lunes, 15 de octubre de 2012

NO USARÁS EL NOMBRE DEL MERCADO EN VANO

RICARDO BECERRA LAGUNA

La semana pasada fui invitado por un profesor –buen amigo- a entrar en conversación de economía -la crisis financiera de nuestros días- según las interpretaciones más radicales (de izquierda vamos) en una institución universitaria privada y de gran abolengo. 

No diré el nombre de la escuela, ni del maestro, pero esa mini cátedra furtiva, me hizo entender algo muy perturbador acerca del ambiente, de lo que se enseña y aprende en las escuelas de negocios de nuestros días. 
Unos 30 jóvenes a punto de egresar rayando los 23, escuchaban lo que yo decía con cierto fastidio, otros con distracción, otros más con curiosidad, y los más avezados -aspirantes a dueños del mundo- resultaron los más interesantes (e inquietantes).  
Son estudiantes formados y enterados, lectores de periódicos, con ideas nítidas y sin fisuras y las expresan con claridad lo que facilita el reconocimiento instantáneo de sus argumentos medulares: la existencia económica, no la que tenemos realmente, sino incluso la que debemos aspirar, es la ley del más fuerte.
Económicamente hablando, no hay lugar para los débiles, la crisis hace selección y perviven los mejores, los aptos, categoría siempre pequeña y que desplaza lo mismo a países completos, que a empresas, trabajadores descalificados e inempleables. Claro, sus alegatos se desenrollaban en su salón de clases, pulcra, civilizadamente, todos con iPad´s y saco caro.  
Mi punto era llamar su atención sobre algo que casi nunca se dice en sus cátedras: la crisis financiera y lo que tiene de criminal. Cada vez huele más, en su tamaño y su libreto, a los años treinta. Allí están, reconocibles las mismas manías. Ahora, igual que en las audiencias del Senado de 1932, bajo juramento, deben declarar las firmas indiciadas para desahogar las acusaciones que tocan a la cúspide de la cúspide del poder económico mundial.
Goldman Sachs, el principal banco de inversión de la tierra está llamado a juicio por una acusación directa del gobierno norteamericano, por haber cometido fraude en la utilización del dinero de sus clientes en el mercado inmobiliario.
O el surgimiento a montones de bancos hipotecarios que prestaron su dinero, a quienes no podían pagar: como Countrywide o el Ownit Mortgate Solutions. Exigían al deudor “la comprobación de una remuneración el último año”, nada más, y así le entregaban el dinero para hacerse de una casa que nunca podrían pagar. Y para que esto pareciera plausible, asistían presurosas las agencias de calificación -Standard & Poor's, Moody's, etcétera- cuya sabiduría AAA, validaba esa alucinación financiera. 
Los economistas nonatos del último semestre me respondieron como, supongo, han respondido sus maestros: la crisis “es más compleja”. Entonces, brotaron argumentos y sentimientos, aprendizajes profundos, que los jóvenes opusieron veloces a mi sermón (por eso era “radical”) ¿Me van entendiendo?
Si Goldman, Bear Stearns, Lehman Brothers, AIG, Bernard Madoff o Allen Stanford, actuaron como lo hicieron es “porque tuvieron los incentivos para hacerlo”, porque fue el Estado el personaje equivocado; el mercado solo respondió “a sus señales” y en el fondo “no era ilegal”.
El ánimo y el razonamiento que sobrevuela a esas escuelas es una inercia que viene de muy lejos, un discurso engullido sin tener conciencia de que, representa algo abusador, depredador, en el fondo y la forma.
Como me dijo uno de los muchachos, creen simplemente, que se les está enseñando enfrentar al mundo “sin complejos”, tal como es, de actuar conforme a las reglas del libre mercado y no hay reproche que valga en ese universo sinceramente darwinista.
Una inculcación ideológica quetrasciende el subconsciente y que por eso, va más allá de la idea pura y dura de corrupción (esa que se practica con maldad asumida). Aquí estamos ante otra cosa: los estudiantes de economía son inocentes porque el mundo que les muestran, es así, no hay de otra, lo que acaba sedimentando una auténtica cultura económica fuera de la molesta ética.
Usé mis últimos argumentos: las auditorias del FMI –dije- mostraron prácticas como la censura (no hablar con la verdad, si estamos ganando tanto dinero), al engaño, al fraude, al uso y abuso de información privilegiada, a la dispersión de títulos que se saben insostenibles pero que pagan sobresueldos, la mala fe y de plano, el enriquecimiento ilícito.
En esa trama Goldman ganó más que nadie. Al contrario que casi todos los demás, no cayó en su propia ilusión. Se puso a vender seguros que respaldaban las hipotecas de alto riesgo pero, y este es el quid, ganó luego otro montón de dinero vendiendo esos seguros justo a tiempo, antes de que su valor se hundiese. ¿Ilegal? Tal vez no, pero al final, Goldman obtuvo beneficios tomando al resto por idiotas.
Lo que me interesa subrayar en esta anécdota (ustedes disculparán el tono personal), es que en las escuelas de negocios todo eso no pasa por malo. Quienes deberían estudiar y sacar las lecciones pertinentes de esa situación de crisis, no tienen conciencia de que están ante actos ilícitos. Al contrario: creen, ingenua, pero realmente, que ellos no hacen más que ciencia objetiva conforme lo dictan sus ecuaciones y las leyes de los mercados. Por eso, les resultaba tan gracioso que alguien viniera a hablar de ética y no de economía.
La economía sin límites, sin reglas, sin Estado y sin sentido moral.
Adam Smith se revuelve en su tumba: en nuestras universidades se está enseñando a usar el nombre del mercado en vano.

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