y asegurarse de que no la ejerzan personas improvisadas. Nunca es tarde para generar un debate al respecto.  Ojalá sea pronto. 

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