La advertencia de Slim fue tremenda, casi, casi, apocalíptica: "va a haber mucho desempleo, como no teníamos noticia en nuestra vida personal... van a quebrar las empresas... van a cerrar los comercios... no quiero ser catastrofista, pero hay que prepararse para prever... pero no hay que preocuparse si es menos uno o cero. Hay que cuidar la masa salarial, el empleo, y proteger el ingreso familiar". Ahora bien, el catastrofismo es la actitud de quien exagera con fines intimidatorios, denuncia o pronostica gravísimos males. Lo que pasa es que en la advertencia de Slim hay un elemento consolador a propósito del desplome del producto interno bruto: "pero no hay que preocuparse si es menos uno o cero". Es decir, que el valor monetario total de la producción corriente de bienes y servicios durante un tiempo indefinido ("no sabemos cuánto dure"), ya que esto es el llamado PIB, va a caer estrepitosamente. Sin embargo y junto a la advertencia hay algo relativamente consolador: "Hay que cuidar la masa salarial, el empleo, y proteger el ingreso familiar". Lo cual significa que si se hace lo anterior saldremos entonces menos mal librados. Yo considero hasta aquí que el famoso empresario, sin duda con un lenguaje realista y con tonalidades propias de la tragedia apocalíptica, pretende estimular mediante un consejo desde luego positivo: cuiden el salario, el empleo y los ingresos familiares. Por lo tanto, y en el fondo, yo no calificaría sus palabras de precisamente catastrofistas.Yo no creo en la prudencia revestida de aparente calma del senador Gustavo Madero: "(Slim) quiere generar escenarios exageradamente catastróficos", ni tampoco en la grosería ("que la boca se le haga chicharrón") de Alberto Cárdenas Jiménez. Me parece que a su manera Slim ha puesto el dedo en la llaga, expresándose con su estilo y por supuesto con conocimiento de la realidad. Ya quisiera yo ver que cuando hable Calderón con motivo del proceso electoral que se avecina se digan cosas tan fuera de contexto como estas: "que se ha hecho rico (Slim), por cierto, gracias a las condiciones de nuestra economía y del mercado interno, en un país de tantas desigualdades e inequidades (sic)..." (Javier Lozano). ¿Y no algunos, me pregunto, han hecho "carrera política" en el mismo país, gracias a las condiciones del sistema y de tantas desigualdades e iniquidades antidemocráticas? No defiendo a Slim, no me interesa ni lo conozco, pero es muy desafortunado traer a cuento lo que no guarda relación directa con los términos de lo que se critica. No es el momento para la bilis pseudo retórica. ¿Y a qué viene pedirle que se comprometa con el gobierno y con el pueblo, o con la nación, a no despedir ni a una persona, a mantener el poder adquisitivo de sus trabajadores y a seguir invirtiendo en México? Hay muchas formas de ganar dinero, y en tanto no se llegue al terreno de lo ilícito cada quien tiene todo el derecho de aprovechar "a la buena" las condiciones internas de un país.Hay una pasividad evasiva y un optimismo estúpido. A muchos que eluden las dificultades se los llama pacifistas o prudentes. Slim habló fuerte y claro. El propio Presidente Obama, hace apenas unas horas, advirtió a los senadores de su nación de los enormes riesgos que enfrentaba. Lo peor es querer tapar el sol con un dedo. Lo deseable es que cuando los llamados actores políticos opinan se los escuche con atención y se analicen sus ideas, no su pasado ni las circunstancias en que se formaron como hombres o ciudadanos. Y ya en el análisis de las ideas ajenas confrontarlas con las propias, buscar las coincidencias y discutir las disidencias. Llegar a la síntesis. Lo indudable es que el mundo, incluido México, atraviesa por un momento grave. Y son los políticos, que en algún sentido son los responsables de la conducción de sus respectivos países, los que tienen el deber, la obligación, ya que tanto pregonan el valor de la democracia y del bien común, de ser objetivos, sin subjetividades inoportunas, con la opinión de los demás. Lo contrario es caer en el catastrofismo, en la pasividad o tendencia del avestruz o en el optimismo incauto.
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