lunes, 3 de septiembre de 2012

LA ZANAHORIA Y EL GARROTE


JAVIER CORRAL JURADO

El conflicto suscitado entre MVS y el Gobierno Federal sobre la banda 2.5 Ghz, cierra un ciclo, de manera por demás penosa, de lo que fue una errática, contradictoria como discrecional política de medios electrónicos de comunicación y Telecomunicaciones en la última década. Podría afirmar que es en este sector donde se produjo el mayor yerro de los dos presidentes de la República surgidos del PAN. No sólo no intentaron abrir la competencia -cierra el decenio sin un sólo nuevo operador-, sino que tomaron el camino contrario, les dieron más a los mismos, a manos llenas, y terminaron rehenes del poder fáctico que robustecieron.

Se reencarnó en el tramo final del Gobierno Federal, la antigua, priista y muy autoritaria regla no escrita de relación entre medios y poder conocida como “la zanahoria y el garrote”. No pudieron contener, ni siquiera por la cantidad de vergonzosas revelaciones que sobrevendrían, el garrotazo a MVS.

Así lo califico porque, conocedor de muchos detalles e información del caso -incluso de aspectos aún no revelados-, tengo la certeza de que la medida de rescatar la banda de 2.5 Ghz, se inscribe en una motivación política de molestia de la Presidencia de la República con la empresa que contrató hace tres años a Carmen Aristegui y la regresó a la radio “más libre que nunca”. Es claro que el exceso de la periodista en febrero del año pasado cuando abordó el supuesto alcoholismo de Felipe Calderón, escaló el enojo y la animadversión, pero la inconformidad venía de más atrás. Y luego, cuando Televisa apeteció esa banda en la búsqueda de expandir sus negocios a la telefonía e Internet y formalmente solicitó por escrito su rescate

-tengo copia del oficio-, estaba echada la suerte de la familia Vargas. Se conjugaron dos alicientes que con frecuencia tientan al poder político: el desquite con la voz disidente, y el congraciarse con la poderosa televisión.

No es el problema de la banda de 2.5 Ghz, un asunto técnico o de contraprestación económica como se trata de engatusar a la opinión pública. Si se creara un panel de expertos en la materia para definir los criterios en torno de su uso eficiente, de cuál es la mejor forma de canalizarla, si se divide o se dejan los 190 Mhz, su valor real y el tiempo de despliegue de una red nacional de banda ancha para la Internet, la posición del Gobierno Federal no se sostendría.

Pero mucho menos si este caso se sometiera a los mismos criterios con los que los funcionarios que ahora colocan como base fundamental la contraprestación económica, armaron la ganga del sexenio a la entonces sociedad entre Televisa-Nextel para que pagara de guante sólo 150 millones de pesos por 30 Mhz nacionales de la banda 1.7, más una condonación de derechos por los primeros dos años. Y qué decir del regalazo de canales adicionales al duopolio de la televisión, sin un sólo centavo de por medio, mediante el llamado acuerdo de multiprogramación, al que cínicamente quieren hacer ver como “multiplexeo”. O el otro regalo de las combos en radiodifusión, frecuencias adicionales en FM por el pago de una bicoca. La banda 2.5 Ghz es la demostración más acabada de la doble vara con la que se actuó en el sexenio y cómo el Estado se supeditó a los intereses de una sola empresa y sucumbió a la represalia.

El presidente de la República, Felipe Calderón, debiera rectificar y suspender el procedimiento de rescate de la banda 2.5 Ghz. Está a tiempo de hacerlo. De lo contrario este hecho lo marcará para la historia en un desplante autoritario. Como el que marcó a Fox cuando respondió ¿Y yo por qué?, al mismo tiempo que unos asaltantes embozados se hacían del cerro del Chiquihuite para usurpar desde entonces el Canal 40 de televisión. Esos desplantes no los merece el PAN, y México mucho menos.

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