MIGUEL CARBONELL
Siguiendo el exitoso modelo de Barack Obama en el 2008, los políticos mexicanos han aprendido poco a poco a usar internet en campañas políticas.
Durante el proceso electoral de 2012 vimos a muchos candidatos sumamente activos en Twitter y Facebook, lo mismo que en YouTube. Los medios de comunicación tradicionales tuvieron que voltear hacia las redes sociales para saber lo que estaba realmente pasando, a una velocidad que ninguno de ellos podía igualar.
Toda esa experiencia fue muy positiva y en el camino tanto los candidatos como los ciudadanos fuimos aprendiendo a valernos de la tecnología para exponer las ideas más importantes, ofrecer diagnósticos de nuestros problemas y discutir las mejores soluciones para cada uno de ellos. El resultado fue un debate público enriquecido y mucho más abierto y democrático que el que tuvimos en procesos electorales precedentes, en los que el debate estaba controlado solamente por la televisión, la radio y los periódicos.
El reto es seguir utilizando internet, pero ya no para publicitar una candidatura o para avanzar cierta idea, sino para construir un mejor gobierno. Me refiero a un gobierno que sea más efectivo en el cumplimiento de sus tareas, pero que a la vez sea transparente y cercano a la gente. Para lograrlo, el gobierno mexicano debería situarse a la cabeza de los procesos de innovación, lo que permitiría en el corto plazo desarrollar la tecnología necesaria para generar por ejemplo procesos tan sencillos como los siguientes:
Contar con una forma de identificación oficial (equivalente a la actual credencial del Instituto Federal Electoral) digitalizada en el teléfono celular, de forma que bastaría con enseñar la pantalla para que pudiéramos votar, cambiar un cheque o abordar un avión. De hecho, en el futuro es probable que los pasaportes sean sustituidos por mecanismos de identidad digitales y que la entrada a otros países se realice por una lectura de iris o de huellas dactilares, en vez de los rudimentarios sellos que actualmente se utilizan.
Vincular la placa de nuestro vehículo con una cuenta bancaria, de manera que se carguen automáticamente las multas de tránsito, pero sobre todo el pago de las casetas en las carreteras. Eso ahorraría millones de horas/persona a lo largo y ancho del territorio nacional, terminando de una vez por todas con las enormes filas que cotidianamente sufren los usuarios de nuestro sistema carretero.
Instalar una computadora en todas y cada una de las patrullas de policía que tenemos en el país, para que desde ellas se pueda verificar si un coche que acaba de detener un agente está o no en regla, si debe alguna multa en cualquier entidad y si sus ocupantes tienen pendiente alguna orden de presentación o de detención en todo el territorio nacional. Eso multiplicaría exponencialmente la capacidad de la policía de encontrar a personas con órdenes judiciales pendientes o de recuperar vehículos robados.
Digitalizar el 100% de los registros civiles del país, de modo que si una persona requiere de un acta de nacimiento la pueda obtener en cualquier entidad federativa sin tener de desplazarse hasta el lugar en que nació o fue registrada. De hecho, en el futuro deberían dejar de existir las actas del registro civil, ya que todos nuestros datos estarían contenidos en la identificación digital a la que ya hice referencia. Pero mientras esa nueva forma de identificación llega, podríamos ir simplificando algo tan esencial como la obtención de cualquier tipo de acta, que en México se requiere hasta para el trámite más nimio que una persona deba hacer. Sincronizar por computadora todos los semáforos de las grandes ciudades, de modo que vayan cambiando la temporalidad de la luz roja y la luz verde según las necesidades del tránsito, medido en tiempo real por un cerebro computarizado.
Generar un portal central con toda la oferta pública de empleo en todos los niveles de gobierno, de forma que una persona desde Mérida o desde Xalapa pueda saber si hay una vacante en Hermosillo o en Villahermosa que le gustaría ocupar. Eso incentivaría el empleo al cubrir más eficazmente las vacantes existentes y mejoraría la administración pública al inhibir la contratación de parientes y conocidos, en favor de un sistema basado en concursos de oposición bajo condiciones reales de competencia.
Los ejemplos podrían multiplicarse. Lo importante es aprovechar la proximidad que la nueva generación de políticos mexicanos ha mostrado con internet y llevar los procesos de innovación desde la competencia electoral hasta el día a día de la acción de gobierno. De ese modo podemos evitar que los ciudadanos pierdan tiempo en trámites inútiles, pero también podemos ganar en efectividad, transparencia y rendición de cuentas. Para hacerlo basta poner en marcha nuestra imaginación y diseñar los sistemas expertos necesarios, que nos proveerán a todos de un futuro mejor. Ojalá sea pronto.
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