DANIEL ZOVATTO
Las elecciones presidenciales venezolanas del próximo domingo 7 de octubre pueden calificarse, sin temor a exagerar, como “la madre de todas las elecciones”. Sus resultados repercutirán no sólo en el país, sino en toda la región en la que Chávez encabeza y financia una alianza continental, el ALBA, basada en los postulados ideológicos del llamado “socialismo del siglo XXI”.
Por sus características, más que una elección presidencial estamos ante un plebiscito donde lo que está en juego es la continuidad de Chávez y su régimen. En caso de que perdiera, el régimen colapsaría, aunque no necesariamente el chavismo como movimiento y, muy probablemente, el ALBA se debilitaría o incluso desaparecería. Si en cambio ganara, el chavismo habría vencido por cuarta ocasión sucesiva en una elección presidencial y se colocaría en la senda para gobernar el país, ininterrumpidamente, durante 20 años.
Elecciones con final abierto. Un par de precedentes marcan estos comicios como los más competitivos de los últimos 14 años. Por primera vez, Chávez no marcha como favorito indiscutible. En 1998, el actual presidente aventajó en más de 16 puntos a su contrincante, en 2000 ganó por más de 22 puntos y en 2006 por 26. En estas elecciones, y de acuerdo con las encuestas más serias (más allá de la guerra de encuestas que existe), su ventaja ha menguado y, si bien Chávez sigue siendo el favorito, un triunfo de Capriles no es para nada imposible. Según la última encuesta de Datanálisis (cuyos datos fueron dados a conocer el pasado 25 de septiembre), Chávez aventaja a Capriles por 10 puntos (49.4% a 39%) pero existe un 11.6% de indecisos, quienes se han venido decantando mayoritariamente (en un 83.6%) en favor de Capriles.
También por vez primera, la oposición se ha unido en la amplia coalición MUD (Mesa de Unidad Democrática), con un candidato único. Henrique Capriles es joven (40 años), energético y libre de vínculos con la vieja partidocracia. Se ubica ideológicamente en el centro izquierda (dice que su referencia es Lula), y ya ha ocupado cargos populares como alcalde y gobernador. En campaña, ha recorrido todo el país con su estrategia de puerta a puerta, derrochando vitalidad frente a un Chávez físicamente debilitado y en pleno proceso de recuperación del cáncer.
Unos comicios inéditos. En materia electoral, estos constituirán unos comicios particulares. Venezuela es el único país de América Latina (salvo la situación especial de Cuba) donde se permite la reelección indefinida. Esto significa que, de ganar, Chávez prolongaría su permanencia hasta 2019, permitiéndole 20 años en el poder, algo atípico e inaudito en el escenario latinoamericano donde las hegemonías políticas personalistas, en democracia, raramente han excedido los 10 años de manera ininterrumpida.
El ritmo de la campaña lo marcó la salud de Chávez, y si bien parece que por el momento, tras un tratamiento en Cuba, ha logrado vencer el cáncer, una recaída no puede descartarse. Si su salud volviera a complicarse (asumiendo que gane el 7 de octubre) dentro de los primeros cuatro años de su nuevo gobierno (colocándolo en una situación de “falta absoluta”) según el artículo 233 de la Constitución Bolivariana, el vicepresidente asumiría el poder y debería convocar a nuevas elecciones en los siguientes 30 días. El vicepresidente solamente podría completar los años restantes en el caso de que Chávez hubiera cumplido su cuarto año en el poder.
Pero esta no sería la única forma en que el régimen chavista podría verse debilitado en el futuro cercano. El 16 de diciembre se llevarán a cabo elecciones regionales (gobernadores); en abril de 2013 municipales y en 2015 legislativas. Además, a partir de 2016 podría convocarse un referéndum revocatorio (artículo 72 de la Constitución Bolivariana), y, como ya analizamos, desde 2013 a 2017 en caso de “falta absoluta” del presidente tendrían que convocarse nuevas elecciones presidenciales. Es decir, en los próximos años, Venezuela se enfrentaría a la posibilidad de ir prácticamente cada año a las urnas, poniendo a prueba al régimen chavista.
Posibles escenarios. Tan importante serán los resultados (y sobre todo la diferencia entre el primer y segundo lugar) como su aceptación o rechazo por parte del oficialismo y de la oposición.
Según el oficialismo y la oposición el sistema electoral es confiable y permite su control y monitoreo por los actores políticos a lo largo de todo el proceso electoral. El riesgo de que se dé un fraude masivo que no sea detectable es muy bajo, pero para ello es crucial que la coalición MUD ubique a sus “testigos” en todas y cada una de las mesas de votación.
Si bien es difícil que haya fraude, la mayor debilidad de estas elecciones reside en el claro ventajismo del oficialismo y en unas condiciones de la competencia no equitativas. Según el reciente Informe del el aparato del Estado se ha puesto al servicio de la candidatura oficialista con una utilización abusiva de sus recursos y de los medios de comunicación públicos, en particular de las “cadenas”. A ello hay que agregar la utilización clientelar que el oficialismo hace de las “misiones”. Por su parte, el financiamiento de las campañas es particularmente opaco, aunque claro el abrumador predominio del gasto del chavismo.
Un tema respecto del cual hay que prestar debida atención es el papel que desempeñen las Fuerzas Armadas, ya que, aunque la cúpula es claramente chavista, resulta muy dudoso (o al menos esto es lo que sería deseable) que el Ejército, como institución, respalde un fraude o desconozca un resultado electoral que diera el triunfo a la oposición.
Posibles resultados y principales retos. Dejando a un lado la reacción de quien resulte perdedor (si se aceptan los resultados o se declara fraude), quien asuma la presidencia tendrá que afrontar grandes retos.
Si Chávez triunfa, deberá hacer frente a desafíos importantes. En el plano económico, las medidas de ajuste son impostergables, dada la espiral inflacionaria en que se encuentra el país. En el social, la inseguridad sigue siendo un grave problema. Según un informe reciente de la ONU, Venezuela es el quinto país del mundo con mayor nivel de homicidios y el octavo en materia de secuestros.
En materia política, Chávez tratará de profundizar el modelo “socialista bolivariano del siglo XXI”, lo cual dependerá de cómo evoluciona su salud. Si no se recupera totalmente y sufre una recaída, el régimen intentará mantenerlo en el poder por el mayor tiempo posible (como sucedió cuando gobernaba desde La Habana) con el propósito de evitar tener que convocar nuevas elecciones, pues en tan solo 30 días habría que planificar una campaña y, algo mucho más difícil, encontrar al heredero político.
En este escenario (triunfo de Chávez), el reto para Capriles será mantener unida a la oposición, muy heterogénea y disímil, sobre todo si dentro de la coalición surgen divergencias, por ejemplo, entre reconocer o no el resultado de las elecciones presidenciales. La eventual continuidad de la unidad de la MUD y del liderazgo de Capriles dependerá en buena medida de la diferencia con que resulte derrotado.
Si en cambio ganara la oposición, Capriles debería hacer frente a tres retos principales: 1) que se le reconozca su triunfo; 2) transitar con éxito el período que va del 8 de octubre al 10 de enero de 2013 (fecha en que asumiría la Presidencia); y 3) gobernar en un contexto muy complejo, sobre todo durante los primeros años, en el cual la alta concentración del poder en manos del chavismo plantearía a la oposición enormes dificultades para garantizar la gobernabilidad. Deberá enfrentar asimismo a un Legislativo donde el chavismo tendría la mayoría, al menos, hasta la renovación de la Asamblea Nacional y, dependiendo del resultado de las próximas elecciones, eventualmente el control de un número importante de gobernaciones y de alcaldías. Conviviría, además, con un Tribunal Supremo de Justicia controlado por el chavismo al igual que los otros poderes del Estado.
Es así como Venezuela se enfrentará en tan solo siete días a unas elecciones cruciales, a un plebiscito con final abierto que puede otorgar nuevo aliento al régimen de Chávez; o, por el contrario marcar el final del chavismo como régimen en el poder, aunque, tal vez, no así el del chavismo como movimiento político.
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