jueves, 19 de abril de 2012

SÓLO PARA RECORDAR

JOSÉ WOLDENBERG

Sobre las elecciones en curso la información y los comentarios abundan. No aportaré ni un gramo más. Incluso sobre su desenlace no se escatiman apuestas. Total: poco habrá de vivir el que no conozca la conclusión. Mejor es voltear al pasado, una zona menos especulativa, más asible, incluso más placentera.
1976. Elecciones sin opción. Un solo candidato a la Presidencia, José López Portillo, se paseaba por todo el país. Postulado por el PRI, el PPS y el PARM, no encontró contrincante alguno. El PAN, por primera vez en muchos años, no lanzó candidato porque en su convención nadie fue capaz de lograr los votos suficientes. Mientras el Partido Comunista, excluido del mundo institucional, nombró a Valentín Campa como su candidato. Era una campaña testimonial. Decía más o menos así: somos una fuerza política, no nos dejan participar, demandamos ser incluidos en la boleta. Al final, ¡oh, sorpresa!, ganó el único candidato oficial con el 100 por ciento de los votos válidos.
1982. Muchos candidatos, poca competencia. La reforma política de 1977 abrió la puerta a la incorporación de nuevos partidos. Nueve aparecían en la boleta y siete candidatos pugnaban por el favor del respetable. La vida política se animaba, había recibido una inyección de pluralidad; no obstante, persistía un partido hegemónico, destinado a triunfar, y partidos menores que intentaban fortalecer su presencia electoral. Miguel de la Madrid, apoyado por los tres mismos partidos que López Portillo, alcanzó el 71 por ciento de los votos, mientras cuatro candidatos obtenían -cada uno- menos del 2 por ciento (Ignacio González Gollaz -PDM-, Rosario Ibarra de Piedra -PRT-, Cándido Díaz Cerecedo -PST- y Manuel Moreno Sánchez -PSD-), su más cercano "perseguidor", Pablo Emilio Madero (PAN), lograba el 15.68 y Arnoldo Martínez Verdugo (PSUM) 3.48.
1988. Estalla la competencia y las instituciones no están preparadas para aceptar el veredicto de las urnas. Un rompimiento en las filas del PRI, encabezado por Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo, logra integrar un Frente de cuatro partidos, la Corriente Democrática y un rosario de organizaciones. La buena nueva es que, por fin, hay competencia. La etapa de las opciones testimoniales parece quedar en el pasado. Sin embargo, ni las normas ni las instituciones están diseñadas -ni los operadores capacitados- para aceptar las cifras que emergen de las casillas. La noche misma de la elección empieza una espiral de desencuentros que hace patente que el sistema electoral que acompañó al monopartidismo de facto entró en crisis. A pesar de ello, Carlos Salinas de Gortari es proclamado triunfador con el 50.36 por ciento de los votos. A Cárdenas se le asigna el 30.88 y a Manuel Clouthier 17.07.
1994. Frente a la violencia la buena política. Dos reformas políticas (1989-90 y 1993) precedieron a los comicios de 1994. Y cuando el proceso electoral estaba en curso, dos acontecimientos cimbraron al país. El levantamiento armado del EZLN y el asesinato de Luis Donaldo Colosio. Ante la aparición de la violencia y su cauda ominosa, los candidatos y líderes de los partidos acordaron con el gobierno multiplicar los acuerdos tendientes a garantizar unas elecciones limpias. Fueron semanas febriles en donde el diálogo y la negociación llevaron a reformas constitucionales y legales, a acuerdos en el IFE y a decisiones gubernamentales cuyo fin era dar garantía de transparencia e imparcialidad. Al final, Ernesto Zedillo ganó con el 48.69 por ciento de los votos, seguido de Diego Fernández de Cevallos con 25.92 y Cárdenas con 16.59. Hubo otros seis candidatos, Cecilia Soto, del PT, obtuvo el 2.75 por ciento de la votación y los otros cinco menos del uno.
2000. La alternancia, desembocadura de un proceso. Luego de la profunda reforma electoral de 1996 el terreno de la competencia resultó más equilibrado que nunca. Tomando dos poderosas palancas -el dinero y el acceso a los medios de comunicación- los legisladores lograron crear condiciones equitativas para la competencia. Fueron elecciones auténticas a las que concurrían partidos implantados. Ya no era un ritual con ganadores y perdedores predeterminados. Sería la voluntad de los votantes -siempre oscilante- la que decidiría el resultado. Al final, la alianza PAN-PVEM que postuló a Vicente Fox se levantó con el triunfo y el 42.52 por ciento de los votos. Francisco Labastida alcanzó el 36.10 y Cárdenas el 16.64.
2006. La elección que escindió al país. El PAN por un lado, y una coalición de izquierda (PRD, PT, Convergencia) por el otro, protagonizaron las elecciones más polarizadas y cerradas de la historia de México. La caída del añejo partido hegemónico dio paso a una confrontación izquierda-derecha que tensó y ofreció un enorme dramatismo a los comicios. Al final, el candidato del PAN, Felipe Calderón, ganó por una nariz (0.56 por ciento) a Andrés Manuel López Obrador, quien desató una impugnación que logró que buena parte de la confianza construida en materia electoral se viera erosionada.

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