PEDRO SALAZAR UGARTE
El presidente Calderón movió sus piezas. Ayer presentó dos ternas al Senado para sustituir a los ministros Aguirre Anguiano y Ortiz Mayagoitia, que dejan el máximo tribunal el próximo 30 de noviembre. La decisión tiene muchas implicaciones. Veamos algunas de ellas.
Lo primero que llama la atención es el perfil de las candidaturas. Son seis magistrados del Poder Judicial federal. Así que el Presidente apostó por juzgadores de carrera. Con ello rompe una suerte de regla no escrita –que se había impuesto en los últimos años- de equilibrar con candidatos internos y externos. Él mismo había propuesto a Franco y Zaldívar, que no tenían carrera judicial y a Aguilar y Pardo, que sí la tienen.
Lo anterior no es baladí porque nos indica –y este es el segundo dato relevante- que el actual presidente decidió heredar una Suprema Corte con mayor perfil de Tribunal Supremo que de Tribunal Constitucional. En los países en los que se dan las dos instancias –pienso típicamente en el caso de Alemania- los integrantes del Supremo suelen ser jueces de carrera y los del Constitucional, profesores universitarios. La razón tiene sustento tanto en la naturaleza de los asuntos que resuelven, como en el enfoque que se adopta para abordarlos. Los jueces suelen tener un perfil técnico muy sólido y, al mismo tiempo, ser conservadores en sus interpretaciones jurídicas. Los profesores, en cambio, tienen poca (o nula) experiencia jurisdiccional, pero suelen ser expertos en argumentación y teoría jurídicas y son más propensos a concebir al derecho como una herramienta social que, al ser aplicada, exige una mirada integral. En México, la Suprema Corte es simultáneamente Tribunal Supremo y Tribunal Constitucional y, por lo mismo, el perfil idóneo de sus integrantes es objeto de debate.
En la coyuntura actual –esto lo he escrito en otras ocasiones- me parece que el perfil de las propuestas de Calderón no es acertado. Lo digo sin prejuzgar ni descalificar a ninguno de los candidatos. Mi tesis es que la coyuntura constitucional actual del país demandaba, al menos, ternas mixtas. Esta es la tercera cuestión que quiero subrayar. México no vive un momento de estabilidad jurídica. Por el contrario, estamos inmersos en una transformación que, en muchos sentidos, se asemeja a un momento constituyente. Las reformas constitucionales aprobadas en los años recientes y la ausencia de las leyes secundarias, correspondientes imponen a los operadores jurídicos retos excepcionales. Y esto vale en particular para los ministros de la Suprema Corte. Los jueces constitucionales deben ser expertos en derecho pero, para interpretar y aplicar los principios constitucionales, requieren una formación más amplia. Por eso era tan importante garantizar el equilibrio entre ministros internos y externos.
La cuarta cuestión que merece subrayarse es la equidad de género en las propuestas. Calderón propone tres hombres y tres mujeres (dos de ellas en una sola terna). Eso es bueno. A la Corte le hacen falta más ministras. Y esta es una buena oportunidad para nombrarlas. La razón no se funda en la corrección política, sino una necesidad estratégica: en las sociedades plurales y complejas el factor género es objetivamente relevante.
Tenemos propuestas, pero no necesariamente de estas saldrán los dos ministros. El Presidente –en nuestro barroco sistema de ternas- sólo tiene potestad de proponer. Es el Senado el que designa. Y dentro de las posibilidades contempladas está el rechazo a las candidaturas presentadas. Si eso sucediera –para una o para las dos ternas- viviríamos una situación sin precedentes porque, aunque esto tendría que suceder en los próximos treinta días y, por lo mismo, le correspondería todavía a Calderón hacer nuevas propuestas, un segundo rechazo por parte del Senado convertiría a Peña Nieto en el gran elector. Véase el artículo 96 de la Constitución. Pero no adelantemos vísperas. Ahora hay seis nombres que merecen consideración y u escrutinio riguroso.
1 comentario:
Excelente tu punto de vista...
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