JAVIER CORRAL JURADO
El jueves pasado quedaron integradas las comisiones ordinarias y especiales en el Senado de la República. 61 en total. Se votó de forma unánime el acuerdo general de integración de éstas propuesto por la Junta de Coordinación Política. Sólo en dos comisiones se votó de manera separada al acuerdo general, en la de Juventud y Deporte; y en la de Comunicaciones y Transportes. Y aunque también fueron aprobadas por la mayoría del pleno, no contaron con el consenso de las bancadas del PRD, el PT, MC y algunos senadores del PAN. Ana Gabriela Guevara y un servidor fuimos los motivos de ese disenso. Nunca me imaginé ser compañero en algún viaje de tan veloz personaje, y mucho menos que, velozmente, también nos hiciéramos amigos.
La deportista que ahora es senadora postulada por el PT y que tanto orgullo nos ha causado a los mexicanos, como una de las velocistas que más medallas ha conquistado en competencias internacionales, fue excluida de formar parte de la comisión a la que naturalmente estaba destinada, no sólo por su idoneidad, sino esencialmente por su experiencia y su conocimiento. No pocas veces fue recibida en anteriores legislaturas en el seno de esa Comisión, como símbolo de lo que significa ser una gloria nacional del deporte, sino para conocer su opinión sobre la política pública en materia deportiva. Ahora que llegó al Congreso como representante indiscutible de ese sector, no obtuvo el reconocimiento para encabezar la tarea legislativa de la actividad en la que entregó disciplina, inteligencia, coraje y corazón. Un criterio faccioso le excluyó de esa comisión.
En mi caso, no son medallas, pero sí algunas batallas. Y por eso fui excluido de formar parte de una de las comisiones a las que señalé como de mi absoluta prioridad: la de Comunicaciones y Transportes, materia a la que he dedicado una muy buena parte de mi vida. Por eso al igual que Ana Gabriela protesté. O más bien ella se animó, cuando yo lo hice. Me manifesté en contra de la forma y criterio que se usó para la integración de la comisión que se encarga de todo lo relativo al campo de las telecomunicaciones y la radiodifusión en el ámbito legislativo.
Las comisiones parlamentarias son uno de los espacios de trabajo más importantes ya que requiere especialización sobre la materia. Precisamente por eso, el Reglamento del Senado en su artículo 122, señala que los grupos parlamentarios en su propuesta para la integración de las Comisiones Ordinarias "privilegian la experiencia y la idoneidad de cada uno de sus integrantes para el mejor aprovechamiento de sus capacidades en el trabajo legislativo". Y la especialidad es una de las razones por las que mi partido y yo en lo personal hemos luchado por la reelección legislativa.
Las comisiones son los espacios para deliberar sobre iniciativas o para dar seguimiento a acuerdos o para cuestionar las políticas públicas o para evaluarlas desde el Senado. Deben ser colegios que conozcan lo que se analiza y discute para dar la opinión ante los grupos parlamentarios. Y presentar iniciativas requeridas en la materia. No están exentos del apasionamiento, pero en su discusión especializada están llamadas a alcanzar acuerdos. Las comisiones y los parlamentos en una democracia son espacios que deben reflejar la pluralidad y los intereses variados de una sociedad.
Por eso no guardé silencio en nombre de ninguna cortesía, eso es la falsa amabilidad, callarse por temor a provocar dificultades o escenas incómodas. Dije a mis compañeros que no somos sirvientes de brea, somos parlamentarios que parlamos, es decir que hablamos, que discutimos, que exponemos nuestras verdades, y lo hacemos con pasión.
Yo creo en el parlamento como un poder deliberativo, como desde hace milenios se ha dicho y actuado en consecuencia. Deliberación que significa clarificar posiciones y motivaciones interesadas o comprometidas; deliberación que no es acallar a las voces disidentes; deliberación es comparar posturas, es esgrimir razones; deliberar es discusión entre iguales, es confrontar ideas con razón y pasión.
Frente a mi postura ahora se dice que en el fondo estoy molesto porque no obtuve la Presidencia de esa comisión; es falso. Bajo las complejas condiciones en las que ahora realizo mi trabajo dentro del Grupo Parlamentario de Acción Nacional y de mi diferendo público con quienes hoy conducen la coordinación del grupo, no busqué, ni aspiré a formar parte de la directiva de ninguna Comisión del Senado de la República, me hice cargo de las consecuencias de mi postura crítica frente al Presidente de la República y frente a mi propio coordinador, el senador Ernesto Cordero.
Simplemente aspiré al reconocimiento de mi derecho a participar como miembro de las Comisiones en las que he acreditado un trabajo, una vocación y una especialización. En los dos ejercicios que se realizaron dentro de mi bancada para expresar nuestras preferencias y prioridades, señalé a la Comisión de Comunicaciones como una de ellas. En las legislaturas en las que me ha tocado participar siempre había sido miembro de éstas, incluso la presidí en el Senado durante la Quincuagésima Octava Legislatura que compartí, ni más ni menos que con el Presidente de la Junta de Coordinación Política, el senador Emilio Gamboa Patrón.
Se me excluyó de manera indebida, sin una razón válida o una explicación suficiente. Se me ha negado el derecho de participar tan siquiera como miembro en la Comisión de la materia a la que he dedicado dos décadas de estudio ininterrumpido, y sobre la que he buscado tener una especialización que sirva al interés público. Me parece un exceso, que claramente es percibido por la opinión pública como un castigo por no someterme a caprichos o por no ser incondicional. Pero más que eso, la exclusión de un senador de su área de especialización, va en contra de la libertad parlamentaria y de la autonomía del Congreso. Describe la falta de visión y muestra una faceta preocupante de intolerancia y dogmatismo que son en realidad las verdaderas asechanzas de las libertades públicas. Se anteponen así fobias personales a la importancia de una discusión más equilibrada donde puedan estar todas las voces.
Todos los representantes del pueblo tenemos que ser racionales en nuestras actitudes y decisiones, esa es la única manera de ser dignos representantes del pueblo.
La exclusión como acto de inicio de una Legislatura es muy desesperanzador, no por mi persona, sino por una causa a la que siguen hoy decenas de miles de ciudadanos en todo el país, el derecho a la información; y también por el fenómeno que como nunca irrita a la sociedad mexicana: el monopolio televisivo que tiene cada día mayor poder en éste país. El poder de Emilio Azcárraga asombra a la prensa internacional, como lo ha escrito uno de los periódicos más respetables e influyentes del Reino Unido, The Guardian. Este periódico calificó hace unos meses al Presidente de Televisa como Magnate de los pocos que quedan en el mundo. Parece incluso un mensaje de provocación para el grupo estudiantil que en las calles promueve la democratización de los medios, bajo el #YoSoy132.
En un ambiente crecientemente hostil para mí, expreso con toda claridad a quienes me han seguido y apoyado a lo largo de todos estos años que, esta exclusión no me lastima, en todo caso define a quienes la han llevado a cabo. No me paralizará, por el contrario, me instiga exactamente como lo pidió don Manuel Gómez Morín. Continuaré mi lucha porque la creo justa, honrando los principios y los valores de mi partido, Acción Nacional; ni el duopolio de la televisión ni su extendida red de representantes se librarán de mí en esa comisión ni en el pleno del Senado. En el Senado hay miembros que obedecen directamente a los poderes fácticos y no puede haber voces disidentes. Y se quiere callar a quién se opone a ellos. ¿Por qué?, ¿Con qué derecho?
Me impondré del derecho que me da el Artículo 142, del Reglamento del Senado para participar con voz, aunque no tenga voto; estará en todas y cada una de sus reuniones, y espero que las organizaciones sociales dedicadas a la lucha por el derecho a la información y los observatorios ciudadanos sobre el quehacer legislativo den seguimiento puntual a esta comisión y a sus decisiones. Las reuniones de las comisiones son públicas, excepcionalmente privadas.
Nunca como ahora ha quedado plenamente demostrada la necesidad de una reforma integral a las telecomunicaciones y la urgente democratización de los medios de comunicación en México. Es la hora de recuperar la rectoría del Estado en un ámbito tan estratégico para la viabilidad de la democracia, para la reafirmación de las libertades, para la educación y para la igualdad social. Por supuesto que concretar este anhelo no será fácil, nunca lo hemos visto así; por el contrario, la exclusión como inicio de los trabajos del Senado, nos señala qué largo y cuesta arriba es aún el camino.
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