JORGE ALCOCER VILLANUEVA
In memoriam
Al terminar nuestra última reunión, le dije: "Doctor, tú eres académico por vocación; fuiste funcionario público sólo por ayudar a México".
Carpizo sonrió; después de unos segundos, me dijo, "la siguiente vez que nos veamos te explico".
Ya no será posible. La muerte lo tomó por asalto el viernes pasado.
Difícil hacer la biografía de un hombre que antes de los 30 años fue abogado general de la UNAM; institución a la que dedicó la mayor parte de su vida y de la que fue rector en años complicados. Ministro de la Corte; presidente fundador de la CNDH; procurador general; secretario de Gobernación y presidente del IFE, fue también nuestro embajador en Francia.
Participé bajo sus órdenes en la reforma electoral de 1994, de enero a noviembre, como su asesor a título personal, sin cargo oficial. El 30 de noviembre de aquel año me otorgó una gran distinción: acompañarlo cuando salió del viejo Palacio de Covián, cumplida su intensa y fructífera tarea como titular de Gobernación.
Jorge Carpizo fue autor de numerosos textos, que son obligado referente; creador de instituciones, como la CNDH; procurador que enfrentó al narcotráfico y por ello sufrió amenazas y calumnias, ante las que nunca se arredró.
El ilustre campechano declinó postularse a un segundo periodo como rector, "soy enemigo de la reelección", dijo. No aceptó la pensión a que tenía derecho, y en sus años finales, fuera de todo cargo público, vivía en la discreta medianía que su salario como investigador de la UNAM le permitía, en su pequeña y bella casa del sur del DF, asistido por Mari.
De su trayectoria en la UNAM y su papel como servidor público hay múltiples testimonios; casi todos elogiosos. Pero Carpizo prefería no hablar de ellos; los veía como pruebas de amistad. La modestia era parte de su personalidad; como la valentía su signo en todo tiempo.
Sin restar un ápice a sus aportaciones en otros cargos, o a su luminosa trayectoria universitaria, creo que el doctor Jorge Carpizo dio a México su mayor y mejor contribución en 1994, en su doble función como titular de Gobernación y presidente del IFE.
A él se debe la reforma electoral que logró sortear la más difícil coyuntura política, cuando existió el riesgo de una fractura irreparable entre los mexicanos, por el levantamiento armado del EZLN en Chiapas; luego por el asesinato de Luis Donaldo Colosio, y también por lo ocurrido después de las elecciones de aquel año.
En las llamadas "conversaciones de Barcelona", con los principales dirigentes de los tres mayores partidos políticos, Carpizo construyó el consenso que se tradujo en profundos cambios de sentido democrático. Para hacerlo, contó con la confianza de los candidatos presidenciales.
Entonces, el Consejo General del IFE se renovó para incluir a seis consejeros ciudadanos; se realizó una auditoría al padrón electoral, por una empresa de acreditado prestigio; por ley, o en acuerdos del Consejo General, se introdujeron múltiples medidas de verificación y control para la jornada electoral, en la que, por vez primera, operó el programa de resultados preliminares (PREP): los observadores nacionales recibieron financiamiento y se abrió la puerta a los observadores extranjeros.
En esa coyuntura crítica, Jorge Carpizo desplegó una incansable actividad. No sólo estaba presente en las prolongadas y agotadoras sesiones con Castillo Peraza, Muñoz Ledo, Oñate y otros negociadores, que empezaban a las nueve de la mañana de cada día, sin hora de término; sino que abría espacio en su agenda para platicar con cada uno de ellos y con los candidatos presidenciales, además de atender los demás asuntos de la política interior.
La noche de la jornada electoral (1994) Carpizo dio a conocer los resultados del conteo rápido que el IFE había encargado a tres casas encuestadoras, coincidentes con los que habían realizado partidos, televisoras y organizaciones civiles. Ya todo parecía resuelto, pero el Doctor había hecho un compromiso con el entonces principal candidato opositor, Diego Fernández de Cevallos: no terminar la sesión del Consejo General del IFE sin su aceptación de los resultados.
Una vez que Diego lo hizo, se levantó la sesión.
En su oficina del IFE, Carpizo ordenó abrir una botella de vino; dijimos ¡salud!
Hasta siempre, ¡querido amigo!
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