De acuerdo con la teoría, la actual crisis económica tendría que desembocarse en una derrota contundente tanto para el PAN como para el PRI en las urnas. La extensa investigación académica sobre el tema del comportamiento de los votantes en un contexto democrático no podría ser más claro: la situación económica es uno de los factores más importantes para determinar el sentido del voto de la población. Cuando la economía crece los ciudadanos tienden a respaldar a los partidos en el poder. En contraste, las crisis económicas son desastrosas para los partidos gobernantes y sus aliados. La victoria de Barack Obama en Estados Unidos, por ejemplo, hubiera sido mucho más complicada si no fuera por los evidentes signos de crisis económica que se asomaron en las semanas antes de la elección presidencial.
Sin embargo, actualmente nos encontramos en un escenario inverosímil en que aun con las crisis económica, política, social y de seguridad en que se encuentra el país, Felipe Calderón aparentemente mantiene una tasa de aprobación ciudadana que se aproxima a 66 por ciento y su fiel aliado, el Revolucionario Institucional, cuenta con el primer lugar en intención de voto para las elecciones de julio, casi tres veces más que la que existe actualmente para el PRD (véase Consulta Mitofsky y El Universal, entre otras). ¿Qué explica esta anomalía?
En primer lugar, algunos factores nos obligan a matizar estos datos. Aún no contamos con candidatos formales y el electorado mexicano ha demostrado ser cada día más sofisticado y crítico de las propuestas y los perfiles de los candidatos. Asimismo, los 23 millones de espots que están en proceso de transmisión tienen la potencial intención de reorientar la opinión pública y cambiar la imagen de los partidos políticos durante los próximos meses.
Otro factor es que lo peor de la crisis económica todavía está por manifestarse. Puede ser el caso de que para las elecciones de julio estemos hundidos en la fase más crítica de la crisis, con efectos inesperados sobre los resultados electorales.
No obstante, los niveles tanto de aprobación para Calderón como de intención de voto para el PRI no dejan de llamar la atención. Y lo que realmente preocupa es que se explican por factores estructurales que no se cambiarán de la noche a la mañana y que incluso podrían profundizarse en los próximos meses.
La popularidad del presidente en funciones es el resultado directo de su pacto con los principales medios electrónicos de comunicación. Esta alianza es lo que explica la falta de acción del Congreso en la apertura del mercado de telecomunicaciones, así como exabruptos graves como el perdón otorgado por el Instituto Federal Electoral (IFE) a las televisoras la semana antepasada.
Lamentablemente, conforme se vaya agudizando la crisis económica se fortalecerá este vínculo entre el poder Ejecutivo y los poderes fácticos. Ante la protesta social que se agudizará durante los próximos meses, el presidente estará más desesperado que nunca por contar con los reflectores televisivos. Esta situación lo colocará en una posición aún más debilitada ante los chantajes de Tv Azteca, Televisa y otros medios de comunicación.
Con respecto al tricolor, su fortaleza electoral está íntimamente relacionada con el corporativismo y el clientelismo que predominan en las entidades que gobierna. Este año en lugares como el estado de México, Oaxaca, Veracruz y Sonora, seguramente veremos votaciones en favor de los candidatos del PRI que nos recordarán los peores tiempos del acarreo y la compra y coacción del voto. El IFE tendría la responsabilidad de intervenir para prevenir y castigar estas prácticas, pero sus acciones hasta la fecha no levantan gran esperanza en su voluntad de asegurar el cumplimiento del estado de derecho en la arena electoral.
El viejo partido de Estado también cuenta con un as bajo la manga: la nueva Ley de Emergencia Económica. Esta propuesta de ley busca inyectar cantidades importantes de dinero público a la economía, así como flexibilizar la contratación de obra pública y servicios gubernamentales, justo en un momento en que los gobernadores están buscando todas las vías posibles para comprar votos e influir en la contienda electoral. Todo parece indicar que el PRI podría ser el principal beneficiario de esta nueva discrecionalidad en el ejercicio de los recursos públicos.
No existe, desde luego, ninguna garantía de que el Revolucionario Institucional vaya a triunfar en las próximas elecciones federales. Todavía quedan muchos meses de campaña y la experiencia nos demuestra que la realidad política puede cambiar de manera rápida y totalmente inesperada. Sin embargo, si el PRD y la izquierda parlamentaria quieren tener alguna posibilidad de expandir su presencia en el país, no pueden permitirse el lujo de esperar con los brazos cruzados algún acontecimiento fortuito que cambie el escenario, sino que es urgente actuar desde ahora para transformar los términos del debate político nacional y plantear una visión clara y contrastante de su proyecto alternativo de nación.
P.D Enhorabuena por las reformas en materia electoral realizadas a la Ley Federal de Radio y Televisión en el Senado de la República, así como por las multas impuestas por el IFE a las televisoras. Tanto la reforma como las multas quedan muy cortas y todavía tienen que ser ratificadas por otras instancias. Sin embargo, habría que celebrar estos pequeños pasos por el sendero correcto.
Sin embargo, actualmente nos encontramos en un escenario inverosímil en que aun con las crisis económica, política, social y de seguridad en que se encuentra el país, Felipe Calderón aparentemente mantiene una tasa de aprobación ciudadana que se aproxima a 66 por ciento y su fiel aliado, el Revolucionario Institucional, cuenta con el primer lugar en intención de voto para las elecciones de julio, casi tres veces más que la que existe actualmente para el PRD (véase Consulta Mitofsky y El Universal, entre otras). ¿Qué explica esta anomalía?
En primer lugar, algunos factores nos obligan a matizar estos datos. Aún no contamos con candidatos formales y el electorado mexicano ha demostrado ser cada día más sofisticado y crítico de las propuestas y los perfiles de los candidatos. Asimismo, los 23 millones de espots que están en proceso de transmisión tienen la potencial intención de reorientar la opinión pública y cambiar la imagen de los partidos políticos durante los próximos meses.
Otro factor es que lo peor de la crisis económica todavía está por manifestarse. Puede ser el caso de que para las elecciones de julio estemos hundidos en la fase más crítica de la crisis, con efectos inesperados sobre los resultados electorales.
No obstante, los niveles tanto de aprobación para Calderón como de intención de voto para el PRI no dejan de llamar la atención. Y lo que realmente preocupa es que se explican por factores estructurales que no se cambiarán de la noche a la mañana y que incluso podrían profundizarse en los próximos meses.
La popularidad del presidente en funciones es el resultado directo de su pacto con los principales medios electrónicos de comunicación. Esta alianza es lo que explica la falta de acción del Congreso en la apertura del mercado de telecomunicaciones, así como exabruptos graves como el perdón otorgado por el Instituto Federal Electoral (IFE) a las televisoras la semana antepasada.
Lamentablemente, conforme se vaya agudizando la crisis económica se fortalecerá este vínculo entre el poder Ejecutivo y los poderes fácticos. Ante la protesta social que se agudizará durante los próximos meses, el presidente estará más desesperado que nunca por contar con los reflectores televisivos. Esta situación lo colocará en una posición aún más debilitada ante los chantajes de Tv Azteca, Televisa y otros medios de comunicación.
Con respecto al tricolor, su fortaleza electoral está íntimamente relacionada con el corporativismo y el clientelismo que predominan en las entidades que gobierna. Este año en lugares como el estado de México, Oaxaca, Veracruz y Sonora, seguramente veremos votaciones en favor de los candidatos del PRI que nos recordarán los peores tiempos del acarreo y la compra y coacción del voto. El IFE tendría la responsabilidad de intervenir para prevenir y castigar estas prácticas, pero sus acciones hasta la fecha no levantan gran esperanza en su voluntad de asegurar el cumplimiento del estado de derecho en la arena electoral.
El viejo partido de Estado también cuenta con un as bajo la manga: la nueva Ley de Emergencia Económica. Esta propuesta de ley busca inyectar cantidades importantes de dinero público a la economía, así como flexibilizar la contratación de obra pública y servicios gubernamentales, justo en un momento en que los gobernadores están buscando todas las vías posibles para comprar votos e influir en la contienda electoral. Todo parece indicar que el PRI podría ser el principal beneficiario de esta nueva discrecionalidad en el ejercicio de los recursos públicos.
No existe, desde luego, ninguna garantía de que el Revolucionario Institucional vaya a triunfar en las próximas elecciones federales. Todavía quedan muchos meses de campaña y la experiencia nos demuestra que la realidad política puede cambiar de manera rápida y totalmente inesperada. Sin embargo, si el PRD y la izquierda parlamentaria quieren tener alguna posibilidad de expandir su presencia en el país, no pueden permitirse el lujo de esperar con los brazos cruzados algún acontecimiento fortuito que cambie el escenario, sino que es urgente actuar desde ahora para transformar los términos del debate político nacional y plantear una visión clara y contrastante de su proyecto alternativo de nación.
P.D Enhorabuena por las reformas en materia electoral realizadas a la Ley Federal de Radio y Televisión en el Senado de la República, así como por las multas impuestas por el IFE a las televisoras. Tanto la reforma como las multas quedan muy cortas y todavía tienen que ser ratificadas por otras instancias. Sin embargo, habría que celebrar estos pequeños pasos por el sendero correcto.
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