martes, 2 de octubre de 2012

MODELO AGOTADO


JAVIER CORRAL JURADO

Convencido de que el modelo estrictamente punitivo no ha conseguido ninguno de los objetivos que se propuso en el combate a las drogas y que resulta urgente su revisión, propuse durante mi precampaña y luego en la contienda constitucional, que el Senado de la República convocara a la celebración de una Cumbre Hemisférica, de carácter parlamentario, para discutir qué se ha conseguido a 40 años de mantener el enfoque prohibicionista de las drogas, y con base en sus conclusiones, elaborar una hoja de ruta que nos permita corregir, tomar nuevas acciones y reafirmar las válidas.

Convencido de que el modelo estrictamente punitivo no ha conseguido dije que era hora de entrarle, por lo menos al debate sobre la despenalización de la posesión de ciertas drogas. Y en círculos más informados le entré a cuestionar el papel del Estado al tratar de dictar la moral, sobre la responsabilidad de los padres y las personas en general.

Quise salirme de la hipocresía con la que se elude discutir el tema de las prohibiciones absolutas, como en el caso de la mariguana. Me sustenté en la tesis de Fernando Escalante: “No podemos combatir de igual manera delitos depredadores, que delitos de mercado”. El narcotráfico es un delito basado en el comercio. Cuando detenemos a un secuestrador, baja el número de secuestros; cuando detenemos a un robacarros, disminuye el robo de autos; pero cuando se detiene a un vendedor de mariguana en las colonias, lo substituye el primo, el hermano, el tío o el abuelo, según el tamaño de la necesidad.

No fue fácil introducir una propuesta así en medio de una campaña electoral, permeado el ambiente social no sólo por rémoras históricas y prejuicios morales, sino por una manipulación mediática que ha llevado a idealizar la mano dura, y relativizar el valor de los derechos humanos. En el país se ha colocado casi como deber patriótico consentir la presencia permanente en las calles de las fuerzas armadas realizando tareas de seguridad pública. Diferir de la política de combate al narcotráfico se tradujo también en un tema de lealtades o traiciones al Presidente de la República.

Para fortuna de esta discusión aprisionada, ha sido el propio Presidente Calderón el que deja en el tramo final de su gobierno una reflexión sobre la eficacia del actual modelo, más que como un “mea culpa”, parece expresarse como un “nostra culpa”, pero reconociendo que “es el momento de explorar alternativas diferentes al propósito no logrado nunca de reducir el consumo”. Esa exploración debe incluir “las opciones regulatorias o de mercado, orientadas, precisamente, a ese propósito”. Lo dijo durante su intervención en la 67 asamblea general de las Naciones Unidas.

Hemos escuchado del Presidente de la República, lo que quizá nunca nos imaginamos; proponer que “la Organización de las Naciones Unidas, se comprometa en el tema, que haga una valoración profunda de los alcances y de los límites del actual enfoque prohibicionista en materia de drogas”.

“Y eso no implica que se deba bajar la guardia, nosotros no lo haremos. No vamos a ceder ni un milímetro a las organizaciones criminales, lo que sí significa es que los países debemos asumir las responsabilidades comunes que tenemos en el problema y que, también, son diferenciadas de acuerdo al origen y de acuerdo a la capacidad que cada quien tiene en el problema”.

“Y si eso no se puede, es el momento en que la ONU no sólo participe en este análisis, la ONU tiene que encabezar y encabezar en serio, un profundo debate internacional, que nos permita hacer un balance de los alcances y las limitaciones de la política actual: qué es lo que ha dado, cuánto hemos avanzado en el actual enfoque prohibicionista, por ejemplo”.

La abultada incondicionalidad al Presidente Calderón, que por estos días da testimonio de despedida en niveles de servilismo y sometimiento insospechados, debiera tener cautela en relación con la defensa a ultranza de esa estrategia, a todas luces, fallida. Calderón ya asomó una pizca de autocrítica y eso, más que deplorarlo por su reconocimiento tardío, debiéramos tomarlo como un punto de referencia para la necesaria revisión del modelo estrictamente policiaco-militar.

Regresar no sólo al constitucionalismo democrático de afirmación de libertades y derechos como nos lo ha propuesto Pedro Salazar Ugarte en su magnífico libro “Crítica de la Mano Dura”, sino explorar cambios de paradigma, transformaciones a fondo del hacer y el pensar políticos. Ojalá que entre tanta hojarasca se abriera paso la perspectiva de futuro y el pensamiento moderno. Sería una gran cosa.

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